Revista con la A

26 de mayo de 2017
Número coordinado por:
Hortensia Hernández
51

Alzamos la voz con las mujeres de Chibuleo

Carmen Conde y Cartagena

Carmen Conde

Como por este hemisferio comienzan los calores y dentro de poco andaremos buscando la brisa marina, les propongo un viaje a una ciudad a orillas del Mediterráneo. Aquella en la que nació, en 1907, una mujer notable que fue, entre otras cosas, la primera que ocupó sillón en la Real Academia Española: Carmen Conde.

De los seis a los trece años, Carmen Conde vivió en Melilla con su familia. Luego volvería a la península y el tiempo que le tocó vivir la llevaría de acá para allá, pero siempre volvería a su ciudad. Tanto fue así que en su testamento, donó al Ayuntamiento de Cartagena la totalidad de su obra literaria y la de su marido, Antonio Oliver.

Pero se nos pone difícil recorrer Cartagena en poco tiempo porque esta ciudad de larga historia tiene mucho que ver, así que esta visita tiene que centrarse. Y como Carmen Conde era una amante de la difusión de la cultura, lo haré en el pasado remoto, aquel que nos lleva a los años en los que el Mediterráneo era un trajín de intercambios entre culturas. Allá por finales del siglo III antes de nuestra era. Les pongo en contexto:

Como saben, fue el púnico Asdrúbal quien, sobre el asentamiento íbero de Mastia, fundó Qart Hadasht, la actual Cartagena, entonces una magnífica ciudad portuaria según el modelo de la propia Cartago y de las ciudades helenísticas que, por su situación geográfica, era crucial en las relaciones con las islas del Mediterráneo y con África.

Una de las salas del Museo Nacional de Arqueología Subacuática

Asdrúbal era el yerno de Amílcar. Éste era un aristócrata de Cartago que se ganó el sobrenombre de Barca (“Rayo”) en sus victorias militares y el que inició una empresa personal y familiar, aunque comprometida con su comunidad y sus dioses, con la figura de Alejandro Magno como inspirador. Los Barca contaban con un proyecto político para Iberia que tenía como objetivo crear un estado cartaginés en ese territorio, con la base de una ideología influida por la de la monarquía helenística. Y como no podían ser los príncipes de Cartago que hubieran deseado, sí lo intentaron en los límites de los territorios cartagineses. Por eso desembarcaron en Gadir, en 237 a.C., y esa ciudad, bajo la protección de Melqart, fue para ellos el símbolo de un nuevo tiempo y proyectaron políticamente sobre ese territorio la helenización cartaginesa. Luego, Asdrúbal acentuó el proceso con la fundación de Qart Hadasht y en su ambición monárquica buscó -sin llegar a conseguirlo- abolir la oligarquía. A pesar de todo, el Senado cartaginés fue consciente de estas maniobras y denunció el afán monárquico de Amílcar y su propósito de transmitir el poder hereditariamente, aunque terminó por percibir a Asdrúbal como un basileus con cierta autonomía de poder.

En aquella época, el núcleo urbano de la actual ciudad de Cartagena se enmarcaba entre cinco colinas y se protegía con una muralla. Uno de sus lienzos puede verse aún en el Centro de Interpretación, es el de la ladera sur del Monte de San José, llamado, en la antigüedad, Aletes. Por ahí puede empezar nuestra visita. Impresionan esos muros paralelos de grandes bloques de arenisca que llegaron a tener más de tres metros.

Y si la muralla les protegía por cinco costados, el mar lo hacía por el sexto. Por eso, podemos visitar después el Museo Nacional de Arqueología Subacuática y poner especial atención en las piezas extraídas del yacimiento subacuático del Bajo de la Campana (San Javier), una roca sumergida causante de muchos naufragios, entre otros de un barco fenicio que cargaba materias primas (defensas de elefante, lingotes de estaño y de cobre, plomo) y productos manufacturados (ánforas con vino, cerámicas, perfumes, huevos de avestruz decorados, mangos de marfil para dagas…). Todo un tesoro. La sala del Museo, dedicada a la navegación desde la época fenicia hasta la Edad Moderna, se llama Mare-Hibericum. ¡Para pasar allí un día entero!

