Revista con la A

25 de noviembre de 2022
Número coordinado por:
Laura Alonso
84

Mujeres por la paz en tiempos de guerras

Romper con el ciclo armamentista: reorientar la economía de la devastación y la muerte hacia el sostenimiento de la vida

Nora Miralles Crespo

Nora Miralles Crespo

Parece que de la crisis del Covid 19, que desveló la fragilidad del sistema estatal de salud y de cuidados y reforzó la carga que las mujeres llevan gratuitamente sobre sus hombros, hemos aprendido poco o nada

Mientras buena parte de la población europea se prepara para hacer frente a la crisis climática y al desabastecimiento, todavía recuperándonos de una pandemia que puso nuestras certezas patas arriba, los gobiernos aumentan el gasto en defensa e inyectan miles de millones de euros a sus ejércitos [1] y a las principales empresas de la industria militar y de seguridad de fronteras [2]. Parece que de la crisis del Covid 19, que desveló la fragilidad del sistema estatal de salud y de cuidados y reforzó la carga que las mujeres llevan gratuitamente sobre sus hombros, hemos aprendido poco o nada. Ya entonces, mientras la economía se contraía, la industria de las armas seguía floreciendo e incrementando sus ventas, hasta alcanzar un volumen de 531 millones de dólares [3], según datos del SIPRI. Tampoco parece que nos vaya a hacer reaccionar la cruenta guerra en el continente europeo, que ya ha segado las vidas de más de 6.000 civiles y que nos pone ante el espejo de amenazas -como la nuclear-, que creíamos parte del pasado. Por el momento, el conflicto, que escaló exponencialmente tras la invasión rusa en febrero de este año, ha generado 7,7 millones de desplazadas y desplazados internos, violaciones masivas contra las mujeres y otros crímenes de guerra impunes hasta el momento, además de el enésimo espaldarazo a la histeria securitaria, al colonialismo desacomplejado y al gasto militar desaforado en la Unión Europea.

La relación estrecha entre el gasto militar y la desigualdad de género

El aumento generalizado del presupuesto en defensa, a pesar de las proclamas políticas que dicen lo contrario, agrava una asignación de recursos públicos que ya venía siendo desfavorable al sostenimiento de la vida. En su estudio comparativo sobre gasto militar y gasto en Seguridad humana, publicado en mayo de 2022, Ruth Carlitz reseñaba que, en los países en conflicto, el gasto en defensa tiende a doblar o incluso triplicar el gasto social. Si bien no es así en países considerados en paz, la tendencia general muestra que el presupuesto militar tiende a incrementarse cuando aumenta la inversión en otros sectores, mientras que ámbitos como la salud y la educación tienden a estar infrafinanciados [4]. 

En los países en conflicto, el gasto en defensa tiende a doblar o incluso triplicar el gasto social

A su vez, medidas dirigidas específicamente a garantizar derechos de las mujeres, como aquellas que luchan contra las violencias machistas o la precariedad de los trabajos de cuidados, tienden a estar menos financiadas e implementadas en aquellos países con un mayor gasto militar. Lo que sugiere, según Carlitz, que “el gasto militar no solo reduce el espacio fiscal para una mayor inversión social, sino que reduce la capacidad de los gobiernos de responder a las necesidades específicas de mujeres y niñas”. Todo ello en un contexto de retroceso de los derechos de las mujeres en todo el mundo, con más de 50 países cayendo 10 o más posiciones en el Índice de Mujeres, Paz y Seguridad para 2019-2020 del Georgetown Institute for Women Peace and Security (GIWPS) [5], que mide la igualdad, inclusión, acceso a la justicia y seguridad de las mujeres. En un escenario agónico para la salud sexual y reproductiva de las mujeres en muchos países, entre ellos Rusia, que aumentó escalonadamente su gasto militar en los años previos a la invasión, y Estados Unidos, que a su vez es uno de los países más militarizados del mundo y el que más gasta en defensa [6], llegando hasta los 801 millones de dólares en 2021.

Reproducir la devastación y la muerte o sostener la vida

Esta relación no es casual, de hecho, deviene correlación de causa si consideramos, como bien expuso Cynthia Enloe, que el militarismo no es un paradigma social y económico desvinculado del Patriarcado, sino que emerge de este y refuerza y perpetúa la subordinación de las mujeres, las disidencias de género y sexuales y las criaturas, mientras promueve roles y estereotipos de género funcionales a la guerra o a la amenaza de esta. Así, la militarización legitima la necesidad de más armas y más ejércitos, fundamentando el llamado ciclo económico militar o ciclo armamentista, que describe la ruta de la producción de armas desde la inversión pública hasta la exportación y uso del material militar. Este ciclo favorece que se prioricen sectores productivos concretos, en este caso la industria de seguridad y defensa, que no solo agravan el conflicto capital-vida, además ligan su beneficio económico a la reproducción de desigualdad, devastación y muerte, frente a otro tipo de sectores que ponen en el centro la reproducción de la vida digna. Pero además, el resultado de la producción genera un impacto directo en las vidas de las mujeres, agravando las violencias que sufren quienes se encuentran en los conflictos armados a los que acaba llegando este armamento, especialmente las de aquellas que ya estaban sujetas previamente a mayores niveles de violencia, y también las refugiadas y solicitantes de asilo que llegan a las militarizadas fronteras europeas, huyendo de la misma violencia que el comercio internacional de armas contribuye a alimentar, como tantas veces han denunciado la Escola de Cultura de Pau de la UAB, WILPF o el Centro Delàs de Estudios por la Paz.

