Revista con la A

25 de enero de 2020
Número coordinado por:
Lucía Melgar
67

Violencia Institucional en América Latina

Dinámica simbólica en la astrología

Para responder a las distintas demandas de muchas y muchos de vosotros pidiéndonos que publicara de nuevo el artículo de introducción de la serie Símbolo y Zodiaco, que iniciamos en 2014, y al que no pudisteis acceder en su momento, he aquí el primer artículo que abrió esta sección que, tal y como señalé en su momento, nació con la pretensión de hacer de ésta una sección cultural, amena e informativa desde la perspectiva del conocimiento astrológico, uno de los logos más serios, profundos y holísticos que he conocido, al que he dedicado incontables horas de estudio durante más de cuarenta .años y sobre el que sigo estudiando con total interés y vocación.

Conocimiento que cuenta con 4000 años de existencia, que inauguró la primera Universidad que existió y de la que se desgajaron, posteriormente, todos los demás conocimientos, hijos de esta Madre Universal que llamamos Astrología y sobre la que se suele tener una información totalmente desvirtuada, habitualmente por aquellos que nunca la estudiaron y mucho menos la comprendieron. Espero poder explicar su lenguaje (con la ineludible brevedad que exige el medio), como forma de entenderla, y combinarlo con las previsiones o acontecimientos que vayan o estén experimentando los diferentes signos zodiacales -siempre de forma general-, lo que no significa que no vayáis a reconocer las experiencias vitales por las que estáis atravesando (que no podré pormenorizar ya que para esa posibilidad hay que hacer un estudio basado en datos individuales). Pretendo, tan solo, introducir a aquellas personas interesadas en el conocimiento del Símbolo Astrológico, con la seriedad y el rigor que entraña -que no suelen estar presentes en la mayoría de otras publicaciones- y con la secuencia que me permita el tiempo que pueda dedicarle.

Me interesa aclarar que, tanto desde el punto de vista individual como colectivo, la conciencia es apenas un pequeño faro, lentamente desarrollado, que emerge de un mar infinito, insondable y casi totalmente desconocido, que llamamos inconsciente. Por más que nos empeñemos en conocernos a nosotras y nosotros mismos, estudiar el comportamiento humano, describir la historia de la humanidad o el devenir del hogar que llamamos Tierra, incluso cuando construimos artefactos como los microscopios o telescopios en pos del porqué de nuestra existencia, cuando miramos atrás, ineludiblemente, nos vemos en la obligación de rectificar, cuestionar, e incluso negar aquellas verdades, formas de comportamiento o construcciones sociales que hemos creído válidas y acertadas. Categorizar la diferencia entre consciencia e inconsciente es una labor prácticamente imposible ya que, en sí mismas, son energías que se niegan a la categorización, salvo cuando aceptamos que la conciencia consiste en lo que sabemos o sabemos que sabemos y el inconsciente en todo lo demás que no sabemos. Esta diferencia se encuentra diaria y anualmente representada en los ciclos de luz y oscuridad que determinan nuestra vida diaria e incluso nuestras estaciones, teniendo claro, en principio, que no vivimos en la luz sino hacia la luz, y que tanto la luz como la oscuridad absolutas nos ciegan, por lo que nuestra experiencia transcurre en un mundo de sombras. En este sentido, podemos observar que los seres humanos mantenemos dos posturas básicas: de día, de pie, erguidos, conscientes y activos, verticales al plano de la tierra; de noche, en reposo, tumbados, inconscientes, pasivos, horizontales al plano de la tierra. Es importante detenernos en lo que estas dos posturas significan ya que la humanidad se desarrolla cuando el animal, que dirige la mirada hacia la fuente de su alimento en la tierra que lo acoge, se yergue, verticaliza su columna vertebral, dirige su mirada hacia la ventana celeste e infinita que se abre ante el ofreciendo otro tipo de alimento, y modifica su estructura física convirtiendo sus miembros superiores en manos capaces de construir herramientas, que puede utilizar a través de un dedo oponible que desarrolla a diferencia de la morfología de otros seres vivos. Estas dos posturas nos sumergen en dos actividades mentales que corresponden a lo que llamamos consciencia e inconsciente y en el que la primera, vertical y diurna, observa lo que considera realidad a través de sus sentidos físicos, activando el pensamiento lógico, secuencial y analítico, y utilizando como principal herramienta la palabra y la escritura, donde el cuerpo y el cerebro se encuentran en una situación de gasto de energía. Cuando llega la noche necesitamos la horizontal, momento en el que entramos en una situación de inconsciencia, aparente pasividad donde recargamos energías, asimilamos la experiencia diurna y nuestro cerebro activa un tipo de lenguaje ilógico, irracional, que se manifiesta en imágenes intensas, coloristas, cargadas de sentimientos y emociones, cuyo significado  nos resulta difícil entender o clasificar, en una experiencia parecida a la entrada de Alicia en el País de las Maravillas. A estas imágenes vivientes, autónomas, incontrolables y llenas de un significado a veces absurdo para la razón, que normalmente desaparecen de la conciencia unos minutos después de despertarnos, las consideramos Símbolos, o expresión y herramienta de comunicación del nivel mental que consideramos Inconsciente. Situación mental que, ni es inactiva, ni absurda, ni carente de significado, sino simplemente el lenguaje universal por excelencia, presente a lo largo de los tiempos en todas las culturas, y explorado con dificultad por la Psicología, el Arte, la Antropología y otros muchos logos, y más acertadamente a través de los Mitos, apenas comprensible para el individuo normal, siendo que una parte de sí mismo lo habla, manifiesta y utiliza casi constantemente siendo -y esto es importante- que desde la incomprensión de su significado, maneja su consciencia, sus elecciones, sus emociones y, por tanto, su vida.

