Revista con la A

25 de mayo de 2019
Número coordinado por:
Lucía Melgar
63

Exiliadas y represaliadas del franquismo

Las damas de los monasterios riojanos

Santa Oria

Recorrer las tierras riojanas desde Nájera hasta Santo Domingo de la Calzada puede convertirse en una forma de acercarnos a la Edad Media y de comprender algo de la importancia que tuvieron los monasterios en la estructura social de la época. En esta ruta encontramos cuatro fundaciones monacales principales: Santa María la Real de Nájera, Santa María de San Salvador de Cañas, San Millán de Suso y San Millán de Yuso.

A principios del siglo XI, Nájera era ya la capital de un territorio que llegaba desde Zamora hasta Barcelona. García Sánchez III el de Nájera y su esposa Estefanía de Foix mandaron iniciar las obras del Monasterio de Santa María la Real, que hoy es el monumento más representativo de la ciudad. La fundación de este monasterio se debe, según la tradición y como es habitual, a un milagro: durante una cacería, el rey encontró en una cueva una imagen de la Virgen María con un jarro de azucenas a sus pies. Eso dio pie a la creación de la Orden de la Terraza o de la Jarra, la primera orden de caballería peninsular.

Monasterio de San Millán de Suso

La relevancia de los monasterios dependía en gran parte de las reliquias que cada uno poseyera. A más y mejores piezas santas, más visitas y más donaciones. García Sánchez decidió buscar para su monasterio reliquias notables. Tras varios intentos frustrados -nadie quería desprenderse de una buena fuente de ingresos-, decidió trasladar a Nájera los restos de Millán, un eremita que siglos antes había vivido y muerto en una cueva de la sierra de la Demanda. En torno a esa gruta se había construido primero un cenobio visigodo y luego una iglesia mozárabe que ampliada en tiempos de García Sánchez I. Este era el monasterio de San Millán de Suso (el de arriba). Sin embargo, cuando se intentó trasladar el cuerpo, la carreta de bueyes que lo transportaba se negó una y otra vez a avanzar, lo que fue entendido como una clara señal de que el eremita quería permanecer en aquel lugar. Así se fundó el monasterio de San Millán de Yuso (el de abajo), donde se encontrarían siglos más tarde las primeras palabras escritas en castellano.

Monasterio de San Millán de Yuso

En cuanto a Santa María de San Salvador de Cañas, se creó a partir de una donación hecha por Lope Díaz de Haro y su esposa Aldonza Rodriguez a unas monjas benedictinas del monasterio de Hayuela, con la condición de que aceptasen la regla del Cister, la orden que en aquel momento gozaba de mayor prestigio entre gran parte de la realeza y la nobleza de la península.

Si los monasterios masculinos eran una ocupación digna y rentable para los segundones de las familias nobles y para hombres que querían y podían dedicarse a actividades intelectuales, las fundaciones femeninas eran la única posibilidad que tenían las mujeres de idénticas características para escapar de matrimonios concertados y acceder a puestos de responsabilidad y poder. También las viudas encontraban en los monasterios lugares donde retirarse dignamente. Muchas de las donaciones que recibían estas comunidades eran realizadas por damas que se aseguraban de ese modo un retiro grato para ellas mismas o para sus hijas y parientes. Al monasterio de Cañas, por ejemplo, se retiró Urraca Díaz de Haro tras la muerte de su esposo para ser abadesa, al igual que su sobrina y sucesora, Constanza de Bearne.

Sin embargo, el modo de vida monástico ortodoxo no era suficiente para algunas mujeres, como es el caso de santa Oria. Gonzálo de Berceo nos narra su historia, basada casi con certeza en una obra desparecida de un monje llamado Munio que fue posiblemente contemporáneo de la santa. Según la crónica, Oria (o Aurea) llegó al monasterio de San Millán de Suso cuando tenía nueve años, acompañada de su madre, Amunia. Poco después, y tras leer la vida de algunas santas, decidió murarse. Se encerró en una celda de reducidísimas dimensiones desde la cual aconsejaba a sus visitantes y les hablaba de sus visiones. Murió a los veintisiete años sin haber salido jamás de su encierro. Tras su fallecimiento, su madre siguió su ejemplo y se muró de la misma forma.

