Revista con la A

23 de marzo de 2016
Número coordinado por:
Gloria Poyatos Matas
44

Juezas en femenino

Las sufragistas

sufragistasAsesinadas por la codicia de los empresarios que las hacían trabajar en condiciones precarias y riesgosas, muchas mujeres dejaban tras de sí a sus huérfanas, que se veían forzadas a trabajar muy temprano, ocupando el puesto que sus madres habían dejado. La “generosidad” de sus explotadores les proveía de lo mínimo indispensable para vivir, e incluso a veces, del ser dignas de su favoritismo: manoseos, acoso, ultraje. Sin familia, en una sociedad que despreciaba a las mujeres, atrapadas entre las paredes de las fábricas, menores de edad desamparadas estaban presas en un trabajo que, sin embargo, era la única opción que tenían de un día salir de esos confines y tener una familia.

Una familia, entonces, significaba pasar de ser dominadas por sus jefes a ser dominadas por sus maridos. Trabajando más horas por menos salarios y luego continuando sus labores en la atención del hogar y del esposo. Los hijos que pudieran tener eran potestad de los hombres, ellas no tenían ni voz, ni derecho, ni autoridad sobre ellos.

Aunque en una mejor posición que les garantizaba casa y comida, las mujeres de clase alta no podían disponer de su dinero, todo era administrado por sus maridos. Atadas económicamente, eran también esclavas de los pensamientos y decisiones de sus esposos, que podían fácilmente convertirse en tiranos. La sociedad los respaldaba porque el hombre en el matrimonio ejercía la misma dominación absoluta que el Estado en la vida pública y los empresarios en la vida laboral sobre las mujeres. Incluso aquellas pocas mujeres profesionales, se veían restringidas a ejercer su talento con el respaldo de un hombre, por las limitaciones que tenían no sólo del dinero sino de la adquisición de materiales.

En la joven Maud Watts (Carey Mulligan) se habían ejercido todas las violencias ya descritas, pero todavía habrá otras que ella deberá enfrentar el día que opte por luchar por su libertad, por la libertad de todas las mujeres pobres y ricas de su tiempo, en la demanda del derecho al voto. Parecería que había demandas concretas e inmediatas que era más urgente atender. Pero las pioneras del feminismo son conscientes que nada cambiará hasta que la mujer no sea considerada igual, ciudadana pensante, ser humano. Las mujeres que tomaron consciencia del abuso y la injusticia que su situación significaba, apostando por la dignidad del ser humano, creyéndose merecedoras de una vida mejor, lucharon por el derecho a votar.

Ese es el contexto que en tonos grises y fríos, en el invierno de la Inglaterra de inicios del siglo XX, nos presenta la directora Sarah Gavron, con el guión de Abi Morgan, en Las sufragistas (2015), inspirada en hechos reales. Todas las luchas pacíficas habían sido inútiles, Sarah Gavron decide retratar el momento en que éstas se hacen más fuertes y deben optar por la violencia, a fin de ser escuchadas y tomadas en cuenta, porque es el único lenguaje que los hombres entienden. Las reacciones no se dejan esperar. Tildadas de subversivas, son una vergüenza para sus maridos y sus hijos, así que quedan abandonadas de ambos. La sociedad las repudia, ¿qué pueden hacer, más que entregarse de lleno a la lucha? Nadie las llorará si mueren, lo único que les queda es hacer que esa muerte valga la pena. De ahí, una lucha por tener la opción de elegir que se inició hace tanto, y que parece no tener fin pues hay todavía lugares en la tierra en que las mujeres se consideran menos que nada.

Las sufragistas es una película inspiradora e imprescindible, que todo el mundo debe ver porque enseña dos valiosas verdades que la gente no debe olvidar y que tienden a diluirse en el presente.

La primera, el tipo de vida que las mujeres de hoy tienen se la deben completamente a todas aquellas mujeres que lucharon por sus derechos. Todas y cada una de esas libertades fueron ganadas por rebeldes del pasado para las mujeres del presente, que no se olviden de eso sobre todo aquellos que tan fácilmente juzgan a las disidentes. La educación, tener una carrera, elegir con quién casarse, decidir permanecer soltera, vestir pantalones, salir sola a la calle, disponer de su dinero, hablar en público, postular a un puesto político, viajar sin una compañía masculina, votar.

Lo segundo, que la riqueza y la tremenda desigualdad social, que cada día se acrecienta más, descansa sobre la explotación sistemática de seres humanos, cuyas vidas se pretenden descartables en base al racismo y la misoginia que subyace a una decisiva herencia colonizadora que sembró la prosperidad en todos los países, hoy llamados democráticos e independientes. No basta, por tanto, que los ricos, que las grandes empresas, que los poderosos inviertan en programas sociales, que den soporte al medio ambiente, que apoyen causas caritativas; lo único que acabará con la muerte de personas inocentes y detendrá la pobreza generalizada será una economía que renuncie a su egoísmo, que no pretenda el bien de unos pocos sobre la denigración de millones ni sobre la destrucción de la tierra.

Esta película, que cuenta a su vez con las excelentes actuaciones de Helena Boham Carter y Meryl Streep, alimenta la fe en que las luchas, por más imposibles que parezcan, no son inútiles, que es posible vencer al enemigo: el dinero y el poder que se colude con él, un poder misógino que sigue denigrando a las mujeres y matándolas de nuevas formas contra las que la lucha no debe cesar.

 

bethsabeREFERENCIA CURRICULAR

Bethsabé Huamán Andía es Crítica de cine y crítica literaria. Escritora y Feminista. Licenciada en literatura, magister en estudios de género y estudiante del programa de doctorado en español y portugués en la Universidad de Tulane, Nueva Orleans.

 

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