Violencia falocéntrica en las universidades
Con la A conversó con la Dra. Huacuz, antropóloga feminista y experta en violencia falocéntrica, profesora investigadora en la Maestría de Estudios de la Mujer y el Doctorado de Estudios Feministas de la UAM-Xochimilco (Cd. de México), cuyas líneas de investigación son: feminismos, género, mujeres en la música y violencia falocéntrica.
Como académica y activista, Huacuz ha organizado varios foros acerca de la violencia de género en las universidades, el más reciente en noviembre 2019, al que asistieron alrededor de 80 académicas de 21 universidades de ese país. Lo que sigue retoma, en discurso directo, esta conversación con Lucía Melgar.
Conversatorio de Lucía Melgar con María Guadalupe Huacuz
La violencia en la universidad puede verse de manera semejante al problema de la violencia en la familia. “Todas sabemos quiénes son los depredadores sexuales, pero nadie dice nada, o nadie decía nada”. Muchas de las feministas que nos insertamos en la universidad no trabajamos el tema hasta hace muy poco, Primero se trabajó en Estados Unidos, en América Latina es un tema de investigación más reciente. Además, el análisis académico, como proyecto de investigación, ha revelado la problemática en términos cualitativos o a través de encuestas, centradas en algunas carreras, o con grupos focales, centrando el estudio de la violencia en la educación superior en el estudiantado, siguiendo una cultura de trabajar con la gente del entorno. Se ha hecho sobre todo trabajo sobre violencia laboral, en particular sobre el mobbing, e incluso algunas de las redes académicas, no incluyen la perspectiva de género.
En México, los estudios sobre violencia en la universidad empiezan en 1985, a cuentagotas, siguen en los 90 y ahora hay un boom, es el gran tema, en particular la violencia de género. Se siguen las mismas dinámicas que antes con la violencia doméstica: la violencia de género en la universidad se analiza con las mismas premisas, sin tomar siempre en cuenta que se trata de un problema de poder y prestigio. Los que más violentan son los académicos con mayor rango, los eméritos; por ejemplo, en Francia los profesores que tienen un cargo ejercen violencia sobre las estudiantes racializadas.
Este boom tiene que ver con un cambio en el movimiento feminista en las instituciones de educación superior, que pasó de ser un movimiento de mujeres maduras, de clase media, a un movimiento de mujeres muy jóvenes, que están teniendo una participación muy fuerte y están obligando a las autoridades universitarias a hacer algo (como sucede hoy en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en paro desde noviembre, o en dos preparatorias también de la UNAM). Ellas han lanzado un “¡Ya basta!”, un “Estamos hartas”.
Como ha dicho Irma Saucedo, “esto abre la caja de Pandora”. Y las universidades quieren “hacer algo”. Así se ha dado un boom de protocolos para la atención de la violencia, pero son protocolos hechos desde el escritorio, sin involucrar a la comunidad. Hay universidades con protocolos que la gente no conoce o no sabe cómo aplicarlos porque no hay una formación previa de toda la comunidad. La mayoría de los rectores dicen “yo consigo gente que haga el protocolo” sin que haya o se le dé, a éste, sustento en la legislación universitaria, sin que sea obligatorio, sin hacer una reforma a la legislación para poder aplicarlo bien y, la mayoría, sin mecanismos eficientes para la reparación del daño.
¿A qué atribuir este tipo de “solución”?
Sucede un poco lo que pasó con la violencia contra las mujeres y de género: las feministas dijimos: “tenemos que hacer algo” y lo que nos dieron fueron leyes, que son un espejismo en los sistemas autoritarios. ¿Cómo le pedimos a un Estado patriarcal que mediante una ley modifique una situación de violencia que él mismo propicia a través de sus instituciones? Se está repitiendo lo mismo en las universidades: para ellas lo más fácil es hacer protocolos, reglamentos de ética, etc. Al mismo tiempo, sin embargo, el movimiento feminista sigue presionando, en particular jóvenes, profesoras y trabajadoras.
¿Cómo le pedimos a un Estado patriarcal que mediante una ley modifique una situación de violencia que él mismo propicia a través de sus instituciones?
Hay entonces, cuando menos, dos discursos que no empatan: el institucional y el de las jóvenes, apoyadas por algunas académicas y trabajadoras.
¿Cómo mediar entre ellos?