Berceo escribe de esta santa: Esta manceba de Dios enamorada, más quería ser ciega que verse casada. No cabe duda de que Oria pertenecía a una familia notable, en primer lugar porque sabía leer, lo cual indica que tuvo acceso a una educación que estaba al alcance de pocas personas, y después porque a los monasterios se entraba llevando consigo una dote, y en este caso eran dos –la madre y la hija- quienes llegaron al mismo tiempo. Oria no es un caso único, sino una más dentro de una tradición de mujeres que vivían su fe de una manera especial, fuera de todo orden establecido y ajenas a cualquier norma. Si bien algunas de ellas fueron admiradas e incluso santificadas, estas formas de misticismo acabaron por ser radicalmente prohibidas por la Iglesia.

Desde nuestra perspectiva, una actitud como la de Oria resulta extraña. Hemos de hacer un enorme esfuerzo para imaginar, por una parte, la dureza de la vida civil de las mujeres en la alta Edad Media, y por otra, el ambiente de religiosidad que impregnó aquellos siglos. Las mujeres que pertenecían a la nobleza estaban condenadas a servir de mercancía para su familia a través de matrimonios concertados y a dar una abundante descendencia a su esposo. Tenían, al menos, la posibilidad de escapar a ese destino viviendo en comunidades femeninas que llegaron a ser centros de enorme influencia y poder. De las siervas de la gleba, de los miles de mujeres de las que ni siquiera nos han llegado referencias, solo podemos suponer que su existencia era realmente dura.

Catedral de Santo Domingo de la Calzada

Nuestra ruta termina en Santo Domingo de la Calzada. Se encuentra, como su nombre indica, en el Camino de Santiago y a él debió parte de su prosperidad. Al igual que Nájera, todos sus edificios históricos merecen una visita y en especial la catedral, la única que tiene en su interior un gallinero. Este milagro de la gallina, que canta después de asada para demostrar la inocencia de un reo acusado injustamente, se repite con algunas diferencias en distintos lugares de Europa y a lo largo de las diversas rutas del Camino, pero se convirtió en distintivo de la ciudad y en atracción para los peregrinos.

En Santa María la Real de Nájera están enterradas, en hermosos sepulcros, reyes, reinas, infantas  e infantes, y señores y señoras del reino de Navarra. En Cañas, descansan las abadesas, algunas también dentro de bellos túmulos, y además se guardan reliquias tan curiosas como las herraduras del caballo de Santiago y algunos cráneos de las once mil vírgenes. En San Millán de Suso, cerca de la cueva en la que se muró santa Oria, al lado de cenotafio de San Millán y frente a los sarcófagos de las infantas Jimena, Elvira y la reina Toda -la que visitó a su sobrino Abderramán II en Córdoba y pactó una alianza con él-, están los de los Siete Infantes de Lara (solo los cuerpos porque las cabezas, dicen, se guardan en Salas de los Infantes). Como de costumbre -mala costumbre- tenemos mucha más información de aquellos varones, reales o imaginarios, que de sus contemporáneas femeninas, de quienes, a menudo apenas conocemos los nombres y, en muchos casos, ni tan siquiera eso.

Ruta a seguir:  

Desde Nájera, tomar la carretera LR-113 hasta San Millán de la Cogolla, donde se encuentran los monasterios de Suso y Yuso. Hay unos 18 Km. Seguir hasta el monasterio de Cañas por la LR-206 (unos 9 Km.) y de allí hasta Santo Domingo de la Calzada, que se encuentra a unos 15 Km.

 

REFERENCIA CURRICULAR

Montserrat Cano Guitarte es escritora. Además ha sido Coordinadora del Comité de Escritoras del Club PEN de España; Jefa de Prensa de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles; Codirectora del Aula de Cine de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles; Colaboradora del Departamento de Comunicación de las Editoriales Espasa Calpe y Ediciones B y Profesora de Creación Literaria en distintas entidades públicas y privadas. En 2006, dirigió y organizó el I Congreso Internacional de Escritoras del Club PEN de España “La mujer, artífice y Tema literario”, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria. Ha realizado numerosas colaboraciones con la Secretaría de Igualdad de UGT Madrid y ha dictado conferencias sobre temas literarios y cinematográficos, siendo Jurado en certámenes literarios y de teatro. Asiduamente ha colaborado con la Dirección General de Cooperación y Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias. También fue responsable de la Candidatura ante la UNESCO para la inclusión en la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial del Silbo Gomero. Literariamente, es autora de numerosas publicaciones por las que ha sido premiada tanto en el ámbito nacional como internacional.

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