Judy: ella también
En octubre del año 2017 se hacía viral el hashtag #MeToo para denunciar el acoso sexual y la agresión sexual como una práctica que las mujeres sufren continuamente pero que se mantiene en el silencio. Esta vez sacaba a la luz una práctica común en Hollywood, entre los millonarios productores, directores y otros hombres con poder, en una industria que es predominantemente masculina, como todas aquellas que mueven sumas exorbitantes de dinero, explotando los cuerpos de las mujeres: simbólica o literalmente. En este caso, las acusaciones giraban en torno a Harvey Weinstein, fundador de Miramax y de otra compañía productora que lleva su nombre. El 24 de febrero, de este año, fue declarado culpable de acoso sexual, violación y prácticas sexuales predatorias; aunque no se ha dictado sentencia todavía, podría pasar en la cárcel lo que le queda de vida a sus 67 años.
Lamentablemente, el movimiento de liberación femenina y la solidaridad entre mujeres, que cobra cada vez más fuerza para hablar y denunciar la violencia sexual, llega tarde para aquellas pioneras en la industria cinematográfica, una de ellas Judy Garland (1922-1969).
Entre 1935 y 1950 Garland trabajó exclusivamente para la Metro-Golden Meyer protagonizando éxitos de taquilla, hoy en día clásicos, como El mago de Oz (1939) y una serie de películas con su co-estrella Mickey Rooney. Sus primeros años en el cine son el fantasma, la sombra que acompaña sus años de adulta, previos a su inesperada muerte a los 47 años de edad en Chelsea, Inglaterra. Es precisamente sobre estos últimos años de la vida de esta querida y recordada estrella que se ocupa la película Judy (2019), dirigida por Rupert Goold y protagonizada por Renée Zellweger, reciente ganadora de los premios Oscar a mejor actriz por este papel. Escrita por Tom Edge, y Peter Quilter, está basada en la obra de teatro End of the Rainbow (Al final del arco iris) de este último.
La Judy que vemos en esta versión cinematográfica ha sido marcada de por vida por las adicciones que, desde muy pequeña, le fueron inculcadas para cumplir con las demandas del estudio, aunque sus recuerdos son traumáticos y, tal vez por ello, pueden haber sido sobredimensionados, se sugieren una lista amplia de abusos, no sólo la explotación infantil, la inducción en las anfetaminas y barbitúricos, sino el acoso sexual, la violencia psicológica y un trato inhumano a quien en su momento era todavía una niña en manos de una gran corporación cinematográfica. Su salida de los estudios Golden-Meyer y su posterior condición inestable, alcoholismo e inseguridad, son directa consecuencia de esos años de formación en que fue explotada, abandonada y abusada en mil formas. De ahí que, al tratar de construir su vida adulta, sus opciones de éxito fueron reducidas, a pesar de ser una mujer con tantos talentos y carisma.
En este sentido, Judy es una película imprescindible, no sólo por la magistral actuación de Zellweger que sale aquí victoriosa de este giro dramático, luego de protagonizar la serie cómica de El diario de Bridget Jones por la que más se le conoce. Sino también por abordar un tema muy relevante para nuestro presente: el uso y abuso de las mujeres en la industria cinematográfica. Judy es una película con algunos números musicales pero, sobre todo, con mucha soledad, tristeza, fatalidad, aquella que hace que mujeres talentosas, hermosas, generosas terminen abandonadas en el mundo, sin amistades, sin amor, sin casa, sin hogar, sin caminos para rehacer su vida y ser felices.
REFERENCIA CURRICULAR
Bethsabé Huamán Andía es Crítica de cine y crítica literaria. Escritora, Feminista y pescetariana. Licenciada en Literatura, magister en Estudios de Género y Doctora en Literatura.