Cuando más parecemos necesitar la esperanza y la recuperación de lo colectivo, el culto a la destrucción y la economía política del miedo, del individualismo exacerbado, se nos presentan como la única alternativa

Cuando más parecemos necesitar la esperanza y la recuperación de lo colectivo, el culto a la destrucción y la economía política del miedo, del individualismo exacerbado, se nos presentan como la única alternativa posible de supervivencia. Fortificar nuestros muros para pudrirnos dentro. Vivir indignamente en Estados que desmantelan cada vez más su sistema de protección social, pero eso sí, armados hasta los dientes, para defendernos de esos enemigos internos y externos que dan tanto miedo a las élites que copan los espacios de decisión económica. A esas élites que entienden la economía de los cuidados como migaja para frenar el descontento social, mientras engrasan cada vez más y más las cadenas globales de subrogación del cuidado de la vida que semiesclavizan a las mujeres migrantes. Mientras nos cargan -de forma naturalizada y gratuita- con la responsabilidad de asumir las consecuencias de la desregulación del Estado, de poner el cuerpo ante el aumento de las violencias en las calles, en las casas, en los CIEs y en las comisarías. Mientras mandan armas a países en conflicto para que otras mujeres y hombres pierdan sus casas, sus redes, sus vidas y las de aquellas a quienes aman. Mientras nos aprietan cada vez más y más las tuercas, pretendiendo que nos alimentemos del miedo. Pero el miedo no mata el hambre, al menos no la nuestra, ya sabemos que otros sí viven de él.

Por ello, los retos que enfrentamos desde el feminismo pacifista pasan por seguir conteniendo la expansión del militarismo social, denunciando las operaciones discursivas para justificar el aumento del gasto militar en nuestros países y el envío de armas a territorios en conflicto. Pasan por confrontar a la industria de seguridad y defensa, por seguir exigiendo la reorientación del presupuesto público hacia el sostenimiento de la vida, sin olvidar que el militarismo está ligado, también, a un sistema económico, el capitalismo patriarcal y colonial, que nos condenará, mientras exista y especialmente ahora, a las guerras por el control de territorios y recursos.

 

NOTAS

[1] DW (10/06/2022). “El Bundesrat aprueba una inyección de 100.000 euros para el ejército”. https://www.dw.com/es/bundesrat-aprueba-inyecci%C3%B3n-de-100000-millones-de-euros-para-el-ej%C3%A9rcito/a-62088544

[2] Valls, F.H. (07/10/2022). “El Gobierno reparte entre Airbus, Navantia e Indra 4.000 millones de gasto militar”. La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/economia/20221007/8559224/gobierno-reparte-airbus-navantia-e-indra-4-000-millones-gasto-militar.html

[3] SIPRI (06/12/2021). “¿Los negocios, cómo siempre? Las ventas de armas de la lista top 100 del SIPRI siguen creciendo en medio de la pandemia”. https://www.sipri.org/sites/default/files/2021-12/sipri_top_100_pr_esp.pdf

[4] Carlitz, R. (2022). “Comparing Military and Human Security Spending, 2021”. UN Women. https://www.unwomen.org/sites/default/files/2022-08/Comparing-military-and-human-security-spending-en.pdf

[5] Women, Peace, and Security (WPS) Index, 2019-2020. Georgetown University’s Institute for Women, Peace and Security. https://giwps.georgetown.edu/resource/wps-index-2019-20/

[6] BICC, Global Militarization Index 2021. https://www.bicc.de/publications/publicationpage/publication/global-militarisation-index-2021-1140/

 

REFERENCIA CURRICULAR

Nora Miralles Crespo es periodista e investigadora en género, seguridad, militarismo y Derechos Humanos en el Observatorio de Derechos Humanos y Empresas en el Mediterráneo (ODHE) y Shock Monitor, así como en el Centro Delàs de Estudios por la Paz. Colaboradora del área de Alternativas de Seguridad del Instituto Catalán Internacional por la Paz (ICIP). Integrante de WILPF, del movimiento por la paz y del movimiento feminista.

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