Revista con la A

25 de mayo de 2021
Número coordinado por:
Lucía Melgar y Alicia Gil
75

La utilidad del feminismo

Irma Saucedo: «el feminismo es la potencia civilizadora»

Irma Saucedo

Irma Saucedo

Socióloga, con maestría por la universidad de Chicago y estudios de doctorado en España, Irma Saucedo es una de las feministas más destacadas en México. Pionera en el diseño y construcción de programas de prevención y atención de la violencia contra las mujeres y las niñas, ha contribuido, como activista, profesora e investigadora, a la comprensión de la violencia de pareja y familiar, incluyendo el abuso sexual infantil del que no se hablaba y aún se habla poco, y al desarrollo de acciones concretas contra éstas a través de ONGs, redes de trabajo y de la formación de nuevas académicas y profesionistas que hoy trabajan en universidades, organizaciones e instituciones de todo tipo.

De palabra clara y a menudo contundente, Irma habla desde su experiencia de 50 años de trabajo, y desde la vivencia de quien ha sido migrante y ha enfrentado las dificultades de «venir de fuera» no sólo en el extranjero, sino también en una academia todavía muy disciplinaria y poco propensa a aceptar su necesaria conexión con la sociedad, y menos al feminismo, todavía en los años 90.

Su trayectoria personal y política estuvo marcada por el movimiento estudiantil del 68, en que participó cuando cursaba la preparatoria en la Ciudad de México, por su experiencia como mexicana en el Chicago en los años 70 y 80, años de gran efervescencia social en las comunidades latinas, y por el terremoto de 1985 en la capital mexicana que en más de un sentido partió el espejismo de la estabilidad y abrió el cauce a la creación y fortalecimiento de la organización urbano-popular, en gran medida encabezada y desarrollado por mujeres. Involucrada en los movimientos sociales y políticos y en el proceso, nada fácil, de construcción de alianzas entre comunidades latinas y afrodescendientes en Chicago, Irma se identificó de manera vital con el feminismo ante «el machismo contundente» de los partidos políticos de izquierda, y sus integrantes y modos verticales de trabajo.

En entrevista para con la A, Irma habló de su involucramiento en el feminismo, de la conjunción, no siempre fácil, de activismo y academia, de la violencia contra las mujeres en México y de los retos que hoy enfrenta el feminismo.

Sus aportes al feminismo en México son fundamentales,  se acercó al movimiento y aportó una mirada más amplia acerca de la violencia contra las mujeres

Sus aportes al feminismo en México son fundamentales. Desde que volvió al país, a raíz del terremoto, se acercó al movimiento y aportó una mirada más amplia acerca de la violencia contra las mujeres. Mientras que diversos grupos se centraban entonces en la violación y la violencia sexual, ella destacó la urgencia de ocuparse de la violencia doméstica, de estudiarla y enfrentarla, lo que hizo a través de su trabajo con mujeres de sectores populares. Así, en alianza con académicas, activistas y funcionarias, promovió la creación de centros gubernamentales de atención a la violencia contra las mujeres, diseñó programas de detección y atención a ésta en centros de salud y participó en el gran logro que significa tener una norma oficial de salud para atender a mujeres violadas en el sistema público de salud. Aunque no se cumple a cabalidad la norma y la atención no sea perfecta, con ellas se confirma que la violencia contra las mujeres es un problema de salud pública que el Estado tiene la obligación de atender.

Su visión de la violencia doméstica como un problema complejo que afecta a todos los integrantes de la familia, donde se juegan relaciones de poder desigual y los silencios ocultan agresiones traumáticas, como el incesto, ha dejado también un importante legado fuera de la Ciudad de México y en la academia. En Monterrey, por ejemplo, diseñó un programa de atención a mujeres violentadas, se creó un centro de atención a éstas. Además, impulsó la primera maestría en violencia, en la Universidad Autónoma de Nuevo León. También dejó su huella en centros de atención en otras ciudades, en un refugio que persiste en Puebla y, en años más recientes, en la capacitación de personal de salud y otras áreas encargadas de atención directa a la violencia, incluyendo el espinoso ámbito de la impartición de justicia. Su programa educativo, basado en la ética feminista y orientado a la formación de equipos, es una de las claves del éxito de las enseñanzas de Irma: no sólo forma a personas comprometidas, también favorece la creación de redes interpersonales que deben trabajar desde el conocimiento, la confianza y la ética, pues analizar casos, atender a sobrevivientes y enfrentar la carga emocional que esto significa es más efectivo cuando se unen miradas distintas y fluye la comunicación entre distintas instancias.  