Estas dos posturas, actividades mentales o situaciones psíquicas pueden analogarse: la primera a la palabra Diábolo, Diabalain, diabolizar, separar, dividir, analizar, razonar, actividad necesaria cuando queremos profundizar en el conocimiento, al modo de la observación de una naranja a la que hay que pelar para saber lo que contiene y estudiar en gajos que llamamos especialización, o lo que es lo mismo observar el todo desde sus partes, mientras que Simbalain, o Símbolo supone unión, totalidad, intuición y síntesis, que observa la totalidad sabiendo que el ser humano, todo lo que vive y el Universo en sí mismo es un holograma, y que cada parte contiene al todo, o lo que es lo mismo, en cada porción de cada gajo se encuentra toda la naranja. En realidad, la primera ley por excelencia que dice que “lo que es arriba es abajo”, nos hace observar la estructura de un átomo, el sistema solar o la composición de una galaxia, como algo que se manifiesta y comporta de forma similar, así como la Teoría del Big Bang nos relata en esencia la secuencia y desarrollo de un zigoto.

La Astrología utiliza este lenguaje mítico a través del estudio de su principal Símbolo, el Zodiaco. En próximos artículos os lo iré desgajando, pero ahora, debido a la brevedad de la que os hablé al principio, y como aún no es momento de hacer previsiones por signos ya que pretendo hacerlo al tiempo de explicarlos, os cuento un mito con raíces astrológicas que pone de manifiesto un aspecto de la situación mundial en la que estamos inmersos.

