Tarifazos, desempleo, ajuste: el hambre también es violencia
El cartel que ocupaba de lado a lado una de las principales avenidas de Buenos Aires lo decía todo: “Ni una trabajadora menos”. Era un gran cartel -uno de los tantos- que había en la última marcha contra la violencia machista en la Argentina, la ya famosa marcha #NiUnaMenos
El cartel que ocupaba de lado a lado una de las principales avenidas de Buenos Aires lo decía todo: “Ni una trabajadora menos”. Era un gran cartel -uno de los tantos- que había en la última marcha contra la violencia machista en la Argentina, la ya famosa marcha #NiUnaMenos. Este 3 de junio, como hace un año, miles de mujeres marcharon en todo el país para exigir el fin de los femicidios, el fin de la violencia contra mujeres y niñas. Esta vez, también hubo fuertes reclamos para terminar con los despidos, la precarización laboral y el aumento del hambre que viene generando el plan económico y social que ha puesto en marcha el gobierno del empresario Mauricio Macri.
Apenas asumió el gobierno nuevo empezó con lo que llaman la etapa de “sinceramiento”, que no es otra cosa que echar para atrás casi todo lo realizado por el gobierno anterior. La destrucción de los programas implementados en la Argentina durante los 12 años anteriores es una especie de revancha política, pero también la puesta en marcha de un modelo de país opuesto al que se había forjado.
Las consecuencias del modelo neoliberal no se hacen esperar. Según un estudio del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, entre fines de 2015 y abril de 2016 la pobreza y la indigencia en el país aumentaron. En estos meses de gobierno macrista hay 350 mil nuevos indigentes (en total 2,3 millones) y se sumaron 1.400.000 personas más a las que viven por debajo de la línea de pobreza (en total 13 millones).
Las mujeres sufren tres veces más desempleo que los varones. Y como ha sido tendencia desde hace tiempo, la pobreza ha ido en aumento más significativamente entre las personas que integran hogares con jefas mujeres
El 75% de los trabajadores pobres son precarios o están desocupados. En general, las mujeres sufren tres veces más desempleo que los varones. Y como ha sido tendencia desde hace tiempo, la pobreza ha ido en aumento más significativamente entre las personas que integran hogares con jefas mujeres.
Lo terrible de este informe es que estos nuevos datos sobre la pobreza no tienen en cuenta la repercusión de despidos, reducciones de salarios y cesantías, ni los impiadosos aumentos en las tarifas de luz, gas, agua y combustibles que se han dado en estos meses (en muchos casos subieron más de 10 veces). El empleo, en cambio, ha bajado. Según el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), entre diciembre de 2015 y marzo de este año hubo 142 mil despidos; el 52% correspondió al ámbito privado y el 48% a empleados del Estado.
La demanda en los comedores escolares ha aumentado como consecuencia de la desprotección estatal. Chicas y chicos llegan a las escuelas mareados porque no comieron en sus casas. Y a diferencia de las tarifas de luz, gas y agua, el presupuesto para los comedores escolares no aumenta. Al menos no en la cantidad que tantas chicas y chicos necesitan.
El nuevo presidente (y sus aliados en varias provincias) también han desmantelado la gran mayoría de los programas sociales que contenían el aumento de la pobreza y reforzaban la protección de derechos. Y si no los desmantelan, amenazan con hacerlo. El juego es sádico; la estrategia parece ser primero pegar y luego ofrecer disculpas.
A poco de asumir y reorganizar toda la estructura ministerial, el gobierno despidió a 19 trabajadora/es del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable y a 11 de la Dirección Nacional de Maternidad e Infancia. Un tiempo después, el responsable de las áreas resolvió «dejar sin efecto la rescisión de los contratos». El PNSSyPR provee anticonceptivos de todo tipo y hormonas para las personas trans, entre varias funciones más.
De los ocho empleados/as con los que el programa “Con vos en la Web” contaba para generar conciencia entre chicas y chicos sobre cómo evitar peligros en las redes sociales, ahora sólo hay dos; el resto fue despedido.
El Programa de Educación Sexual Integral (ESI) del Ministerio de Educación que obliga a dar ESI desde el jardín de infantes hasta el secundario no cerró. Sin embargo, no tiene presupuesto para prevenir noviazgos violentos y abusos sexuales. Además, la ley que lo creó se está modificando para conformar a los sectores más retrógrados.
Este plan de ajuste y vulneración a Melisa Borgarin le costaron la vida. Tenía 30 años y era empleada de Pro Huerta, un programa destinado a poner en marcha huertas orgánicas en hogares y comunidades. Estaba aterrorizada con la posibilidad de llegar un día a su trabajo y encontrarse con que había sido despedida. La incertidumbre la hizo decidir reunirse con sus jefes y plantearles pasar a planta permanente. Sin embargo, antes de hacerlo se descompensó, sufrió un paro cardíaco y murió cuando era trasladada al hospital.
