Editorial
Una de las características del Feminismo, que ha venido desarrollando durante sus 300 años de Historia, es la capacidad de las feministas para sacar partido y encontrar un lugar propio dentro de las propuestas teóricas, de diferentes ámbitos del conocimiento y de la vida, pergeñadas inicialmente por “doctos varones” inequívocamente falocéntricos y misóginos, poniendo en marcha métodos de análisis singulares para rescatar los elementos válidos de tales teorías y experiencias, deconstruyéndolas, “limpiándolas de todo lo pernicioso para las mujeres” y utilizándolas para abrir nuevas vías de análisis y reconstrucción de aquellos elementos, positivos para toda la humanidad, que permiten trazar nuevos caminos para ampliar el conocimiento sobre el ser humano, en general, y particularmente sobre las mujeres. Me estoy refiriendo -obviamente, dado el tema monográfico de este número de con la A- al psicoanálisis, esa escuela de la psicología que, tal y como señala Bruna Camillo Bonassi, “… se conjuga con su tiempo histórico, su teoría se construye y se reinventa en la medida en que la experiencia clínica la alcanza. Cambiarla, sin embargo, exige una dosis de coraje para cuestionar lo que está institucionalizado”, y especialmente a su figura paterna: Sigmund Freud. No seré yo -me faltan herramientas teóricas y conceptuales- quien desde aquí realice una crítica ni al padre -cuya crítica me reservo para mejor ocasión- ni a su criatura, el psicoanálisis, a la que en sus distintas derivas reconozco, de antemano, valores esenciales que han revolucionado el campo de la psicología y de la percepción del “ser humano”: la puesta en juego del “inconsciente”, la relevancia del lenguaje -tanto de lo dicho como de lo silenciado-, la “falta” como posibilidad de transformación y de creatividad, la “escucha” como instrumento de sanación, la desacralización del biologismo en la atención a las enfermedades o a los malestares mentales, la sexualidad como fuerza motora del ser humano, el peso de la culpa… y un sinfín de conceptos que han sido incorporados tanto por distintas corrientes psicológicas, críticas e inclusive contrarias al psicoanálisis, como por diferentes áreas de conocimiento no relacionadas con la psicología, impregnando, incluso, el lenguaje común. Leamos pues con atención este número que nos va a permitir conocer más a fondo el psicoanálisis, cuya influencia ha sido determinante para la reconfiguración y desarrollo de distintas corrientes del feminismo, de la pedagogía crítica, de la sociología, de la comunicación, de la literatura, del arte…
Alicia Gil Gómez