Revista con la A

25 de enero de 2017
Número coordinado por:
Lucía Melgar
49

¿Qué presente y futuro para las niñas?

Niñez en tránsito

Isabel Gil

En menos de un mes, tres mujeres llegaron al albergue para personas en tránsito en los últimos meses de su embarazo y dieron a luz a pocos kilómetros de la frontera… los nacimientos fueron motivo de emoción y alegría, pero también una profunda incertidumbre, miedo y desconcierto inundó las paredes por días. ¿Qué sería de estas y estos recién nacidos en unos días y meses?

Hace unos meses, en un albergue para personas en tránsito en la frontera sur de México, nacieron tres bebés. En menos de un mes, tres mujeres llegaron al albergue en los últimos meses de su embarazo y dieron a luz a pocos kilómetros de la frontera. Sus hijos e hijas pasaron los primeros días o meses de su vida dentro de las paredes de un refugio para migrantes en tránsito.

En el albergue, los nacimientos fueron motivo de emoción y alegría, pero también una profunda incertidumbre, miedo y desconcierto inundó las paredes por días. ¿Qué sería de estas y estos recién nacidos en unos días y meses? La seguridad de estar dentro de ese espacio, con los cuidados necesarios, la compañía y el apoyo de la comunidad migrante y el equipo del albergue se mezcló con la inevitable realidad de la migración en tránsito, de las historias de expulsión que habían obligado a tantas personas a abandonar sus casas, sus países; de las historias de las madres y el viaje hasta México embarazadas, sin dinero, sin protección, sin ninguna certeza.

Esta sensación es compartida por los y las miles de migrantes centroamericanos en tránsito por México. Hombres jóvenes y mayores, mujeres de todas las edades, niños y niñas, algunos solos y solas, otros en grupo, otras que salieron con muchos y llegaron pocas. Una migración forzada que se ha incrementado de manera considerable en los últimos años y cuyo aumento numérico se ha encontrado con un aumento exponencial en los riesgos, costos, peligros, y obstáculos en la trayectoria migratoria.

De acuerdo a las cifras de la Unidad de Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación [1], entre 2012 a 2015, se ha quintuplicado el número de niños y niñas que cruzan la frontera sur de México desde Centroamérica alcanzando cifras por arriba de los 35.000. De éstos y éstas, al menos 13.000 tenían menos de 11 años, y el 35% son niñas. La gran mayoría, cerca del 97%, huyen de los países del Triángulo Norte (Guatemala, El Salvador, y Honduras). Una gran parte de las y los menores viajan sin acompañamiento, lo que no necesariamente implica que viajen solos y solas, ya que en muchos casos viajan en grupos con otros y otras niñas, o acompañadas de un coyote o en grupos con migrantes con quienes dejan sus países o se encuentran en la ruta hacia el norte. Sin embargo, alrededor de la mitad de las y los menores aprehendidos por autoridades del Instituto Nacional de Migración viajaban sin la compañía de sus padres y/o tutores.

Hablar de niñas y niños migrantes cuestiona la idea de la migración como un movimiento impulsado casi exclusivamente por razones económicas

Hablar de niñas y niños migrantes cuestiona, de fondo, la idea de la migración como un movimiento impulsado casi exclusivamente por razones económicas. Los y las niñas que dejan sus lugares de origen son parte de un flujo migratorio que dista de ser voluntario y que desafía las lógicas del racionalismo económico. Esto no quiere decir que la pobreza no sea una de las mayores fuerzas detrás de estos desplazamientos, ya que en la mayoría de los casos lo es. En casos como el de la migración Centroamericana, a través de México hacia los Estados Unidos, la pobreza estructural junto con la violencia generalizada han forzado a miles de niñas y niños a dejar sus casas cada año, en la mayoría de los casos, simplemente para sobrevivir.

¿Por qué dejan estas niñas y niños sus casas y sus países? ¿Por qué viajan solos y solas? ¿Qué pasa con ellos una vez que logran cruzar las fronteras y adentrarse en territorios de destino, ya sea México o Estados Unidos? ¿Cómo logran transitar un territorio tan hostil, violento e incierto como México?

Las causas detrás del creciente desplazamiento de estos niños y niñas son diversas, complejas, y están profundamente interconectadas. Por un lado, la pobreza extrema en los países del Triángulo Norte ha obligado a muchos padres y madres a migrar en busca de mejores oportunidades, dejando a los y las niñas a cargo de familiares lejanos, abuelos, abuelas, amigos, amigas, y en muchos casos solos y solas. En completa dependencia de las remesas, los y las menores se enfrentan a una inestabilidad para conseguir lo básico para sobrevivir parecida a la que obligó a sus padres y madres a huir para sobrevivir. Sumado a esto, los niveles de violencia sin precedentes que se viven en los países del norte de Centroamérica amenazan el día a día de todos y todas los que ahí se encuentran. Las pandillas y sus redes de reclutamiento de jóvenes y niños visitan las casas donde hay menores y obligan a los niños a unirse a sus filas. Ésas mismas abusan de las niñas y jóvenes, a quienes “reclutan” como novias, acompañantes, trofeos y objetos de disputa entre bandos enemigos. El Salvador, por ejemplo, tiene la tasa más alta del mundo de feminicidios, y de las mujeres asesinadas, más del 25% son menores de 19 años [2], además, las historias de trata y abuso, explotación infantil, de las que son víctimas las niñas [3] las obligan a buscar salida de la manera en que sea posible. Sumado a estos factores de expulsión, están las presiones de reunificación familiar que llevan a las y los niños a salir de sus países para reunirse con sus familiares que migraron previamente.

Una vez que los y las niñas salen de casa, quedan muchos kilómetros por recorrer, días o meses de tránsito donde los peligros y riesgos son constantes. Los y las migrantes que intentan cruzar México sufren de todo tipo de abusos de parte de autoridades, criminales y delincuencia organizada. La extorsión, asaltos, golpes, secuestros y asesinatos son parte de su día a día y los y las niñas no se salvan de éstos; se enfrentan a riesgos insorteables de los que son víctimas perfectas. Niños y niñas, desde recién nacidos hasta jóvenes adolescentes, se enfrentan a realidades que muchos de los adultos ni siquiera podemos imaginar.

Ante políticas migratorias cada vez más restrictivas, enfocadas en la seguridad nacional más que en los derechos humanos, y planteadas desde una lógica de control del flujo migratorio, más que desde una óptica de protección, inclusión e incorporación de las y los migrantes, los niños y niñas centroamericanos son una parte más de una comunidad atrapada en tránsito cuyo día a día es un constante enfrentamiento con la muerte, el hambre, la persecución y la invisibilización.

NOTAS

[1]http://www.politicamigratoria.gob.mx/work/models/SEGOB/Resource/2473/2/images/menores%20migrantes%20resumen%20dic%202015%2006042016(1).pdf

[2] http://migrarparasobrevivir.cdhfraymatias.org/

[3] https://salanegra.elfaro.net/es/201211/cronicas/10162/Mientras-m%C3%A1s-ni%C3%B1as-mejor.htm

 

REFERENCIA CURRICULAR

Isabel Gil Everaert es Licenciada en Ciencias Políticas (ITAM), maestra en Humanidades y Pensamiento Social (NYU), y estudiante de doctorado en sociología en CUNY Graduate Center. Su investigación está enfocada en migración, género y desigualdad y actualmente trabaja en su tesis doctoral titulada Atrapados en tránsito: Migrantes centroamericanos en México. 

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