Las reinas tristes de Coímbra
En Portugal tienen un refrán que dice: “De España, malos vientos y malos casamientos”. Sin embargo, y a juzgar por el viaje que hoy vamos a proponer, más bien parece que los casamientos -o los amores- han sido malos para las mujeres españolas.
En Coímbra, además de su famosa universidad, encontramos el escenario de las vidas de dos mujeres muy diferentes: la llamada Quinta das Lágrimas, donde vivió y murió Inés de Castro, y el convento de Santa Clara, refundado por Isabel de Aragón, reina de Portugal, también conocida como la Reina Santa.
Isabel de Aragón era hija del rey Pedro III y de Constanza de Hohenstaufen. Nació en1270, probablemente en Zaragoza, en el palacio de la Aljafería, y a los doce años se casó con el rey Dinis I de Portugal, quien con diecinueve años hacía ya dos que ocupaba el trono tras la muerte de su padre, Alfonso III. El matrimonio no debió de ser muy feliz ya que don Dinis, conocido como El Rey Labrador y El Rey Poeta, fue famoso también por sus más que numerosos amoríos con damas de toda clase social, incluso con monjas de clausura, situación que, según cuenta la leyenda, la reina soportaba con paciencia y resignación. Y no solo eso, sino que llamaba a la corte a los hijos ilegítimos de su esposo para educarlos de forma adecuada a su nacimiento. Uno de estos jóvenes era Alfonso Sánchez, hijo de Aldonça Rodrigues Talha. Su padre le nombró Mayordomo de la Corona y se rumoreó que, puesto que era su hijo favorito, tenía planeado nombrarle heredero del reino. El infante don Alfonso se levantó en armas contra su padre en una guerra que duró casi cuatro años y que, según la tradición, acabó en Alvalade, cuando la reina se interpuso entre los dos bandos pidiendo que hiciesen las paces. Del mismo modo, al final de su vida, medió también en el conflicto desatado entre su nieto Alfonso XI de Castilla y su hijo Alfonso IV el Bravo de Portugal.
La construcción del primer monasterio de Santa Clara se había iniciado en 1283, auspiciada por una dama noble de Coímbra llamada Mor Días. Un conflicto de jurisdicción con el monasterio de Santa Cruz en Coímbra impidió que continuasen los trabajos hasta que, en 1314, la reina Isabel consiguió la autorización papal para la refundación del monasterio. Las obras, costeadas por ella, empezaron en 1316 bajo la dirección del maestro Domingos Domingues, arquitecto también del claustro del monasterio de Alcobaça. Las sucesivas inundaciones producidas por el río Mondego obligaron al abandono del monasterio de Santa Clara-a-Vella. Bajo el reinado de don Juan IV de Portugal, en el siglo XVII, se construyó el monasterio de Santa Clara-a-Nova. En la actualidad pueden visitarse los dos edificios.
Tras la muerte de su esposo, el rey Dinis, la reina Isabel se trasladó al monasterio de Santa Clara, aunque no tomó los hábitos de monja. Murió en Estremoz, cuando intentaba evitar la guerra entre su hijo y su nieto. Su tumba se encuentra en el actual monasterio de Santa Clara-a-nova. Fue beatificada en 1526 y canonizada en 1625. Uno de los milagros que se le atribuye -y así se la representa en numerosas pinturas, entre ellas la de Francisco de Zurbarán- es el de las rosas que, sin embargo, se asignó antes a Santa Isabel de Hungría. Casualmente, esta última era su tía abuela por parte materna. ¿Será la santidad también genética?
Inés de Castro era hija de una de una ilustre familia de la nobleza gallega. Nació en algún lugar de la comarca de A Limia en 1325. Cuando Constanza Manuel -hija de infante don Juan Manuel, el autor del famoso Libro del Conde Lucanor, nieto de Fernando III- se casó con el heredero de la corona portuguesa, el futuro Pedro I, nieto de la reina Isabel de la que hemos hablado antes, Inés se trasladó a la corte como parte del séquito de la princesa. Dice la tradición que don Pedro se enamoró de ella tan pronto la vio y que ambos se convirtieron en amantes de inmediato. El matrimonio de Pedro y Constanza duró apenas seis años, desde 1339 hasta 1345, tiempo suficiente para que la princesa diese a luz dos hijos y una hija, muriendo de sobreparto del tercero, el futuro Fernando I de Portugal.
