Revista con la A

25 de mayo de 2018
Número coordinado por:
Guadalupe Huacuz
57

Mujeres, música y feminismo

Marshall

Escribo esta nota cuando en España las mujeres se han levantado en contra de la sentencia a “La Manada”, que niega que hubiera violación porque la víctima “no se resistió”. Al mismo tiempo en el Perú quemaron a una mujer en un autobús, quien a duras penas sobrevivió; sin embargo, niegan que fuera un intento de feminicidio porque “no la quería matar, sólo desfigurar”. Así que como una forma de atenuar mi indignación voy a insistir sobre los imaginarios que cotidianamente y constantemente alimentan estos hechos de violencia, provenientes de todos lados y en especial desde el cine.

Marshall reúne varias condiciones para ser un buen ejemplo de lo que queremos demostrar respecto de los cambios estructurales que son necesarios para que la violencia hacia la mujer acabe. Ya vimos que la ley no es ciega, sino que es mejor ilustrada como un hombre violador, que viola y que alienta la violación. Nuestra lucha debe ser por el respeto de la mujer como sujeto de derechos, como individuo pensante, tanto en la vida real como en la ficción, con la esperanza de que los dos confluyan en respetar y valorar a las mujeres.

Estrenada el año pasado, 2017, Marshall es la historia del primer abogado afroamericano en litigar en la Corte Suprema de Justicia. El director, Reginald Hudlin, retoma la figura histórica de Thurgood Marshall (Chadwick Boseman) para explayarse en el carisma, la personalidad y la sagacidad de un pionero de los derechos humanos de la población afroamericana. Conociendo el marcado racismo que los operadores de justicia desplegaban sobre acusados negros, haciendo primar sus prejuicios antes que las evidencias, la NAACP (National Association for the Advancement of Colored People), Asociación Nacional por el Avance de la Gente de Color, proporcionó abogados sensibilizados con el tema, para aquellos que estaban en la mira de la justicia o al borde de la muerte, pues muchas veces estos acusados corrían el riesgo de ser sentenciados con la pena máxima.

Lamentablemente los guionistas, Michael y Jacob Koskoff, eligieron un caso de violación para mostrar las virtudes de Marshall, estableciendo una ecuación por la cual salvar al acusado Joseph Spell (Sterling K. Brown) implicaba hundir a la mujer que lo acusaba: Eleanor Strubing (Kate Hudson). En primer lugar, la presentación del caso demuestra el poco conocimiento que los guionistas tienen de la violencia sexual hacia la mujer. Los hermanos Koskoff se dejan guiar por los mitos, aquellos en los que las mujeres van por el mundo diciendo que fueron violadas para enmascarar relaciones sexuales consentidas y hundir a hombres “honrados” que cometieron el único error de caer ante la efervescencia de su belleza. Eso no pasa en la vida real, eso sólo pasa en la ficción.

Thurgood Marshall y su colaborador Sam Friedman (Josh Gad) no tienen demasiados problemas para desmoronar una acusación que ellos hacen ver como ridícula, falsa y hasta tonta, supuestamente armada por Eleanor Strubing. Sin embargo, tratando de presentar un contexto que explicaría las razones de la falsa acusación, los Koskoff caen en errores garrafales. En primer lugar, Eleanor Strubing es una mujer infelizmente casada con un hombre rico y violento que ejerce múltiples violencias sobre ella, entre ellas la violencia física, como lo demuestran diferentes escenas y sobre todo moretones y heridas que ella tiene en el cuerpo. Ahí se encuentra el primer error del guión que, queriendo explicar la infelicidad de Eleanor, no dimensiona la persuasión y el efecto traumático que tiene la convivencia con un hombre violento en la vida de las mujeres. Eleanor pensaría dos veces antes de hacer público cualquier abuso sexual pues, dado el perfil de su marido, éste creerá que la culpable es ella y la violencia que ya sufría se intensificaría incluso hasta hacerse mortal. Si esa es una verdad en pleno siglo XXI, lo era mucho más en 1940, época en que está ambientada la película.