Nuestra anfitriona, Carmen Conde, no llegó a ver tales maravillas, pero seguro que le hubiera gustado porque ella, que era maestra como ya les he contado, amaba la difusión de la cultura. De hecho, con su marido participó en distintas iniciativas de educación popular durante la República. La más conocida la que fundó en 1931, la Universidad Popular de Cartagena, que perduró hasta ser destruida durante la Guerra Civil. La institución contaba con Biblioteca de adultos, Biblioteca infantil (de las primeras en España) y Cinema educativo. Celebraron en ella exposiciones, audiciones del Archivo de la Palabra donado por el Patronato de Misiones Pedagógicas, conferencias y controversias. Uno de los invitados fue Miguel Hernández, que se convirtió en amigo del matrimonio; otros fueron: Ramón Sijé, Margarita Nelken, Mariano Ruiz-Funes, Guillermo de Torre, María de Maeztu, Elena Fortún… Muchos años después, cuando las universidades populares se implantaron en ayuntamientos españoles, a Carmen Conde no le agradó que se le vinculara al nuevo proyecto y así lo manifestaba en1977 en la sección de Opinión de un periódico nacional: Debo poner en claro que aquella Universidad Popular de Cartagena que en 1931 fundamos Antonio Oliver Belmás y yo, no tiene ninguna relación con la que ahora intenta poner en marcha el PSOE de Murcia en las lagunas de Ruidera. Nuestra Universidad Popular jamás se inclinó a ninguna tendencia política y sus actividades culturales a las cuales nos ayudó generosamente el Patronato de Misiones Pedagógicas fundado por el señor Cossío y del cual era secretario el señor Santullano, se mantuvieron dentro de la más amplia convivencia solidaridad y tolerancia humanas. Sin ninguna distinción de clase ni de ideas.

Y es que si algo distinguía a Carmen Conde era su amplitud de miras. Antes de la Guerra Civil se trasladó a Madrid y estableció amistades intensas de las que el novio de Carmen sentía celos: Estoy harto de tu amiga Ernestina [de Champourcín], de Berta [la rapsoda ruso argentina Berta Singerman], de J. R.[Juan Ramón Jiménez], de Miró, del Club (…) Precisamente esta tarde me he enterado de los cafés que frecuentaba en Madrid Concha Méndez. Que no sepa yo que te vas con Maruja Mallo, le escribía desde Cartagena mientras ella vivía en Madrid relacionándose con Juan Ramón Jiménez, los reconocidos poetas de la generación del 27 y las también poetas y artistas que conocemos ahora como las Sin Sombrero. Carmen y Antonio se casaron en 1931.

En 1936 conoció a otro de sus amores, Amanda Junquera, esposa del Catedrático de Historia Española Cayetano Alcázar, que impartía clases en la Universidad de Murcia y que había colaborado con la Universidad Popular.

Durante la Guerra, Carmen no dejó de escribir. A veces con seudónimos como Florentina del Mar, Asunción Parreño o Magdalena Noguera. La vigilaban de cerca. Ya instalada en Madrid, en la década de los 40, empezó a colaborar con Radio Nacional de España y se encargó de la asesoría literaria de la Editorial Alhambra, colaboró en la Sección Bibliográfica del CSIC y en la Sección de Publicaciones de la Universidad Central de Madrid. En estos años publicó algunas de sus obras poéticas más importantes: Ansia de la Gracia, Mujer sin Edén, Mientras los hombres mueren (que expresa en palabras de la autora «el profundo desconsuelo que siente una mujer ante los inescrutables designios que permiten el horror donde vivía confiada la sonrisa«)

En el año 1956, el matrimonio gestiona la cesión al Ministerio de Educación Nacional del archivo de Rubén Darío, que estaba en poder de su última compañera, Francisca Sánchez.

Y la vida continuó entre libros, premios y viajes hasta que, en 1978, fue elegida académica de número en la Real Academia de la Lengua. Luego, la enfermedad del olvido, el Alzheimer, que, a pesar de todo, le dio tregua para seguir trabajando durante muchos años.

En su testamento legó al Ayuntamiento de Cartagena la totalidad de su obra literaria y la de su marido y éste se comprometió creando un Patronato Municipal Carmen Conde-Antonio Oliver en 1995. El Museo puede visitarse en el Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy, donde se pueden ver algunos de los muebles que tenía en Madrid y su biblioteca de casi diez mil volúmenes.

Carmen Conde murió en 1996 en una residencia en Majadahonda (Madrid) pero su espíritu probablemente siga en Cartagena, aquella antiquísima ciudad púnica.

PARA SABER MÁS sobre Carmen Conde

Patronato Carmen Conde-Antonio Oliver – Carmen Conde Poemas Manuscritos

Sobre los Barca y la cultura cartaginesa:

«Los molinos de velas» (En «Los poemas de Mar Menor», 1962)

 

 

REFERENCIA CURRICULAR

Pepa Franco Rebollar es consultora social; empresaria desde hace más de veinte años; experta en intervención social y políticas de género. Coordina proyectos de investigación, formación y apoyo a las organizaciones sociales, entidades y organismos de la Administración. Además de su profesión, de sus amistades y de su familia, le apasiona la Literatura y la Historia.

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