El rey Sancho IV se opuso siempre a las relaciones de su hijo con Inés de Castro, tanto por razones políticas -debido a la influencia que ejercía en el príncipe la familia Fernández de Castro- como personales, pues su experiencia como heredero que tuvo que enfrentarse a sus hermanastros ilegítimos no fue precisamente grata. Sin embargo, de nada sirvió esa oposición: un año después de la muerte de la princesa Constanza, Inés dio a luz un hijo que murió al nacer y al que siguieron dos niños más y una niña. Ni tras su coronación ni después se encontró ningún documento que lo probase, pero don Pedro afirmó que se había casado con Inés ante el obispo de Guarda.
Durante varios años, la pareja vivió en varios lugares, casi siempre lejos del rey. De ellos, el que parecía su preferido era la llamada Quinta das lágrimas, en Coímbra, Allí se encontraba Inés con sus hijos cuando, aprovechando que don Pedro se encontraba en una cacería, el rey Alfonso se trasladó de Montemor-o-Velho hasta el monasterio de Santa Clara, próximo a la quinta. Lo acompañaban tres caballeros, Pedro Coelho, Álvaro Gonçalves y López Pacheco, quienes apuñalaron a la dama hasta matarla. La venganza de don Pedro cuando heredó el trono fue inmediata: ordenó que a Pedro Coelho le fuese arrancado el corazón por el pecho y a Álvaro Gonçalves por la espalda. Nunca sabremos como se lo hubiese mandado arrancar a López Pacheco porque ese consiguió huir a Francia. En cuanto a Inés, la enterró en una suntuosa tumba de mármol blanco en un lado del crucero del monasterio de Alcobaça. Al otro lado, enfrente, mandó construir su propia tumba, de tal modo -dijo- que el día de la resurrección lo primero que viesen sus ojos fuera el cuerpo vivo de su amada.
Hasta aquí la historia. La leyenda añade que, cuando don Pedro ocupó el trono, ordenó exhumar el cuerpo de Inés, sentó el cadáver en el trono, lo coronó y obligó a los cortesanos a rendirle honores de reina. Estos trágicos amores, junto con todo lo añadido por la tradición, han servido de inspiración a numerosos escritores, dramaturgos, músicos y pintores, desde Camoens hasta Casona. En el año 2003, la escritora María Pilar Queralt del Hierro publicó una novela con el título “Inés de Castro”.
La Quinta das lágrimas, situada a las afueras de Coímbra, a las orillas del río Mondego, es hoy un hotel de lujo construido sobre un edificio del siglo XIX, un lugar lleno de románticismo y ejemplo de esa nostalgia elegante que, de uno u otro modo, impregna todo nuestro país vecino.
REFERENCIA CURRICULAR
Montserrat Cano Guitarte es escritora. Además, ha sido Coordinadora del Comité de Escritoras del Club PEN de España; Jefa de Prensa de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles; Codirectora del Aula de Cine de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles; Colaboradora del Departamento de Comunicación de las Editoriales Espasa Calpe y Ediciones B y Profesora de Creación Literaria en distintas entidades públicas y privadas. En 2006, dirigió y organizó el I Congreso Internacional de Escritoras del Club PEN de España “La mujer, artífice y Tema literario”, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria. Ha realizado numerosas colaboraciones con la Secretaría de Igualdad de UGT Madrid y ha dictado conferencias sobre temas literarios y cinematográficos, siendo Jurado en certámenes literarios y de teatro. Asiduamente ha colaborado con la Dirección General de Cooperación y Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias. También fue responsable de la Candidatura ante la UNESCO para la inclusión en la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial del Silbo Gomero. Literariamente, es autora de numerosas publicaciones por las que ha sido premiada tanto en el ámbito nacional como internacional.