En resumen, el principal error del guión es proponer que una mujer que sufre violencia de parte de su marido va a “salvarse” de haber cometido una infidelidad haciéndola pasar por una violación. La violación sexual es un crimen con alto grado de impunidad porque, en primer lugar, en la mayoría de los casos se queda en silencio y en caso de que la mujer rompa ese pacto implícito de aceptación de la violencia sexual, la sociedad creerá que ella es la culpable, dado que la mujer es construida como la provocadora del hombre por su desenfreno sexual. Por tanto, la sociedad no creerá en su palabra y estará inclinada a ponerse del lado del violador que será visto como una “víctima” del maleficio femenino. Eso es cierto hoy, en el año 2018, como lo demuestra la reciente atenuada sentencia sobre cinco hombres contra una mujer, por tanto era aún mucho más cierto en 1940. Una mujer que vive una situación de violencia familiar no tendría relaciones sexuales con su chofer y si las tuviera se preocuparía de mantenerlo en el más estricto secreto. Si ese secreto se rompiera por alguna razón, ella pensaría en una excusa creíble porque en ello se estaría jugando su vida. Marshall nos trae un guión que no es solamente absurdo, sino que reafirma el mito de la mujer mentirosa, egoísta y falsa. Por tanto, la película nos invita a no creer en la palabra de las mujeres y a aceptar que ellas usan su sexualidad y el ejercicio de la sexualidad contra los hombres, atenuando a su vez el contexto de violencia que ella vive.

De otro lado, el guión no construye ninguna razón de peso para que Eleanor decida hacer pública su relación sexual con su chofer, Joseph, más allá de un “ataque de nervios” que la hace sentirse culpable. De manera inverosímil, ella ha quedado sola en su mansión mientras su esposo se ha ausentado por negocios, situación que un marido celoso, posesivo y violento se cuidaría de evitar. La supuesta justificación es que siendo su marido blanco, cae en el supuesto de que su mujer no “caería tan bajo” como para involucrarse con un hombre negro, a quien por tanto desprovee de todo atractivo sexual, viéndolo más bien paternalistamente como inofensivo. Se pretende justificar que Eleanor entra en pánico cuando se le atraviesa la idea de que podría estar embarazada, por lo cual se dirige a la casa de su médico particular para pedir ayuda. Ni siquiera hoy, con la tecnología existente, se puede determinar un embarazo a las horas de un acto sexual, se necesitan al menos tres días para que el cuerpo libere las sustancias que en la sangre o en la orina pueden establecer la concepción. Así que su pedido de ayuda perfila una mujer ignorante que busca al médico amenazada por un supuesto embarazo que el médico no puede determinar en ese momento, ni mucho menos revertir. Eleanor queda como una loca que prácticamente se denuncia así misma, hace pública su relación sexual con un hombre de color y pretende que lo condenen a él para atenuar su culpa.

A la debilidad del guión, que ya mencioné sobre el perfil de una mujer que vive una situación de violencia, hay que añadir el racismo que pesa sobre los afrodescendientes en el momento en que la película está ambientada. Eleanor, como mujer blanca y de clase alta, sabe perfectamente de este racismo y si bien ella previamente se muestra amable y humana con Joseph, no le puede haber pasado desapercibido que haciendo pública una violación por parte de un hombre de color ella quedaría doblemente estigmatizada. Otro elemento no abordado por el guión es el estigma que pesa sobre una mujer violada, aun cuando se demuestre por todos los medios que no fue culpable del acto, ella queda para siempre marcada en una economía en la que el valor de una mujer se define por su fidelidad, su exclusividad sexual y su sometimiento a un solo hombre. Así que, aun en un resultado favorable del juicio para ella, su marido le haría recordar claramente el deshonor que significa para él que su mujer haya sido violada y que además haya sido violada por un hombre negro, es decir, para la lógica racista y patriarcal, un no-hombre. Este panorama, por tanto, es gravitante para no denunciar una violación no existente y para no hacer pública una relación sexual con otro hombre. En efecto, cuando el veredicto final es dado en contra de ella, Eleanor queda ubicada en la escala más baja de la sociedad, pues a lo largo de la película se ha establecido que no es concebible ni para el jurado, ni para la sociedad, que una mujer “decente” tenga encuentro carnal con un hombre “inferior” en pleno uso de sus facultades. Por tanto, Eleanor queda inscrita en el ámbito de la locura, la perversión y el desenfreno, al quedar establecido que no fue una violación sino un encuentro sexual placentero.