A Hércules, el héroe que debía demostrarlo, se le encargaron doce trabajos que representan en su conjunto el viaje hacia la individuación. El octavo consistía en matar a la Hidra de las 9 cabezas, una de las lecciones del planeta Plutón señor del signo de Escorpio, cuyo trabajo actual fue visualizado exactamente en febrero del 2008, trabajo que representa el combate con un tipo de bestia que mora y crece en la sociedad y en todo ser humano, y cuya sustancia se nutre de nuestras más oscuras emociones, ambiciones y sentimientos. Un animal cuya residencia es la cueva en un pantano de aguas putrefactas y venenosas, bestia que está devastando el país de Lerma. Tratar de matarla es una gesta inútil porque es inmortal y solo puede ser transformada, nunca muerta, es además peligrosa, incluso mortal, razón por la que los dioses le dieron a Hércules algunos consejos, sobre todo porque su arma era apenas un garrote con el que pretendía matarla, algo que a veces intentamos hacer con nuestras emociones apartándolas de la conciencia de forma inadecuada. Le dijeron: “Tiene 9 cabezas que rodean la principal, no cortes ninguna de las 9, porque de cada una nacerán otras 3, la  principal es la importante (…) Cuando te enfrentes a ella contén la respiración porque su hedor es infecto y mortal (…) Arrodíllate ante ella y extiende tu brazo, coge su cabeza principal y sácala a la luz, entonces corta la cabeza y entiérrala (…) Y recuerda: Nos elevamos arrodillándonos, conquistamos entregándonos, ganamos renunciando”. Hércules se dirige al pantano y desde sus orillas le lanza flechas encendidas en brea dentro de la caverna lo que consigue enfurecerla y sacarla a la marisma. En un principio se lía a garrotazos indiscriminadamente tratando de descabezarla pero, como le advirtieron, de cada cabeza nacen otras tres cada vez más furiosas y encolerizadas, con lo que la bestia se hace cada vez más poderosa y omnipresente, ningún monstruo puede ser vencido utilizando solo la fuerza bruta, son necesarias la reflexión, la comprensión y la conciencia. Hércules, entonces, recuerda el consejo de los dioses, se arrodilla en la ciénaga sumergiéndose en el fétido lodo y contiendo la respiración coge la cabeza principal sacándola a la luz -una luz ante la cual la Hidra pierde su poder ya que solo lo tiene en el pantano y la oscuridad-, ahora Hércules puede descabezarla, cosa que hace y cogiendo la décima cabeza corre a enterrarla, como le dijeron, observando entonces que la monstruosa cabeza se ha transformado en una joya.

La Hidra representa, personal y socialmente, nuestros más oscuros sentimientos, sus atributos son la ira, la venganza, la envidia, la codicia, la lujuria, los celos, el ansia de poder, la cínica negación. Esta bestia inmunda y su oscura podredumbre está afectando a la sociedad desde su base hacia la cúspide social, cuestionando los dos poderes principales, el económico-político y el religioso y, por tanto, la construcción social; en otro nivel, afecta al clima y al planeta en su conjunto y por tanto a la salud terrestre. Su hedor y fealdad nos mata como ciudadanos y ciudadanas y nos condena a muerte, incluso literalmente; mantenerla en la oscuridad le da poder y capacidad de destrucción, ya que no podemos enfrentar lo que no conocemos, y así ha podido actuar durante tanto tiempo hasta que su nivel de destrucción y su hedor insufrible la ha hecho descaradamente visible; elevarla a la luz de la conciencia y del conocimiento social es el camino que impide que esos atributos puedan atacarnos inesperadamente ya que el conocimiento supone dominio, por lo que la clave es sostenerla fuera de la ciénaga a la luz de la conciencia, momento para combatirla. Los problemas que socialmente tenemos están representados por esta bestia cuyos atributos están presentes cada día en periódicos, televisiones, radios y cualquier medio de comunicación; en las conversaciones entre amistades, familiares, en bares y asociaciones; en la basura que revuelven las y los hambrientos; en la desprotección de la infancia sin futuro y las personas ancianas sin presente; en las cuchillas que revisten las fronteras deteniendo, hiriendo y matando a seres humanos -a los que se llama ilegales y no desesperados-, al tiempo que envenena nuestros ríos, las tierras en las que cultivamos el alimento y el aire que respiramos, infectos de desechos tóxicos, en un planeta maravilloso y herido de muerte por la codicia y la comodidad, que se convulsiona provocando hundimientos, tsunamis, terremotos, con los cambios de clima, las guerras, la hambruna y la enfermedad de muchos pueblos; es decir, exponiéndolos a la luz y la conciencia ciudadana, ante los que la sociedad lanza gritos de cambio. No son cosas que no hayan ocurrido antes pero sí están ocurriendo de forma mucho más virulenta, global y al tiempo. No hay una sola guerra, no hay un solo país enfermo, no ocurre solo una catástrofe ambiental, ocurre todo a la vez porque este mundo, que llamamos de progreso, ha construido una sociedad que se sostiene sobre una ciénaga corrupta donde mora esta bestia insaciable, ávida de poder económico, político y religioso que devora al planeta y a sus habitantes.

