Urdimbres
Nos hacen creer que somos personas inmarcesibles, independientes e irresponsables.
Nos hacen creer que nada es finito, que la diversidad implica caos y que nuestro mundo es inmutable.
Nos hacen creer que nuestra existencia es lineal, sin altibajos emocionales o físicos y siempre ascendente.
Y nos lo creemos.
Y creemos y vivimos de acuerdo a esa ilusión de nuestra esencia como persona y de nuestro entorno natural.
Nos levantamos cada día, y nos preparamos para una nueva jornada y comienzan nuestras contradicciones individuales y colectivas.
Desayunamos cafés y tés cultivados en países lejanos, cada vez más lejanos, donde personas como nosotras sí son dependientes de nuestras necesidades aunque les impliquen perder su diversidad natural, cultural y su salud.
Nos tragamos kilómetros en traslados desde nuestra morada al trabajo, del trabajo a los centros sociales comerciales, de los centros a la morada, de ésta a nuestros núcleos familiares. En un continuo ir y venir en transportes alimentados con energía que sí es finita y por ende codiciada y por ende disputada y conquistada a través de conflictos sociales y territoriales cuya ciudadanía sí ve depender su existencia de nuestras necesidades.
Nos cubrimos y adornamos nuestros cuerpos con tejidos y objetos manufacturados por empresas que nos hacen creer que necesitamos cosas para existir. Y los compramos como excelentes sordas selectivas que somos. No nos interesa salir de la inconsciencia y no nos cuesta nada mirar para otro lado ante la devastación de amplias zonas de ecosistemas naturales que nos proporcionan oxigeno que hace vivible nuestro querido planeta. Vivible y respirable.
Lo que NO nos hacen creer es que somos grandes depredadores. Depredadores caprichosos e insaciables.
Creamos inmensos colectivos de dependientes para mantener la ilusión de que nosotras no lo somos.
La realidad es que somos grandes productores de guerras para obtener recursos minerales o para obtener tierras fértiles, que originamos mucha pobreza, que originamos unos altos porcentajes de trabajo cuasi esclavo y mucho, demasiado, trabajo infantil.
Originamos la creación de estructuras políticas y sociales muy sensibles a las necesidades de las multinacionales e inflexibles con las demandas de su ciudadanía.
Originamos mucha desigualdad, las mujeres y niñas sufren consecuencias físicas adicionales en los escenarios sociales desestructurados al ser usadas, también, como esclavas sexuales o botines de guerra.
¿Cómo podemos conseguir ser tan inconscientes ante tanta devastación?
Nos alejan y nos dejamos alejar del mundo real.
El modelo socioeconómico ha encontrado la solución para no perturbar nuestra existencia y acallar nuestras inmaculadas conciencias, nos enmascaran las consecuencias de nuestros actos con una realidad paralela, digital, llena de colores, idílica.
Y nos la creemos.
Nos hemos convertido en glotones insaciables y egoístas, pero las digestiones y los malos olores de nuestras ingestas están llegando a nuestros espacios privilegiados y asépticos.
Y nos está enfermando, cómo al resto de la comunidad vegetal, animal y humana que ya lleva tiempo con varios grados de fiebre, y subiendo, siendo cada vez más evidentes los síntomas de la enfermedad.
Es necesario construir modelos vitales cuyos pilares sean la sobriedad en los consumos, la consciencia de que los seres humanos vamos unidos de un modo inseparable al destino de nuestro entorno natural y que nadie es autónomo y autosuficiente.
Racionalidad y emoción. Necesitamos a ambas, para construir una nueva urdimbre, con otros hilos más cercanos a nuestro entorno natural, social y personal.
Es el gran reto. Y todavía es posible.
Sólo llevamos décadas de locura autocomplaciente frente a centenas y centenas de años donde construimos otras urdimbres para sobrevivir.
Recuperar, rescatar, readaptar e interpretar esos modos y culturas más sobrias, olvidadas y enterradas por las sociedades avanzadas, y mantenidas por las culturas indígenas en otros continentes y en las culturas rurales de nuestra realidad más cercana.
Utilicemos esos hilos con los que tejer nuevas relaciones para afrontar los retos de gran envergadura global que se nos avecinan.
¿Tejemos?
Araceli Benito de la Torre es Socióloga e Informática de profesión. Le apasiona la naturaleza y cree en la ecología política y en la egoecología -la necesidad de gestionar de forma más natural nuestro yo interior-. Por eso, imparte cursos de Inteligencia Emocional y Técnicas de Autoconocimiento. Disfruta aprendiendo de las y los demás y realizando cosas nuevas, por lo que considera que este espacio es una oportunidad para seguir disfrutando y creciendo.