Editorial
A pesar de que este número de con la A nos remite, en su sección monográfica, a hablar del poder de las mujeres ofreciéndonos testimonios, a veces desgarradores aunque plenos de esperanza, de las luchas de las mujeres, del valor y del arrojo que ponen en juego para hacer prevalecer sus derechos -y con ellos los de todas las mujeres-, su dignidad, su autonomía, frente a la barbarie androcéntrica y patriarcal, me gustaría compartir con ustedes, con vosotras y vosotros, una pequeña reflexión en torno al Poder y al modo de ejercerlo de nuestros gobernantes quienes, a nivel mundial, están demostrando, una vez más, su incapacidad absoluta para gestionar los temas que no están previstos en sus agendas, burocratizadas y preconstruidas para responder a los intereses del capital -corruptor-, en lugar de atender las necesidades de la ciudadanía (en definitiva sus patronos y patronas dado que somos quienes pagamos sus sueldos, gastos y prebendas a través de los impuestos) y garantizar su bienestar, su seguridad y el cumplimiento de las Normas y los Tratados internacionales que los gobiernos democráticos (o que presumen de serlo) han firmado comprometiéndose a su cumplimiento.
Si vergonzoso y vergonzante es oírles hablar (algunos, como el actual presidente español, ni siquiera es capaz de contar con un equipo de comunicación que le informe sobre los tratados internacionales, europeos y, lo que es peor, sobre la constitución española, cuando se presenta a una entrevista en la que se va abordar la independencia de Catalunya) peor aún es verles actuar. Y no me refiero sólo a que lo que dicen nada tiene que ver con lo que hacen (modelo de hipocresía y de trato vejatorio a la ciudadanía a quien parecen considerar limitada de entendederas… aunque bien cierto es que razones no les faltan para pensarlo pues, a pesar de todo, una mayoría les ha votado), sino al afrontamiento de las crisis, a los crímenes políticos, a la violencia de género sin erradicar, al hambre y la pobreza que va en aumento en los países que se dicen libres y civilizados (ni qué decir de los que no lo son…), al desempleo, a la desigualdad, a la exclusión y a la miseria a la que se ve abocado un número cada vez mayor de mujeres y hombres de todas las edades, a la desnutrición infantil, al abandono de las y los más mayores… A las crisis humanitarias…
El comportamiento de los gobiernos europeos con respecto a las y los refugiados sirios (sin olvidar a los millones de personas que deambulan por el mundo tratando de encontrar un futuro… Me refiero a la migración económica de la que tanto sabemos en este país, de la económica y de la política, pues lamentablemente esta España de nuestros dolores ha padecido y padece todas las modalidades que empujan a la ciudadanía a dejar su casa, su gente, su cultura para buscar un futuro que, aunque cierto, le permita mantener la llama de la esperanza) no tiene nombre, perdón, sí lo tiene: “políticas genocidas” a las que juegan repartiéndose entre los países de la UE los roles de “poli bueno” -países que aseguran estar reunidos para crear una comisión con el fin de que organice un comité para que se ocupe de organizar otra comisión -esta de investigación- con el objetivo de determinar los criterios que debe guiar la creación de un nuevo comité que será responsable de articular las políticas idóneas para resolver el problema, que revisará otra nueva comisión -esta vez de control-, para…(dando la sensación de que los herederos de Groucho Marx han ocupado el Poder) mientras centenares de miles de personas -infancia y ancianidad sobre todo- mueren de sed, hambre, miseria, miedo, dolor, enfermedades, rabia, impotencia…-, mientras los países “poli malo” cubren de concertinas sus fronteras y levantan muros para evitar que las consecuencias de los colonizadores -poli buenos-, invasores de países para enriquecer las arcas del capitalismo salvaje -ensobrador de gobiernos corruptos-, generadores de guerras, de miseria y de terrorismo, cumplan con la obligación para la que se les paga: atender las necesidades de la mayoría ciudadana -comida, abrigo, vivienda, educación, sanidad, energía, agua, seguridad- y garantizar que la Justicia sea justa, además de cumplir con el ideario de la Carta de los Derechos Humanos… y de ejercer la solidaridad, esa con la que se les llena la boca cuando van a comulgar o de cuya falta se redimen a golpes de pecho, en actos de contrición que no conducen a otra cosa que limpiar sus ennegrecidas conciencias…
No sé qué sería del mundo si las mujeres, masivamente -de una en una ya estamos viendo que los resultados son menos que nada- tomásemos el Poder, si lo compartiéramos con hombres justos, igualitarios, honestos, solidarios, capaces, inteligentes, pero desde luego estoy segura que esto no ocurriría… La verdad, ¡no sé a qué estamos esperando!
Alicia Gil Gómez