Revista con la A

25 de noviembre de 2021
Número coordinado por:
Lucía Melgar y Alicia Gil
78

La violencia vicaria: violencia contra las mujeres-madres

El cine ético de Tatiana Huezo

Conocí a Tatiana Huezo a través de su primer documental, El lugar más pequeño (2011), el cual encontré mencionado en un libro mientras preparaba un seminario sobre cine latinoamericano. Desde esa primera experiencia aprecié la cámara que se deleita en la naturaleza exuberante de El Salvador y se detiene en la lluvia, en la frondosidad de los árboles, en el agitar de las hojas. En su segundo documental, Tempestad (2016), Huezo continúa una poética basada en el testimonio, las voces de las y los sobrevivientes de la guerra de su primer largometraje son en esta segunda entrega las voces de dos mujeres sobrevivientes a la violencia sistémica, la violencia estructural ejercida sobre sus cuerpos y el de sus hijas de parte de un estado mexicano corrupto, por tanto criminal.

Este año se estrenó Noche de fuego (2021), su primer largo de ficción. También aquí la cámara busca el gesto mínimo de las flores y los insectos, destacando la belleza natural que rodea a los seres humanos en sus dramas. Los paisajes verdes contrastan con el tajo blanco y árido que deja la minería. La historia, al igual que aquellas presentadas por los testimonios de sus dos previas realizaciones, es brutal. Un pueblo gobernado por el miedo que impone el narcotráfico esconde a las niñas para evitar que sean raptadas por el cártel. Como un dios voraz o un monstruo mitológico que demanda la carne fresca, virgen, pura, las niñas, cuyos cuerpos ya son capaces de procrear, son arrebatadas de su hogar y sumergidas en el infierno de las bajas pasiones masculinas, la crueldad, la abyección, la muerte.

Tres amigas creciendo juntas -Ana, María, Paula- son las protagonistas. No se les ha dejado florecer como mujeres, sus cuerpos son cubiertos, sus cabellos rapados, en el afán de que tal vez nadie note la condena de su ser mujer. Pero el ser voraz que las reclama va contando los días que faltan para que entren a la pubertad y sin esperar un segundo ir por ellas, pese a quien le pese y dejando a su paso la sangre derramada de quienes a esos designios se oponen. Esta historia de las mil y una noche actualizadas en el siglo XXI está basada en el libro, Prayers for the Stolen (2014), de la escritora mexicano americana Jennifer Clement.

A pesar de esta trama extremadamente violenta, Huezo propone una mirada que llamo ética, dado que no muestra cuerpos mutilados, ni mujeres violadas, ni la vejación, ni la humillación, basta con saber lo que ocurrirá, basta con que la y el espectador complete la acción con imágenes ya almacenadas en su mente, para provocar el llanto, la desesperación, el horror. La violencia está presente, sin embargo, no se retroalimenta, no se reproduce con nuevas imágenes que sólo vienen a decirnos lo que ya sabemos y a hacernos sentir un poco más vulnerables, más asustadas, más desesperanzadas. Su cinematografía se casa con la posición ética de no generar más violencia y de tocar los corazones de una sociedad que decida detenerla.

Las dos soluciones que se intentan para impedir el sacrificio de Ana, María y Paula parecen fracasar. La alianza de los hombres con la masculinidad hegemónica no impedirá la perpetuación de la violencia en sus “propias” mujeres, ni convertirá ningún cuerpo de niña en intocable por la supuesta camaradería. La estrategia del subterfugio, del enterramiento en vida, salvará a algunas, pero no es infalible, eventualmente de tanto buscar, se encuentra.

La película plantea una única alternativa: el enfrentamiento del mal a través de la unión y la solidaridad. Parecerá una respuesta utópica y condenada al fracaso, pero desde mi punto de vista es la lucha, la liberación del alacrán que Ana lleva por dentro, lo único que podrá impedir que la violencia la destruya completamente. La unión de hombres y mujeres, padres, hermanos, hijas, madres, la sociedad entera, es indispensable para derrotar a un mal que es egoísta y que se basa precisamente en engendrar un miedo ciego y sordo, que consume a cada quien en solitario para impedirles ver a quienes están al lado, sufriendo de lo mismo.

A los premios que Huezo ya ha cosechado por sus dos primeros largos, Noche de fuego ha añadido una mención especial en el Festival de Cannes, en la categoría “Una cierta mirada”, y el premio a mejor película en el Festival de San Sebastián, en una lista de galardones que estoy segura apenas comienzan. Esta tercera entrega termina de consagrar a Tatiana Huezo como una de las mejores directoras y guionistas del cine mundial. A su vez, impone la búsqueda de alternativas visuales a la violencia, que cumplan con el compromiso ético de detener la violencia asesina de niñas en todos los rincones del mundo y detener también la normalización de imágenes y representaciones que las vuelven a violentar y a victimizar. Esta, como toda la obra fílmica de Huezo, es simplemente imprescindible.

 

REFERENCIA CURRICULAR

Bethsabé Huamán Andía es crítica de cine y crítica literaria. Escritora, Feminista y pescetariana. Licenciada en Literatura, magister en Estudios de Género y Doctora en Literatura.

 

 

 

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