Revista con la A

25 de septiembre de 2018
Número coordinado por:
Bethsabé Huamán y Lucía Melgar
59

Heroínas

Maruja Mallo, de Viveiro (Lugo) a Tui (Pontevedra)

Maruja Mallo, de Viveiro (Lugo) a Tui (Pontevedra)

Con la gran Maruja Mallo podríamos viajar por medio mundo. Ella, además de nacer en Galicia y vivir en Madrid, fue internacional, parte de la cultura argentina, chilena, brasileña o estadounidense. Quién lo pensaría de una mujer a quien pusieron al nacer, en 1902, en Viveiro (Lugo), el nombre de Ana María Gómez González. Se fue pronto a estudiar a Madrid, en 1922, fue famosa, muy famosa, y el principio de la guerra civil española le pilló en Vigo. Entonces, con el pretexto de una exposición en Buenos Aires, se exilió de inmediato. Se marchó convencida de que en España le quedaría poco tiempo y es probable que tuviera razón.

Hasta ese momento, había formado parte del grupo y del éxito de una de las generaciones españolas más lúcidas, la del 27. Esa de la que hasta hace muy poco sólo se nombraba a los hombres y de la que se reivindica ahora el papel de sus mujeres denominadas las Sinsombrero. De hecho, el origen de ese nombre es la anécdota de la propia Mallo que, paseando con Dalí, Lorca y Margarita Manso por la puerta del Sol, decidieron quitarse el sombrero, símbolo de estatus social, y recibieron todo tipo de insultos por ello. La transgresión era uno de sus lemas y, en especial, cuando se trataba de romper con prejuicios. Ella misma, en un reportaje (el enlace lo encontrarán al final de este artículo) cuenta cómo, días más tarde del suceso en la puerta del Sol, visitaron el monasterio de Silos y como no dejaban entrar a “personas con faldas”, las mujeres se “travistieron a la inversa” con las chaquetas de sus compañeros a modo de pantalones. 

Les animo a conocer, si no lo han hecho ya, la obra de esta artista. Una parte de ella está en la colección permanente del Museo Reina Sofía en Madrid. Verán cómo, aunque se alía con el surrealismo en los primeros años, va basculando hacia un realismo mágico que no la abandonará y sobre el que profundizará en el exilio americano. Era una pintora rigurosa, obsesionada por las proporciones y por las armonías, que no dejaba nada al azar.

Como les decía, Maruja Mallo nació en Viveiro. Así que empezaremos por allí este viaje. Esta población de la provincia de Lugo, a la orilla del Cantábrico, recoge el encanto de la arquitectura urbana, del paisaje gallego y de su historia. Las casas del centro urbano con sus ventanales, el Souto da Retorta o la playa de Covas son buenas opciones para dar largos paseos. Pero lo cierto es que la artista vivió muy poco tiempo en su pueblo porque enseguida, sus padres se mudaron a Tuy en la provincia de Pontevedra. Les propongo pues, viajar de Viveiro a Tuy. Es una ruta muy refrescante en los tiempos calurosos del verano peninsular.

Antes de enlazar desde Viveiro hacia Mondoñedo, pueden seguir por la costa para llegar hasta la playa de las Catedrales, en Ribadeo. Deberían informarse previamente si no es necesario hacer una reserva porque, en algunos años, la Xunta de Galicia ha puesto restricciones a la entrada de esta playa. Si, finalmente, tienen ocasión de pasear por ella les aseguro un rato lleno de emoción y belleza bajo los enormes arcos de piedra hasta donde llegan las olas. Y si son valientes y no temen al frío, un baño les despertará.

Ya en Mondoñedo no pueden perderse su casco viejo y, en especial, la catedral con la puerta románica y el rosetón del siglo XII. ¡Ah!, y si su estómago y su dieta se lo permiten, no dejen de probar la tarta que lleva el mismo nombre del pueblo. Les cuento: bizcocho, almíbar, hojaldre, almendras, cabello de ángel, higos y cerezas. Sí, un placer.