Es momento de renunciar y entregarse al cambio, de aceptar que hay cosas que deben morir: no hay vuelta atrás, no sirven las viejas formas, los paradigmas obsoletos, los discursos vacíos ni las mentiras que se adueñan de los púlpitos y los escaños de nuestros representantes. No hay vuelta atrás, pero tampoco es momento para dejar que nos devoren. Es momento de mirar al monstruo, a la Hidra,  a la cara, no directamente porque es de tal fealdad que te sume en la desesperación y la depresión que es una forma de muerte; hay que arrodillarse ante ella porque es poderosa y porque, como aconsejan muchas disciplinas orientales, reconocer y rendir pleitesía al oponente es una baza para ganar la batalla. Cortar la cabeza principal supone ir a la raíz del problema sin rodearlo inútilmente, amputando lo que no es importante ni está en su raíz; hay que descabezar el problema principal que reside en la corrupción política-económica y religiosa siendo conscientes de los fallos sociales, el excesivo consumo, la aniquilación del planeta, el abuso de sus recursos, la desigualdad social, cultural y de género, la infelicidad y el descontento ciudadano. La energía de Plutón es una energía higiénica, no permite la ignorancia, trata de que la sociedad y cada uno de los individuos que la componen maduren desde el conocimiento; por esa razón barre la basura que está debajo de las alfombras y en los rincones, donde nunca se mira y nunca se limpia, exponiéndola en el centro de la mirada social; la hemos visto literalmente en muchas ciudades donde la basura inunda las calles con un hedor insoportable y ante la que la ciudadanía tiene que retener la respiración. Se llama Hidra, Crisis, en algunos medios de comunicación la he oído nombrar como “La  Bicha” y supone una oportunidad de cambio si se la transforma. La basura, en todas sus manifestaciones, es una fuente infinita de riqueza y de vida, pero transformarla requiere madurar en responsabilidad y respeto hacia nuestras y nuestros  compañeros de viaje y hacia el hogar en el que vivimos y que llamamos Tierra. Si no nos comprometemos, si no renunciamos a lo que es inútil, si no estamos en disposición de abordar un cambio heroico, no ganaremos, no nos elevaremos, no conquistaremos el derecho a vivir en una sociedad más digna y moraremos con ella en la oscuridad de su caverna.

Como decía José Luis Sampedro, “… no es bueno un poco de libertad, ni un poco de indignación…”. Si no reflexionamos, si no usamos la energía que provoca la rabia y la fuerza que produce la comprensión, es mejor bajar a los infiernos y subir con la determinación de los héroes como armas. Ese es Plutón, el dios de la muerte y la regeneración, señor de los infiernos, cuyo sobrenombre es “El Rico”.

 

REFERENCIA CURRICULAR

María Garrido Bens es astróloga, con una experiencia profesional de 45 años como docente y consultora en el campo de la Astrología tanto personal como mundial. Experta en Lenguaje Simbólico y Mitología aplicada a la Psicología. Profesora de Evolución Mental, Sanación y Meditación. En la actualidad ocupa el cargo de Tesorera de la Asociación con la A.

 

 

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