Como el caso es exitosamente resuelto por Marshall y Sam, se olvida el destino de Eleanor, que siendo realistas puede ser la muerte. Pocos hombres soportarían la humillación pública de que su mujer haya tenido relaciones sexuales con otro hombre, mucho más si éste es afroamericano, pobre, subordinado suyo, especialmente cuando se es blanco, rico y poderoso. La sentencia de liberación de Joseph es la sentencia de muerte de Eleanor, pero eso a nadie le importa, porque la película acaba con la consiguiente victoria de todos los hombres involucrados en ella, porque eso es lo que importa, lo demás es una película que nadie quiere ver ni hacer.

En conclusión, Marshall es una película que retrata a la mujer como falsa, mentirosa, de una eroticidad peligrosa y hasta de tonta. Bajo el armazón de que se enfrenta una mujer blanca contra un hombre negro, se plantea en términos raciales una disputa que compete al género. Es lamentable que la liberación de las trabas raciales se presente en oposición a la liberación de las trabas de género. El modo en que se personifica a Eleanor no favorece a ninguna mujer al reafirmar el mito de una sexualidad desenfrenada que culpa a hombres inocentes por el apetito carnal de ellas.

Como anécdota les cuento que vi esta película gratis por ser una actividad auspiciada por la Oficina de Asuntos Multiculturales y la Oficina de Género y Diversidad Sexual, de la universidad en la que estudio y trabajo. Me llamó la atención la unánime alabanza del aspecto racial y la completa ceguera del aspecto de género, que es parte medular del guión. Mi malestar no fue compartido por ninguno de los organizadores ni organizadoras, obnubilados por sólo comprender, entender y alentar una lectura desde lo multicultural, que pretendía reducirse a la dicotomía entre los blancos y los negros, en la que por supuesto debíamos estar de lado de estos últimos. Obviando que la película se centra en la mujer blanca y que, como mujer, ella también está siendo oprimida por su marido y por la sociedad. Evidentemente no es justo que ella quiera condenar a un hombre inocente, pero la trama está tan mal llevada que es indignante el modo mediocre en que piensan que una mujer busca hacer el mal a otros. Hacer visible esta lectura no es ponerse en contra de las mujeres y hombres afroamericanos, es entender el modo en que raza y género se relacionan.

Al menos yo he llegado a un punto en mi vida en que no puedo celebrar ninguna película que tenga un tratamiento misógino de las mujeres, que las violente o que respalde una concepción de lo femenino que alimenta la violencia que vivimos. Así que lo que señalo es que la película difunde el pernicioso mensaje de que las mujeres acusan a los hombres de violación sin fundamentos y en la realidad en que vivimos no podemos permitir que se siga alimentando ese mito. Celebro que se rescate la figura de uno de los abogados pioneros de la igualdad racial, pero lamento que se quiera perfilar la igualdad racial en oposición a la equidad de género, creo que podemos luchar por una sociedad sin discriminación de raza y sin discriminación de género, no son luchas opuestas sino complementarias para quienes aceptan el reto de pensarlas así.

 

Bethsabé Huamán

REFERENCIA CURRICULAR

Bethsabé Huamán Andía es Crítica de cine y crítica literaria. Escritora y Feminista. Licenciada en literatura, magister en estudios de género y estudiante del programa de doctorado en español y portugués en la Universidad de Tulane, Nueva Orleans.

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