Hay más ejemplos de programas desmantelados y sus efectos, pero para muestra bastan estos botones.
¿Protestar? Mejor lo pensemos…
El documento que se leyó al final de la marcha #NiUnaMenos fue contundente: “… el ajuste, el tarifazo, los despidos masivos, el fin de la moratoria previsional para las amas de casa que dedican su vida al cuidado de los otros, el escandaloso achique del Estado, golpean sobre todo a las mujeres, recortan nuestra autonomía, nos dejan más inermes frente a la violencia. Cuando la pobreza aumenta, las primeras perjudicadas somos las mujeres. Cuando el conflicto social se mete dentro de las casas, las más perjudicadas somos las mujeres. El ajuste y la inflación golpean directamente sobre nuestra capacidad de decir Basta”.
La situación de indignación, desesperanza y desesperación ha llevado a muchas personas a tomar las calles para protestar. Esto a pesar de que el flamante gobierno también ha dictado un protocolo de seguridad que primero “libera las calles” antes de negociar. O sea: primero pega, luego, si quiere, escucha.
«El gobierno de Mauricio Macri no quiere que, durante los próximos cuatro años, las calles sigan siendo un lugar diario y permanente de problemas», indicó la ministra de Seguridad. ¿Así o más claro?
La situación de Milagro Sala es quizá un ejemplo paradigmático de lo que ocurre en estos meses y de lo que puede ser una medida disciplinaria. Sala -mujer, pobre e indígena- ha venido trabajando hace años con fondos del Estado para construir viviendas para los más pobres de su provincia, Jujuy. Con ellos también construyó piscinas -el calor puede llegar a los 40 grados-, espacios deportivos, y puso en marcha un mecanismo cooperativo para proveer comida, salud y educación. Para rescatar a las y los chicos de la marginalidad y la droga.
Cómo administró los fondos merece investigarse en caso de dudas. Sin embargo, desde enero pasado, Milagro Sala está presa. Su caso fue el de la inversión de la prueba: primero la condenaron, ahora la están investigando. La acusaron de instigar a cometer delitos y de sedición cuando estaba acampando con su gente en la plaza frente a la sede del gobierno. Luego le sumaron varias causas más (fraude, asociación ilícita), promovidas por el nuevo gobernador de Jujuy (su enemigo) con la complacencia del poder judicial. Para muchas organizaciones de derechos humanos, ella -electa diputada al PARLASUR- es una presa política.
La marcha del 3 de junio también se hizo eco de su situación. “El disciplinamiento de la protesta social y el encarcelamiento de dirigentes sociales y políticos hablan claramente de una revancha misógina y racista que nos golpea a todas. A todxs”.
La empanada
Por estos días circula por la televisión un aviso de propaganda política de Macri que muestra claramente su marco conceptual. Se llama “Una empanada” y alude a que para preparar esta comida típica se necesita de un montón de gente trabajando. Desde quien críe las vacas, hasta quien venda la carne. Alguien que siembre el trigo y alguien que amase la masa. Alguien que transporte las empanadas hasta quien construya los caminos para hacerlo. El anuncio final del presidente es que “nos tenemos que juntar para estar cada día mejor”. Sin embargo, su llamado está plagado de estereotipos: las mujeres aparecen amasando la masa, cosechando cebollas, armando la empanada y dándole la forma final. Por eso, dice el anuncio, se necesita “una buena abuela como María Teresa con buena mano para el repulgue”.
De seguir a este ritmo, cada vez serán menos las personas que puedan comprar un poco de carne molida para preparar las empanadas. La política neoliberal en curso tampoco ayudará a que haya quien pueda emplearse para construir caminos o colectar cebollas para el relleno. Justamente a esto se refería otro de los carteles de la marcha #NiUnaMenos: “El hambre es violencia”. Lo sostenía una mujer, seguramente de los sectores menos favorecidos.
REFERENCIA CURRICULAR
Mariana Winocur es comunicadora y periodista con experiencia en el diseño de estrategias de comunicación para la incidencia de organizaciones e instituciones defensoras y promotoras de Derechos Humanos. Es consultora en comunicación y género. Actualmente es Oficial de Comunicaciones en ARC International, organización dedicada a la defensa y promoción de los Derechos Humanos de las personas LGTBI. También es periodista freelance. En México fue Responsable en Comunicación en ONU Mujeres –México y Coordinadora de Comunicación del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE).