Una mujer desconocida
Hasta ahora no había encontrado una película de ficción que de modo tan inteligente se acercara al tema de la violencia contra la mujer. La mujer desconocida (2016) no muestra escenas sangrientas, ni el cuerpo femenino desnudo; evitando repetir la cosificación de la mujer -el hecho de acercarse a la mujer como un objeto sexual y no como un ser humano- que produjo la violencia en primer término. Tampoco contribuye a engrosar un imaginario colectivo en el que la mujer muerta -brutalmente asesinada y violada- se instala de manera permanente, asiéndose común, presente, posible, tolerable.
Por el contrario, La mujer desconocida (La fille inconnue), dirigida por los hermanos de origen belga Jean-Pierre y Luc Dardenne, rechaza el morbo y la agresiva saturación de las imágenes de mujeres asesinadas, para mostrar el entramado complejo que enraiza la violencia contra la mujer en la base de la sociedad moderna. Así, sin ninguna escena macabra, los hermanos Dardenne logran una crítica feroz a la violencia ejercida contra la mujer en la sociedad de hoy. Dobles aplausos.
Intentaré analizar la película sin revelarles lo esencial, para no privarles de disfrutar de una trama tan bien armada y de una actuación impecable al momento que vean The Unknown Girl, como ha sido traducida al inglés. Como nos muestra el trailer de la película, el drama comienza cuando una mañana la doctora Jenny Davin (Adèle Haenel) es abordada por la policía de investigación que le pide revisar su cámara de seguridad: una joven ha aparecido muerta y la cercanía de su consultorio hace pensar que tal vez ha quedado algo registrado ahí que pueda llevar a la dilucidación de lo ocurrido. La culpa por la muerte de la joven se instala como una obsesión en la doctora Davin cuando se da cuenta que el timbre que escuchó y no atendió, por estar fuera de las horas de consulta, era el de la chica muerta.
Si bien sólo el rostro asustado y desesperado de la joven que la cámara registró nos es mostrado, la violencia está presente en la película, en el núcleo de su trama y a la sombra de todos los pasos que desde ese momento dará la doctora por develar el nombre de la joven asesinada. Aunque sus averiguaciones ponen en evidencia toda una red de complicidades masculinas y las múltiples agresiones a las que la joven estaba expuesta, la doctora Davin sólo desea saber el nombre de la joven pues le parece insoportable la idea de que sea enterrada en la fosa común, sin que nadie -una madre, un padre, un familiar, un amigo- sepa de su muerte. Sin embargo, su propósito de saber el nombre, es decir, relegar a segundo plano la búsqueda del culpable, la necesidad de devolverle el nombre a esta joven es mucho más transgresor de las normas sociales que la persecusión judicial.
Devolverle su nombre a esa muchacha desconocida significa, primero, reinsertarla en el mundo de los seres humanos, no será más un cuerpo -frágil, indefenso, inerte- sino una persona, una mujer de carne y hueso, con anhelos, sentimientos, sueños. Será también una persona inscrita en una red familiar y con una historia que contar, su historia, aunque ésta nos quede para siempre negada con el silencio eterno de su desaparición. Pero su nombre nos dirá también su procedencia, su edad, su ocupación y nos trazará la historia de muchas otras mujeres como ella, sin nombre, que terminan muertas, sin nombrarse.
Muchas veces el anhelo de persecusión que se instala luego de un asesinato o de una muerte irresuelta conlleva la amenaza de muerte de quien está procurando al culpable. Sin embargo, como revela la insistente pregunta de la doctora Davin, “¿conoce a esta chica?, ¿la ha visto?”, no hay un culpable, sino un conjunto de hechos y situaciones que van construyendo la escena para el crimen. Los que la han visto, no la conocen, no saben su nombre, ni se lo preguntaron, ni querían saberlo, querían que siguiera siendo una mujer desconocida, una mujer cualquiera, sin nombre, sin darse cuenta que cada uno de ellos la aproximaba un paso más a la muerte. Y muerta, ya no importa su nombre, excepto para Jenny.
La doctora Davin no se siente atemorizada por su búsqueda del nombre, ella actúa con naturalidad, dando curso a una obsesión por la verdad que debiera ser la urgencia lógica ante cualquier desaparición física de una persona. De este modo Davin muestra su valentía y saca a flote la cobardía de todos los que siguieron su vida sin responderse esa pregunta, todos cuya indiferencia los vuelve cómplices de la violencia asesina. El rostro asustado y desesperado de la joven llamando a la puerta del consultorio de la doctora Davin, que no abrió, es un llamado de urgencia que, sin embargo, Davin se siente en la obligación de atender, aunque sea después, aunque sea tarde, porque mientras siga pensando en ella, esa joven no estará muerta y mientras siga viva tendrá sentido nombrarla.
El rostro asustado y desesperado de la joven nos muestra también una joven de ascendencia africana, lo que la sitúa en el espectro opuesto de Jenny Davin. Davin es una mujer de ascendencia anglosajona, una profesional que tiene el respeto de su comunidad científica. Una doctora comprometida con su profesión y la ayuda al prójimo, al más necesitado. La doctora Davin trabaja en la red de seguridad pública, dedicada, amable, seria, fría, sin embargo, su vocación por el otro es incondicional como lo demuestra el trato a sus múltiples pacientes y su apoyo a Julien (Olivier Bonnaud) el practicante que la ayuda en su consultorio.
Muchos elementos simbólicos son expresivos de la realidad que viven las mujeres en la sociedad, asediadas por un sin número de formas de opresión y violencia, especialmente si no son educadas, si son de ascendencia africana, si son menores de edad, si están en un ambiente masculino, en un ambiente ilegal, de delincuencia y drogas. El que sea la doctora Davin la que cargue la culpa de esa muerte, a la que sólo por azar o circunstancialmente contribuyó, es indicativo del desplazamiento de la responsabilidad de las acciones de violencia hacia las mujeres, derivadas a aspectos circundantes que en realidad no tienen ninguna infuencia. Pero es también sintomático de la necesidad para las mujeres de perseguir, sin descansar, esa verdad y de no dejar sin nombrar lo ocurrido.
Sin entrar en el mundo de la delincuencia, también muy común en temas que rodean la violencia contra la mujer, los hermanos Dardenne develan la predominancia masculina y la conceptualización afectiva que las mujeres siguen para verse atadas de pies y manos, en su dependencia emocional de un hombre. Sólo Jenny escapa a esa norma y restituye la humanidad perdida de esa joven y de todos los que en silencio esperaban olvidar el compromiso ético con la vida y con la muerte del prójimo.
REFERENCIA CURRICULAR
Bethsabé Huamán Andía es Crítica de cine y crítica literaria. Escritora y Feminista. Licenciada en literatura, magister en estudios de género y estudiante del programa de doctorado en español y portugués en la Universidad de Tulane, Nueva Orleans.