Revista con la A

25 de noviembre de 2018
Número coordinado por:
Lucía Melgar y Alicia Gil
60

Acoso, abusos sexuales y violación

La Liga de las Mujeres Profesionales del Teatro

La Liga nació a finales de los años 80, en Estados Unidos, para denunciar el déficit de mujeres del teatro y para conseguir una mayor igualdad, visibilidad y reconocimiento de la mujer en las artes escénicas, llegando a convertirse en un grupo de presión cuyo objetivo es alcanzar la paridad en el ámbito de las Artes Escénicas, expandiéndose prácticamente por todo el mundo.

En el Estado español, Beatriz Cabur (directora y dramaturga), Inge Martín (actriz) Yolanda Dorado (dramaturga) y Conchita Piña (editora), en 2016, se unen para crear la Liga española, aprovechando el Día Mundial del Teatro para presentarla públicamente, uniéndose a ellas poco después Belén Santa-Olalla (directora) y Pilar G. Almansa (dramaturga y directora). Para su visibilización abrieron un grupo en Facebook, contando con más de 6.000 adhesiones, desde donde invitan a que se unan todas las mujeres profesionales, cualquiera que sea su ámbito de competencia, del teatro de este país, con el objetivo de apoyarse mutuamente, además de compartir ideas, proyectos, promociones, etc.

Otra de las acciones de la Liga de Mujeres Profesionales del Teatro de España ha sido crear una base de datos, en la que están incluidas todas las profesionales del teatro, para fomentar tanto su visibilización como su contratación.

En 2017, lanzaron este Manifiesto contra el acoso, las agresiones y los abusos sexuales que sufren muchas de las mujeres que se dedican a esta profesión:

Manifiesto contra el acoso en el teatro: una profesión de putas

Hasta tal punto hemos asumido que el teatro es una profesión de putas que David Mamet tituló así uno de sus libros sobre teoría escénica. Está en el imaginario colectivo, forma parte del prejuicio de familias que ven con malos ojos que sus hijas quieran ser actrices, ¡y cuántas veces no lo hemos mencionado de broma! Pues no, digámoslo alto y claro, la nuestra no es una profesión de putas: es una profesión de depredadores sexuales que abusan de su posición dentro de la industria, amparados por las dinámicas sociales; es una profesión de mujeres y hombres asustados, conscientes de la fragilidad de eso tan abstracto que llamamos reputación, de lo que significa hablar una vez y ser estigmatizado de por vida; es una profesión en la que actrices, directoras, dramaturgas, escenógrafas, regidoras, iluminadoras, técnicas de sonido, coreógrafas, etc., seguimos siendo tratadas como trabajadoras de segunda clase, víctimas del paternalismo ejercido desde el poder; y también, asumámoslo, en una profesión con mucha gente que aprendió bien las reglas del club de los hombres, ahora les benefician y prefieren no cambiarlas a mitad de partido. Pero cada vez somos más los que queremos dinamitar este sistema porque es demencial.

Es demencial que hayamos asumido que las insinuaciones, toqueteos y relaciones sexuales sean el peaje de entrada y el camino de ascenso en una carrera artística, sean o no consentidos, porque si el sexo no nace del deseo, es utilitario y, por ende, refuerza el sistema de dominación vigente: no hay mayor victoria para el opresor que el oprimido asimile su escala de valores. Es inadmisible que una víctima prefiera callarse tras ser agredida, porque asume que nadie la creerá, que nadie la protegerá. Es doloroso que tantos hombres, aun luchando a nuestro lado por la igualdad, capaces de reconocer la brillantez de muchas mujeres, instintivamente dudarán cuando ellas les cuenten su propia experiencia de acoso, porque… ¿seguro que no lo has entendido mal? Pues no: lo entendemos perfectamente. Somos miles repitiendo historias análogas. Esta es nuestra experiencia del mundo, compartida y global. Es una experiencia inasumible por más tiempo. Por eso tenemos que cambiarla AHORA entre todos.

El acoso sexual es estructural y tiene grados; va desde la nada sutil apertura de piernas bajo una mesa (tras la cual, si no correspondes, lo más seguro es que no vuelvas a saber nada de ese productor/director/actor) hasta la violación (tras la que, si denuncias, lo más seguro es que no vuelvas a saber nada de ningún productor/director/actor), pasando por las vejaciones en los castings, las reuniones en restaurantes «a solas», las invitaciones a clases privadas y un largo etcétera. No vale con culpar a la víctima: estamos demandando que una sola persona se enfrente a todo un sistema, con sus inercias sociales, profesionales y judiciales, sabiendo que va a perder. Ni tampoco vale con decir que ahora no se le va a poder guiñar un ojo a una mujer; cualquiera puede diferenciar entre el amable intento de seducción de alguien que, finalmente, no te interesa, del acoso en cualquiera de sus grados. Es más: el acosador también sabe diferenciarlo, porque no busca el sexo o el amor, sino ejercer su poder. No vuelve a llamar a quien le rechaza porque es un recordatorio de su propio fracaso como dominador. Dejemos de extender pátinas de romanticismo, torpeza o infantilidad sobre los acosadores, dejemos de responsabilizar a cada víctima de no enfrentarse ella sola a Goliat. La eficacia llega con acciones coordinadas y colectivas, mujeres y hombres, de manera inmediata.

La industria teatral en España permanece silenciosa, a pesar de que hay secretos a voces sobre grandes nombres que parecen intocables. Desde la Liga de las Mujeres Profesionales del Teatro (LMPT) nos comprometemos a apoyar campañas en contra del abuso a mujeres en todos los ámbitos y a prestar atención a todas las denuncias públicas, con nombres y apellidos, para que estas situaciones sean la excepción, no la norma.

Dejemos de tener miedo y, si es necesario, que rueden cabezas. Que el estigma sea para el agresor. Que se le cierren las puertas al que acosa, al que humilla, al que intimida, al que se aprovecha, al que chantajea, al que amenaza. Para que la siguiente generación, o la siguiente, o quizá la siguiente, ya no sepa qué significa eso de que el teatro es «una profesión de putas».

BASTA DE AGRESIONES EN LA PROFESIÓN TEATRAL.

BASTA DE ACOSOS SEXUALES.

BASTA DE ABUSOS DE PODER.

* El uso de la palabra «PUTA» en este Manifiesto no se refiere a las mujeres que ejercen la prostitución sino al significado peyorativo, imperante en el lenguaje cotidiano, que tiene dicha palabra.

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