Revista con la A

25 de enero de 2019
Número coordinado por:
Alicia Gil
61

Lenguaje no sexista contra el sexismo, la desigualdad y la exclusión

Por qué y para qué luchamos las lesbianas feministas, década 70 del siglo XX

Yan María Yaoyólotl

Las lesbianas tuvimos que confrontar a las diversas instituciones patriarcales que habían mantenido a las mujeres en la esclavitud y el vasallaje alrededor de cinco mil años, de ahí, la doble opresión: ser mujeres y rebelarnos contra la heterosexualidad obligatoria

Las lesbianas feministas mexicanas iniciamos nuestro movimiento en la segunda mitad de la década de los 70 del pasado siglo XX, provenientes del movimiento feminista mexicano, iniciado en 1971.

¿Por qué luchamos?

Foto de Armando Cristeto

Las lesbianas tuvimos que confrontar a las diversas instituciones patriarcales que habían mantenido a las mujeres en la esclavitud y el vasallaje alrededor de cinco mil años, de ahí, la doble opresión: ser mujeres y rebelarnos contra la heterosexualidad obligatoria, o sea, contra la dominación de uno o varios hombres. Opresión a la que se sumaba el clasismo, si se pertenecía a la clase trabajadora; el racismo si se era de un pueblo originario o de color no blanco; y el colonialismo, si se pertenecía a los países sometidos al imperialismo, entre las más destacadas expresiones del sistema de dominación mundial: el patriarcado.

El movimiento de lesbianas comenzó dentro del movimiento feminista, nunca dentro del movimiento homosexual y mucho menos del gay como muchas y muchos autores han tratado de afirmar; emergió por la emancipación de las mujeres, no por “la liberación sexual” ni por los derechos homoeróticos y fue muy crítico contra el machismo y la misoginia de los hombres y las mujeres homosexuales, gays, lésbo-gays, glbt, glbttti y más adelante queer y de otros términos neoliberales. Paralelamente, se rebeló contra la heterosexualidad como cosmovisión del mundo, de la que partían las propias feministas heterosexuales.

Por tanto, la iniciativa de formar organizaciones lesbianas fue una respuesta, por un lado, a la negativa de las feministas hetero-centristas de asumir al lesbianismo como parte del movimiento feminista y, por otro, contra el andro-falocentrismo, por tanto, misoginia de los hombres y mujeres homosexuales gays.

Sin embargo, esas dos circunstancias no fueron su centro. Su objetivo fundamental era y es el derrocamiento y abolición total del patriarcado como sistema mundial de dominación, no sólo de los hombres sobre las mujeres sino de los hombres sobre otros hombres oprimidos. Por lo tanto, edificar una sociedad justa para las mujeres y por consecuencia para la humanidad.

Las lesbianas feministas siempre hemos formado parte del movimiento feminista, aun a pesar de la lesbofobia procedente de las feministas patriarcales (heterofeministas, anti-lesbofeministas), respecto a los y las homosexuales-gays, cabe aclarar que, cuando nos dimos cuenta de la profunda misoginia que profesaban y de que su proyecto histórico no rompía sino fortalecía al patriarcado, marcamos distancia con éstos y reafirmamos el principio de autonomía política que debe regir a todos los movimientos sociales.

Desde el inicio de la década de los 90, por un lado, el feminismo patriarcalizado (o sea, el feminismo liberal, reformista, burgués, institucional, capitalista, imperialista, blanco, urbano, académico), fue integrándose al sistema patriarcal a través de la sustitución del concepto feminismo por el de generismo (perspectiva de género que no señalaba a las oprimidas ni a quién oprimía). Por otro lado, los y las homosexuales fueron asumiendo la propuesta neoliberal del concepto “gay”, que escondía su misoginia a través de la omisión o inexistencia de “el otro” (es decir, de las mujeres), a lo que se sumó el despojo a las propias mujeres de “su identidad como mujeres”. Negando así, toda la problemática histórica de las mujeres a través de distractores eufemísticos bajo el paraguas de los discursos generistas y de la “diversidad sexual”, es decir, invisibilizando cinco mil años de esclavitud de éstas por el patriarcado.

¿Para qué luchamos?

Las lesbianas feministas partíamos de la consigna: “el feminismo es la teoría y el lesbianismo la práctica”, ubicando al lesbianismo como la parte más radical de la lucha de las mujeres e, inclusive, como la vanguardia política de éstas y única posibilidad de abolición del sistema patriarcal. El lesbianismo, entonces, trascendía los márgenes de la sexogenitalidad y se proyectaba al campo político, inclusive, no sólo como un proyecto de vida para las propias mujeres sino como una propuesta de nueva organización social justa y equilibrada para toda la humanidad.

