Por las caídas
La violencia de género no solo se consuma en las muertes de aquellas que desgraciadamente son asesinadas en manos de sus parejas, exparejas o seudo parejas, está camuflado en infinidad de expresiones de micromachismo
No creo en el victimismo, tampoco en la superioridad de la mujer sobre el hombre. Creo en la convivencia entre iguales, en el disfrute y en el aprendizaje entre personas desde las cualidades que nos son propias. Estamos condenadas y condenados a convivir y a entendernos. Sin embargo, no olvido que muchos varones siguen viendo a las mujeres como sumisas compañeras de cama y sustitutas de sus madres.
No puedo ocultar la pena que me provoca toparme con hombres jóvenes de mentalidad arcaica, que cosifican y minusvaloran a las mujeres. La violencia de género no solo se consuma en las muertes de aquellas que desgraciadamente son asesinadas en manos de sus parejas, exparejas o seudo parejas, está camuflado en infinidad de expresiones de micromachismo ante las que me resisto a permanecer impasible.
Al releer “Es necesario” de Guisela López nació en mi esa chispa que me llevó a escribir Las cerezas del café, un breve relato de apenas 40 páginas en el que un grupo de tres chicas decide actuar ante el feminicidio recurriendo a la magia wicca. Esta humilde pieza nace de la necesidad de romper, desde la ficción, con esta dinámica en la que la mujer es utilizada y después eliminada cuando expresa su voluntad de vivir de acuerdo con sus preferencias y necesidades vitales. Es decir, libre.
A las mujeres se nos encomiendan labores de cuidado. De hecho, se habla de profesiones feminizadas. Parecemos estar biológicamente programadas o predestinadas a cuidar de nuestros hijos e hijas y de nuestros y nuestras mayores, pero ¿qué sucede si, por ejemplo, rehusamos la maternidad? ¿Qué determina la femineidad?
Aunque el movimiento body possitive está ganado cada vez más adeptas, el ecosistema en el que las mujeres debemos desenvolvernos, cargado de estereotipos que poco tienen que ver con lo que realmente somos, entorpece, y mucho, esto de reconciliarse con una misma.
A las mujeres se nos exige estar siempre estupendas, incluso entre nosotras mismas criticamos el aspecto de una conocida porque, por ejemplo, ha salido a la calle sin maquillar. ¿Por qué nos dejamos atrapar por esta alienante dictadura de la imagen? Son pocas las féminas que, en su foro interno, verdaderamente se aceptan y se quieren tal y como son.
A la mayoría, admitámoslo, nos siguen acompañando ciertos complejos que doblegamos a ratos tras décadas de autocrítica no siempre constructiva.
Dice el dicho que el tiempo lo cura todo, y en este aspecto la madurez ayuda, quizás por resignación. La cosa se complica cuando eres madre y ves que tu hija de ocho años imita algunos de tus tics.
Lo mágico de ser madre es compartir tu experiencia, con sus aciertos y fracasos, a fin de aportar tu granito de arena en la construcción de esa mujer del mañana
Ese es uno de los momentos transcendentales en los que comprendes la repercusión que tiene todo lo que dices y haces sobre esa personita que va formando su percepción del mundo a partir de los que considera sus referentes. Lo mágico de ser madre es compartir tu experiencia, con sus aciertos y fracasos, a fin de aportar tu granito de arena en la construcción de esa mujer del mañana.
El propósito es que pueda extraer sus propias conclusiones desde los relatos de vida de personas que aprecia para no caer en las mismas trampas, aunque, por mucho que nos duela, eso forma parte de la vida y constituye un proceso por el que todos debemos pasar. Es natural querer proteger a nuestros hijos e hijas, es un rasgo muy maternal, creo, pero de poco sirve.
El reto es brutal porque ¿qué futuro aguarda a nuestras hijas en lo que a las relaciones entre géneros se refiere? ¿Qué podemos esperar de los chicos que se educan en sexualidad a partir de los portales de pornografía o de aquellos que consumen prostitución como un servicio más en su día a día? ¿Cómo conseguimos que nuestros esfuerzos como madres no caigan por tierra?
Es decisiva la implicación de los varones. Poco se habla del grado de compromiso con esta causa que han demostrado los hombres ante casos tan sangrantes como el de la violación en grupo de La Manada, a la que por desgracia se le han sumado más, y las que, me temo, vendrán con permiso de la COVID-19. La revolución no está en nuestro lado, sino en el que tenemos enfrente o al lado.
Cuando el imperio del macho ibérico es lo hegemónico ser la nota discordante no debe ser sencillo
Son tímidos los pasos que se están labrando desde el activismo ejercido por los hombres que han tomado la iniciativa de trabajar, desde su ámbito de influencia, por la igualdad, y contra el machismo. Y es que cuando el imperio del macho ibérico es lo hegemónico ser la nota discordante no debe ser sencillo.
Ahora estos grupos apenas llegan a salpicar la geografía española, ojalá su esfuerzo y determinación vayan calando en el sector masculino. Que así sea nos beneficiará a todas y a todos. No cabe duda. Todo mi apoyo y, por qué no decirlo, mi gratitud hacia ellos porque, pese a las críticas y a las burlas de sus iguales, han optado por dar la cara ante este desigual juego de fuerzas.
Mi admiración también a aquellos que deciden intervenir cuando ven una agresión machista, aun a costa de que por tan sensato gesto les partan la cara. Su valentía los honra.
Y, ¿qué decir del sistema educativo? Si bien se trata de un sector esencial para cualquier sociedad que pretenda prosperar entre iguales no acaban de concretarse en él, al menos de manera generalizada, los contenidos que pongan la “desmasculinización” de la sociedad en el centro de su contribución pedagógica en valores.
De poco va a servir el trabajo realizado en los hogares si, después, en los espacios en los que más tiempo pasan los chavales y donde más interactúan no ven reflejadas esas enseñanzas. Porque no se trata de adoctrinar, sino de participar de un mismo modelo de pensamiento donde familia y colegio se complementen.
Porque no creo en el victimismo ni en la superioridad de un género sobre el otro. Porque en la diversidad y en la convivencia está la riqueza, la plenitud y el gozo. Porque hombres y mujeres nos necesitamos, quiero, y me esfuerzo por ello, vivir en una sociedad igualitaria.
REFERENCIA CURRICULAR
Miren Azurmendi Saez de Asteasu es redactora y escritora nacida en Ordizia (Gipuzkoa). Es licenciada en Humanidades-Empresa, 1ª finalista en 2018 del concurso literario Ni Peras Ni Manzanas y autora del relato Las cerezas del café publicado en 2019 por la editorial Caligrama.