Con el estómago lleno, pueden seguir la ruta hasta la ciudad de Lugo. Para bajar la tarta de Mondoñedo nada mejor que subir a las murallas y pasear. Han leído bien: subir y pasear. Esta muralla es obra de los constructores del emperador Augusto en el siglo III y tenía como objetivo proteger Lucus Augusti que es como se llamaba entonces la ciudad. Ahora es la única muralla romana que se conserva íntegramente y la UNESCO la reconoció como patrimonio de la humanidad. Tiene un recorrido de 2,5 km. y escaleras de acceso más o menos cada 500 metros. 

Sigan hacia Tuy, pero antes, un lujo: el balneario de Mondariz a orillas del río Tea y rodeado de bosques. Es una de las principales villas termales de Europa y se inauguró en 1873. En la actualidad, los servicios que ofrece además de las termas son todos los necesarios para unos días de relax total: hoteles, restaurantes, spa y hasta un campo de golf.   

Y, para terminar la ruta, lleguen hasta Tui. Una ciudad con hermana portuguesa. Tui está unida con Valença do Minho (Portugal) a través de dos puentes -el más antiguo de un discípulo de Eiffel- que son todo un símbolo, seguramente del gusto de gran Saramago. Esta zona fue habitada desde la Prehistoria, en el monte Medulio se atrincheraron las tribus contra los romanos que, finalmente, la ocuparon en el 137 a.C. Con los visigodos fueron sede episcopal de la iglesia católica y Witiza tuvo su corte en Tui. Los vaivenes de la historia hicieron que por allí pasaran los árabes y los normandos. Y en el siglo XI se convirtió en la capital cristiana del Reino de Galicia y fue una de sus siete capitales hasta 1883. Las vicisitudes con Portugal la mantuvieron muy activa militarmente y de ahí sus murallas medievales ampliadas siglo tras siglo.

Ya en épocas cercanas, Tui presume de ser la última ciudad gallega que tomaron las tropas franquistas durante la Guerra Civil, pero eso supuso también, la mayor represión posterior. Ahora, les aseguro, es una ciudad deliciosa en la que no pueden dejar de visitar la catedral románica de Santa María, heredera de la basílica paleocristiana de los siglos V y VI, en los tiempos de los suevos.  

En sus primeros años, Maruja Mallo, que entonces sólo era Ana María Gómez González, tuvo que recorrer ese camino: de Viveiro a Tui. No creo que lo disfrutara como ustedes pueden hacerlo ahora, pero, tal como la recordaron sus contemporáneos, era “una mujer que siempre se reía”, así que sonriendo podemos imaginarla a la orilla del Cantábrico, entre campos y mirando con curiosidad las figuras románicas de las iglesias y monasterios.

Su pintura asombró a propios y extraños. Desde Dalí, Lorca, Alberti, Buñuel, u Ortega y Gasset que llegó a organizarle la única exposición de la Revista de Occidente, hasta Warhol, pasando por los surrealistas Magritte, Breton, Ernst o Eluard. Su obra cruzó fronteras y, sin embargo, cuando se armó de valor y regresó a España, en 1961, le sorprendió no ser conocida en su propio país. “Mis amigos están enterrados o desterrados”, decía. Aquí la generación del 27 no tenía mujeres y, lo cierto es que sus propios compañeros, no la mencionaron apenas ni en sus escritos, ni en sus memorias. Parece que sólo la muerte del dictador consiguió desvelarla y no perdió la esperanza en el futuro.

La generación de los 80, la recibió con los brazos abiertos y ella aún vivió hasta 1995. Una mujer que amaba su soledad, las simetrías, la proporción aurea, la armonía, una mujer cuyo tiempo se le quedó corto.

Creo que Maruja Mallo hubiera sido feliz en este viaje por sus tierras gallegas, haciendo honor a la definición que de ella hizo Dalí: “mitad mujer, mitad marisco” (que conste que ella decía de él que era la figura surrealista del siglo, pero bastante vulnerable). Brindemos con un buen Ribeiro por ambos.

 

Para saber más:

 

REFERENCIA CURRICULAR

Pepa Franco Rebollar es consultora social; empresaria desde hace más de veinte años; experta en intervención social y políticas de género. Coordina proyectos de investigación, formación y apoyo a las organizaciones sociales, entidades y organismos de la Administración. Además de su profesión, de sus amistades y de su familia, le apasiona la Literatura y la Historia.

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