Revista con la A

25 de noviembre de 2018
Número coordinado por:
Lucía Melgar y Alicia Gil
60

Acoso, abusos sexuales y violación

Lo que no se toca, no se vende

David Kaplún

Cada mes que pasa, tenemos que enfrentarnos a noticias en las que se denuncia una violación. No son una ni dos, se cuentan por decenas. Y es que si en 2016 nos llevábamos las manos a la cabeza porque se dio a conocer que se producía una violación cada 8 horas, en 2017 esta cifra aumentó un 10%, y en el primer trimestre de 2018 se ha contabilizado un aumento del 28%, lo que significa que cada 5 horas y 49 minutos, una mujer o una niña es violada en España [1]

No, no estamos ante un hecho esporádico. Sin embargo, poco se está haciendo por frenar este dato, sobre todo si tenemos en cuenta que al hablar de violaciones estamos tomando el dato más visible ¿Qué pasaría si comenzáramos a investigar el número de casos de mujeres y niñas que han sido acosadas en el metro, en una fiesta?

La verdad es que no somos conscientes de lo cotidiano que resulta una agresión sexual. Una de las razones por las que desconocemos esta cifra es porque gran parte de estas situaciones no son denunciadas. Ahora podríamos (una vez más) señalar las víctimas y culparlas de su propia situación de desprotección al no activar los mecanismos previstos para la prevención, sin embargo, la razón principal por la que desconocemos este dato es, justamente, debido a su cotidianidad. Es decir, a la permisividad social que existe sobre el tema.

Vivimos en una sociedad tan acostumbrada a que las agresiones sexuales sean cotidianas que no reaccionamos ante ellas, las colocamos en el saco de “lo normal”, en el de “tampoco es para tanto”, en el de “así son los hombres”… Por lo tanto, cuando una mujer decide no denunciar una agresión no es que no haya ocurrido, es que se ha dado cuenta de otra violencia más: la indefensión estructural en la que se encuentra.

Los hombres, sin embargo, no estamos sometidos a tal nivel de agresividad. Si revisamos los datos del INE, con respecto a personas condenadas por delitos sexuales, nos damos cuenta de algo muy evidente, pero no por ello poco importante: el número de condenados por delitos sexuales en 2017 fue de 2.666 (96,32%), frente a las 98 condenadas en el mismo período (3,68%). Por lo tanto, sí, nuevamente estamos ante un fenómeno atravesado por el género [2].

Es decir, toda la sociedad miramos hacia otro lado en un tema que afecta, a diario, ¡a la mitad de la población! Pero ¿por qué?

Si se trata de algo tan habitual es porque la respuesta está tan cerca que no es posible verla… como nuestra nariz. Por este motivo decidí observar nuestros comportamientos más cotidianos y ponerme a investigar cómo y con qué nos formamos los hombres, desde que somos niños hasta la adultez, y encontré algunos elementos interesantes que clasifico por edades:

  • De 0 a 5: al observar cómo formamos a los niños, el fútbol aparece irremediablemente como elemento vertebrador de su desarrollo y, a diferencia de las competencias que se trabaja con las muñecas, este deporte suele potenciar el desarrollo físico, la competitividad, la rapidez… Al mismo tiempo ordenadores, coches y otras máquinas, suelen ser utilizados como juguetes orientados a la formación de los varones y, mientras tanto, la programación de los medios dirigidos a un target masculino suele mostrar las guerras, las películas de acción, de ciencia ficción… como algo habitual, inhibiendo en muchos casos el natural desarrollo de la inteligencia emocional de los niños al naturalizar la muerte violenta, naturalizar el uso de armas, limitar la expresión de emociones, naturalizar un orden jerárquico… haciendo que tengamos una relación más cercana con las máquinas que con las personas.
  • De 6 a 10: Seguimos creciendo y vemos cómo las mujeres, que aparecen en los medios de comunicación mayoritarios, aparecen como objetos de decoración: en anuncios, como trofeos para el protagonista o como la tentación que debemos evitar… pocas veces como protagonistas también de sus vidas, como personas.
  • De 11 a 15: Seguimos creciendo y, según las estadísticas, a los once años (acostumbrados a las máquinas, a no conocer ni mostrar nuestra emocionalidad y a naturalizar a las mujeres como elementos estéticos), nos encontramos con el porno y profundizamos en la cosificación: ahora genitalizada, androcéntrica, heterocentrista… machista [3]. Y, sobre todo, comenzamos a entender la eyaculación como una necesidad fisiológica, colocada al nivel de comer, beber o dormir.
  • De 15 a 20: A medida que seguimos creciendo, podemos reafirmarnos en todos estos mensajes a través de instituciones cada vez más cotidianas, como las despedidas de soltero, fiestas con gogós, la prostitución como “ocio adulto” (que cada vez es más común en población universitaria), pero lo cierto es que la base ya ha sido creada mucho antes de haber cumplido la mayoría de edad.