Por un lado, el discurso institucional, con sus protocolos y sus unidades de atención a la violencia de género, pero sin decir quién la va a dar, con qué preparación, lo que se parece a la supuesta solución a la violencia doméstica con distintas instancias [que se crearon hace años sin capacitación al personal y no funcionaron en la Ciudad de México]. No siempre hay interrelación con otras instituciones gubernamentales, ni recursos porque, además, las universidades a nivel estructural se están empobreciendo. Tampoco hay vinculación al interior entre instancias que se ocupan del alumnado. Entonces están haciendo algo, pero fragmentado y algunas veces con poca ética.
Por otro lado, están las que quieren “todo” y no quieren hablar con las feministas de la institución porque, dicen, son “institucionalizadas” y no quieren alianzas con ellas.
¿Cómo establecer vínculos intergeneracionales desde el conocimiento, el reconocimiento, el apoyo de otras?
Sería bueno que algunas de las jóvenes que están en el movimiento feminista también escucharan otras historias y consideraran las experiencias de las que ya pasamos por ahí.
Es sui generis el tema del feminismo y la violencia de género en la universidad.
Yo hablo de “violencia falocéntrica”. Las feministas criticamos el conocimiento androcéntrico, tenemos muchas críticas al modelo de las universidades pero a otro nivel estamos creando una crítica a las estructuras académicas patriarcales desde dentro. Esto va a cambiar las instituciones educativas y va a cambiar al feminismo: muchas chicas están difundiendo muchas cosas (sobre feminismos) porque son expertas en Internet, en redes.
Entonces, sí es una revolución muy importante porque se está gestando, desde un espacio de poder falocéntrico… y (se dará) en diálogo con nosotras (las profesoras) que también tenemos poder allá adentro, además porque ellas (las jóvenes) se van a ir.
Hoy en las universidades pareciera que todo es hostigamiento sexual y no se habla de violencia contra las mujeres o violencia de género
Sin embargo, me preocupa que el problema que al parecer se ha puesto en el centro sea “el más light”: se deja de lado algo más importante -como se dejó de lado el feminicidio y la trata en temas de violencia de género-… y hoy en las universidades pareciera que todo es hostigamiento sexual y no se habla de violencia contra las mujeres o violencia de género, cuando el problema no es sólo el hostigamiento sexual. En la UAM, por ejemplo, no es lo único; hay de manera cotidiana violencia entre pares, violencia en el noviazgo, es de todos los días, lo mismo que las violaciones y el feminicidio.
[Para encarar esto] es necesario tener vínculos con el entorno. Las universitarias feministas estamos planteando la necesidad de las universidades de salir de su “zona de confort” y entonces somos incómodas. Poner a la academia a ver otra parte del mundo, a ver hacia otros lados, es crear nuevas epistemologías, que vienen del Sur. Se plantea que este modelo de conocimiento a través de estas universidades anquilosadas no está funcionando para resolver los problemas del mundo, al contrario, lo está manteniendo, sosteniendo este modelo “capitalista, falocéntrico, depredador de lo humano”. Por eso, algunas propuestas, como por ejemplo las derivadas de los conocimientos de los pueblos originarios o algunas corrientes de la teoría de la complejidad, se salen de la academia para poder cambiar el modelo.
En el Foro organizado en noviembre se presentaron cinco mesas, con ponentes de distintas universidades; en dos de ellas se plantearon temas innovadores para este tipo de encuentro: la violencia falocéntrica y la diversidad sexual y las distintas modalidades de la violencia que se presentan en las universidades interculturales. En una de las mesas se expusieron casos de hostigamiento y violencia en distintas universidades estatales. Se redactó y circuló un manifiesto en que las firmantes expusieron demandas a las autoridades, como reforzar en la universidad “una cultura de no violencia hacia las mujeres”, garantizar que los modelos de atención a la violencia en las universidades tengan “continuidad, permanencia y trascendencia”, asignar “recursos económicos suficientes” a unidades y programas de atención a la violencia de género, incluir en la currícula universitaria “asignaturas referentes a epistemologías feministas y teoría de género” que imparta personal capacitado, desarrollar investigación sobre violencia “con sentido ético”, garantizar que funcionariado y autoridades tengan un compromiso ético con la prevención de la violencia de género, entre otras.
Además de acordó crear una red nacional universitaria contra la violencia de género con el fin de mantenernos en comunicación, de intercambiar información y de apoyarnos y darnos contención. Nos interesa también conocer las leyes, saber qué ha funcionado o funciona en otras instituciones, saber qué se está produciendo en otras universidades y validar nuestros conocimiento. Formaremos la red un grupo de personas unidas para obligar a las universidades a hacer lo que deben hacer. En febrero difundiremos la convocatoria.