Estación de los desamparados o griterío (escenas de un gore tierno)
Lo que quiero decir está seco y se refugia en la esquizofrenia sensitiva y infiernilla del amor. Predilección por el síncope y el estertor y las balas de un cielo que escampa angustias. Premura de hurgar en el afane imaginario y quedarse muda cuando aparece lo diamante y el deseo en la muchacha que respira flores raras y se pasea en los cables de luz, contemplando la vida en alta tensión.
Lo que quiero decir es que te caería bien el rojo para un corte de piel o un estallido, maquillaje subversivo, un delinie permanente en el giro del cuchillo, corte shik y el borbotón navegando en griterío. Sí, te vas a enfriar pero estarás leidy, sonrojada y resbalosa, barroca y esperpéntica, gotosa y sanguinolenta, poética y sincopática y hasta con una simpatía de gatita kamikaze. Te colgarán en el museo palpitoso de sueños raros, perfumada de fisuras, cicatristes y joyitas. Asistirás al baile de todos los antros, danzando canciones de miedo y sus debates de lujuria dándole al estoque humedecido y marinero, revolcones de niebla. Poluciones y escondrijos para el goce ficcional y metatextureo. Y trastoques en obsesivos celofanes, hervideros de papeles que se cuecen de palabras como rumias o cenizas de un incendio de sentidos. Y el fervor de copular en las cornisas o en los paraderos ocultos por la ley de los desvíos. Ah, y el regreso a naderío.
Lo que quiero decir es alarido en las costras que cobijan una herida y ajenea curaciones y se empoza en el bramido y perdura un olvido en la mano que oscurece y gangrenea. No he firmado se me ampute y ya viene el de los filos antiséptico y cloroso a prenderme a su perdible. No he cosido mis demonios al bolsillo ni he volado por tu barrio de piruetas catatónicas ni he salvado lo inasible. Y he gritado por el corte y la falta, por restauraciones imaginarias y ortopédicos sentidos. No he cavado en los sonidos ni escalado en los pasillos torniquetes y abrasivos por el ruido entubado del respiro. No he cavado ni he luchado con la sombra ni he esperado ganar ni perder sino ser y estar como un palo arrinconado bajo la escalera, que trapea lo que abandonas y se escurre silencioso de toda vanagloria.
Lo que quiero decir es pérdida sonda, zurcido invisible de un escombro de corazones en la fosa común, en la voz de la muchacha azul, detenida en el umbral como costurera de un afuera imposible, abrasivos brazos en jirones de voces. Palabras como hueras semillas que pájaros de fuego recogen para el nido de malezas que se ha vuelto ruido. Como aquel animal que se acerca a oler lo que entibia y se acurruca en sí para abrigarse de ti. Ella contempla el alboroto de nubes en desvarío y se prende al fuego artificial de una espera de brillo ido.
Lo que quiero decir es un escombro, una estación de desamparados y un tren averiado, un lugar que no existe sino para la vida imaginaria de un amnésico. Cuántos dolores tuviste que curar para llegar a este pozo antiséptico y que ocurra la rendición, el arropo interminable que te calme del ataque, el tiempo detenido para renacer en incendiario y adentrarte en la herida para drenar lo infecto. Cuánta sangre sin correr para nadie, para el fantasma que se inocula en tu ojo y lo extravía en otro, cuánto grito amordazado y cuánto acalle que el miedo te ha dejado. Cuántos derrumbes tuviste que vivir para llegar a este construir palabras como muros de contención para este rebalse de sentido.
REFERENCIA CURRICULAR
Virginia Beatrhice Benavides Avendaño (Lima, 1976) es Bachiller en literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue codirectora y colaboradora de la Revista Dedo Critico. Publicó el poemario Exstrabismo en el año 2003. Poemas suyos han aparecido en diversas revistas del medio. Ha participado en recitales de poesía y encuentros literarios. Ha realizado performance y malabares. El año 2013 publicó el poemario objeto Sueños de un bonzo (edición de autora).