Esta formación, que no tiene nada de extraordinaria, es decir: el fútbol, pelis de acción, anuncios cosificando cuerpos de mujeres, porno… han moldeado nuestro imaginario a diario, y si aglutinamos toda esta información, absorbida durante más de 15 años consecutivos, podemos decir que deja, al menos, cinco mensajes muy claros que, directa o indirectamente, los hombres vamos naturalizando:

  1. Consumimos mujeres todos los días: así como consumimos un modelo de masculinidad, un modelo de familia, una marca de coche… consumimos también un modelo de mujer a través de los anuncios, el cine, la moda…
  2. No es posible contender nuestro deseo: desde pequeños se nos pregunta cuántas novias tenemos (en plural), se nos valora cuantas más relaciones sexuales hayamos experimentado… no es un secreto, nos formamos con esta premisa y luego aparentamos ser incapaces de contener nuestro deseo, pero fijáos la respuesta que es capaz de dar un chico para evidenciar esto:
  3. El modelo de mujer hegemónico es fundamentalmente estético: las mujeres son mostradas como cuerpos, como belleza, como imagen y, a medida que las entendemos como un objeto más de consumo, vamos discriminando a las mujeres que no se acercan al cuerpo normativo del lugar y el momento en el que vivimos, amplificando así el enorme mandato de género que supone la estética para las mujeres. Por lo tanto, las mujeres cotizan más según su cercanía con el cuerpo normativo, que con otras características relacionadas con su personalidad.
  4. Se encuentran en situación de subordinación: los hombres lo negarán, pero experimentos sociales tan conocidos como el sesgo Jennifer/John [4] realizado por la universidad de Yale, o el famoso “up-grade” del que hablan los colectivos de hombres trans, que explica la subida de privilegios que experimentan al hacer la transición de mujer a hombre, muestra claramente que, como sociedad, valoramos más a los hombres.
  5. Las mujeres son públicas: como bien lo explica Octavio Salazar [5] cuando habla de la pancarta desplegada en un partido de fútbol con el eslogan: “Shakira es de todos”. El valor estético, que como sociedad colocamos en las espaldas de las mujeres, hace que pensemos que están allí para “alegrarnos el día”, razón por la cual en un partido de futbol la cámara enfoca la imagen de una mujer del público, o por la que (incluso en la sección de política), si se habla de una mujer, se comenta su aspecto.

Hay muchos más mensajes que con la formación hegemónica masculinizada vamos naturalizando sin darnos cuenta, pero tan sólo con estos cinco basta para explicar por qué muchos hombres no entienden porqué hay tanto revuelo cuando simplemente “exaltan la belleza” de una mujer, o cuando invaden su espacio vital diciendo que “quería reconocer el perfume”, o cuando toca alguna parte de su cuerpo con la excusa de que “lo que no se toca, no se compra”.

Y es que si no es posible contener nuestro deseo, siendo la oferta tan amplia y teniendo en cuenta que están allí para nosotros ¿por qué se quejan tanto, si encima se las está valorando?

¿La salida, por favor?

Muchos hombres estamos convencidos de que no podremos avanzar como sociedad si no participamos en ella en igualdad de condiciones, derechos y libertades. Por esta razón, desde AHIGE, nos hemos dado a la tarea de visibilizar socialmente otros modelos de masculinidad más cuidadosos e igualitarios pero, al mismo tiempo, generamos espacios de deconstrucción personal, que llamamos “grupos de hombres”, en los que nos revisamos continuamente y en los que podemos analizar cómo han calado los mensajes que el patriarcado ha depositado en nosotros para, luego, deconstruirlos.

Sin embargo, para poder garantizar que esta deconstrucción está dirigida a generar mayores cotas de igualdad, es necesario entender que no vale cualquier espacio de reunión. Por eso consideramos que es necesario tener en cuenta algunos aspectos esenciales:

  • Trabajar en grupo
  • Enfocarnos en lo privado, lo afectivo y relacional
  • Generar espacios ausentes de juicios ni valoraciones
  • Formar en un esquema de derechos humanos
  • Rechazar privilegios diariamente

La explicación de cada uno de estos punto necesitaría otro artículo, pero lo que realmente hay que visibilizar es que, si bien todas las personas somos responsables de mantener este tipo de formación que genera tanta violencia (tanto por alentar mensajes y estereotipos discriminadores, como por no hacer nada, cuando nos damos cuenta del daño que hacen), es que tenemos la capacidad de cambiarla si, simplemente, mostramos nuestro desacuerdo y nuestro descontento. Esa es la diferencia de pasar de una emoción de culpa, que inmoviliza y deprime a la RESPONSABILIDAD. Sí, es cierto, hemos dejado que las cosas lleguen hasta aquí, sobre todo nosotros los hombres, con nuestra indiferencia y nuestro silencio cómplice, pero aún no está todo escrito, podemos transformanos y transformar nuestros espacios y hacerlos cada vez más inclusivos, amistosos, igualitarios, afectivos y empáticos… ¡Cuenta conmigo si quieres empezar!

 

NOTAS 

[1] Artículo ABC: El mapa de las violaciones en España: aumentaron un 10% en 2017 y siguen incrementándose en 2018

[2] Estadísticas INE: Búsqueda realizada por número de personas condenadas según tipo de delito, sexo y año.

[3] Definición de la RAE: Según esta definición, el machismo presupone una relación jerárquica.

[4] Definición en Wikipedia

[5] Artículo Diario Córdoba: Hombres contra la manada

 

REFERENCIA CURRICULAR

David Kaplún Medina es Antropólogo, con estudios de Cine Documental. Experiencia profesional en docencia especializada, educación no formal, investigación social e IAP en Género, Violencia y Diversidad, tanto en España como en América Latina. Actualmente forma parte de la Asociación de Hombres por la Igualdad de Género (AHIGE) y del Grupo de investigación sobre Migraciones, Etnicidad y Desarrollo Social de la Universidad Autónoma de Madrid (IMEDES).

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