El lesbianismo feminista, entonces, no se postulaba como un asunto de opción o preferencia sexual, ni la “L” de LGBTTTI, sino como la rebelión de la mitad de la humanidad contra un sistema económico y político sustentado en la dominación de los hombres sobre las mujeres. Dominación a través de diversas instituciones como la familia, el matrimonio, la heterosexualidad, la monogamia, la femineidad (el género), la herencia, el encierro en el hogar, el trabajo doméstico no pagado, la doble jornada de trabajo, la falta de estudios o preparación profesional, la ausencia de derechos civiles, laborales y políticos, entre muchos más; siendo el régimen heteronormativo una más entre sus formas de dominación. Por todo ello, el lesbianismo no era perseguido y reprimido por ser un asunto sexual sino por ser un asunto político: la rebelión de las esclavas del patriarcado para la abolición y derrocamiento de este sistema social.

Este aspecto, el potencial político revolucionario, es el que trataron de eliminar tanto el generismo como el gaysismo; después la diversidad sexual y actualmente el queerismo y otros discursos derivados de la crisis posmoderna, porque la rebelión de las mujeres representa la pérdida del poder político y sobre todo económico de los hombres, sean estos heterosexuales, homosexuales, trans, no binarios, flexibles, nómadas o híbridos.

Las lesbianas feministas afirmábamos que ninguna mujer podrá ser libre hasta que todas seamos libres, por lo que nuestra lucha era y es internacionalista, así como anti-racista, anti-clasista y anti-ecocida. Sin embargo, el sistema trató por todos los medios de eliminar este aspecto revolucionario del lesbianismo feminista radical -tanto del anarquista separatista como del socialista revolucionario- cooptando o creando agrupaciones, ONG’s, OC’s, redes o fundaciones, que se autodenominaron “lesbianas feministas” (que en realidad eran anti-lesbianismo feminista) para poder acceder al poder económico y político; agrupaciones conformadas por mercaderes mercenarias a quienes el sistema les otorgó la voz oficial del “lesbianismo feminista”.

Contra dicha vendimia, decidimos en los 90’s autodenominarnos: Lesbianas-feministas (con guión) y después, en los 2010: lesbofeministas, a fin de separarnos y deslindarnos de dichas mercaderes mercenarias. La embestida actual viene de algunos trans-queer y otros sujetos, nacidos del discurso neoliberal contemporáneo, que tratan de disputar el sujeto histórico político del lesbofeminismo.

Hoy, finales de la segunda década del siglo XXI, las feministas marxistas vemos que las mujeres del mundo no hemos obtenido avances reales, las conquistas o migajas que logramos arrancar al patriarcado únicamente han beneficiado a minúsculos grupos de mujeres de los países imperialistas, de la clase burguesa y pequeñoburguesa, de las razas blancas, de los sectores urbanos, de las ONG’s, la academia, etcétera. La inmensa mayoría de las mujeres en el mundo seguimos padeciendo el hostigamiento, acoso, violencia del cónyuge, encerramiento, discriminación laboral, violación sexual, trata, prostitución, incesto, estupro, clitoridectomía, quema de viudas vivas en la pira funeraria del esposo, obligación del uso del shador, turismo sexual, pornografía, esclavitud, cultura gore, snuff y femicidio, entre muchas expoliaciones más.

La mentira que las feministas privilegiadas posmodernas difunden: que “las mujeres ya somos libres” y por tanto ya no tenemos que organizarnos para luchar (en el feminismo radical y el revolucionario), junto a la “desaparición de las mujeres reales y materiales” (de carne y hueso) y su sustitución por la “aparición de otros sujetos esterotipados” impulsados por los discursos queer y sus derivados; constituye un genocidio o femicidio simbólico de las mujeres, la mitad de la humanidad… apuntalado por los programas de la ONU.

Por ello, el lesbofeminismo no solo es necesario, sino indispensable para una humanidad que se encuentra sumida en un océano de opresiones encubiertas, ocultas y disfrazadas bajo los juegos del lenguaje (los juegos del hambre) de la globalización, neoliberal, posmoderna… un neopatriarcado disfrazado de mujer.

 

REFERENCIA CURRICULAR 

Yan María Yaoyólotl es una activista lesbofeminista-socialista, formada en Arte y filosofía;  pionera en la militancia de los derechos de las mujeres lesbianas. Guerrera mística, de formación marxengelista, ecofeminista, indígena y budista (Mahayana). Su misión: coadyuvar a construir una nueva sociedad justa que elimine cualquier forma de imperialismo, clasismo, racismo, sexismo, ecoexpoliación y toda forma de opresión humana.

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