No es extraño entonces que, interrogada acerca de sus principales logros, esta maestra de maestras y tejedora de redes, se refiera primero a «la instalación de un proyecto, instancia o institución». Aunque cambien o » no sean perfectos», dice, son espacios de cambio. Así, hacer de una escuela secundaria un lugar de esperanza para chicos con problemas que habían pasado por la cárcel o pertenecían a pandillas, lograr la creación del programa de estudios latinoamericanos en la Universidad de Illinois, en Chicago, le han dejado la satisfacción de saber que «lo que dejas va a continuar, para que las nuevas generaciones puedan hacer algo». Haber formado programas de «mujeres que ayudan a mujeres en comunidades y barrios», a través de ONGs, le deja el gusto del trabajo hecho, pero sobre todo la satisfacción de saber que «quedan grupos y redes de mujeres que siguen trabajando con mujeres», que se sostienen entre sí, mantienen un refugio o impulsan desde sus distintos espacios la agenda feminista, en un país machista donde el Estado a todos los niveles se ha resistido al cambio.

Crítica de quienes, desde las instituciones encargadas de políticas públicas, las dejaron caer o las mantienen en la simulación, y olvidan que éstas se construyeron desde el feminismo, y de quienes también se dicen «feministas» y han colaborado desde la sociedad o la academia con funcionarios simuladores o negligentes ante la violencia contra las mujeres, con tal de para ganar poder político o recursos (tema que quedó de lado en la entrevista), Irma expresa sus dudas acerca de la actual situación del feminismo en la academia en particular. Hace treinta o cuarenta años era difícil entrar a estos espacios cuando de proponía influir desde ahí en los problemas de las mujeres, pero se logró abrir brecha.  Hoy «se ha desdibujado el trabajo que hicimos» porque la lógica de la academia es otra y la gente «entra en otra línea de competencia» que no da prioridad a la necesaria vinculación con la sociedad. Por eso hay «compañeras encerradas en un cubículo», que se dedican a publicar y tienen que ver por su carrera académica, lo cual es comprensible, pero les aleja de la responsabilidad social que la universidad pública, en particular, tiene «de responder a la sociedad y a las mujeres».

Para Irma está claro que existe una responsabilidad ética desde el saber y el poder

Para ella está claro que existe una responsabilidad ética desde el saber y el poder. En el caso de las feministas, «una debe ser agente de cambio: tienes agencia, tienes poder, tienes que usarlos para ese cambio». Por desgracia, reflexiona, «las feministas han dejado de usar su poder, no han posicionado la ética feminista» en la universidad, por ejemplo, cuando es imperativo hacerlo. «La academia todavía le debe mucho a la sociedad» en este sentido.

Para cerrar la conversación que podría durar largas horas, Irma reflexiona acerca de los retos del feminismo y afirma con convicción que, en México en este momento, el desafío principal es «que no sigan matando mujeres». Ante la violencia contra las mujeres y niñas, que es estructural e interseccional, el reto más grande es «entender que no se puede recortar en pedacitos la problemática … mi subjetividad no está fragmentada», la mirada debe ser integral e integradora. «No se puede separar la violencia del tema laboral, sexual: el sistema está anclado en procesos violentos contra las mujeres y sus cuerpos». Centrarse en un solo aspecto impide hacer un diagnóstico adecuado, es «ser un mal médico» y hacerle un «flaco favor al movimiento». Es necesario que las feministas se decidan a tocar «temas nodales». Insiste en que el acoso, el feminicidio, todos los procesos están «anudados», tienen antecedentes en una violencia anterior.  No se puede olvidar que antes no existían palabras para nombrar lo que hoy llamamos acoso, violencia contra las mujeres, feminicidio.

 «La vieja tradición feminista es ‘nombrar lo que nadie nombra’»

«Antes no existían la palabra ni el concepto, nos tocó inventar la palabra, construir el concepto, investigar y documentarlo y mostrarlo», explica Irma. «La vieja tradición feminista es ‘nombrar lo que nadie nombra’». Con esto se abre un proceso de transformación y sanación, en todos los ámbitos. Con las nuevas palabras, «en vez de decir: ‘me siento mal’, las mujeres pueden decir ‘esto es violencia'». Por esta capacidad de nombrar, conceptualizar, sistematizar, transmitir y organizar, desde la ética feminista, sin duda, como afirma Irma, «el feminismo es la potencia civilizatoria».

Feminista, amiga de sus amigas, de las de siempre y de las que ha ido conociendo aquí y allá, amistades que mantiene vivas a pesar de la distancia, como lo testimonia una de sus amigas españolas:

Conocí a Irma a través de una colega que fue a hacer una estancia en México, a mediados de los 90. A su regreso me dijo que, en el Colegio de México, había conocido a una mujer fantástica con la que tenía que contactar porque también estaba investigando y trabajando sobre la violencia contra las mujeres. Me dio su dirección e iniciamos una relación epistolar -entonces internet no estaba muy desarrollada-, intercambiando artículos y cruzando algunas opiniones. Dos años después, fui invitada por la UNAM de Toluca (ciudad ubicada a unos 60 km de Ciudad de México) para impartir clases sobre feminismo en una maestría. Como no podía ser de otro modo, quedamos para conocernos personalmente. Acudí a la ciudad de México y aguardé en una cafetería del Zócalo. No habíamos cruzado ninguna fotografía, pero la reconocí inmediatamente por su porte contundente. Llevaba a un niño de la mano, su hijo. Nos saludamos como si nos conociéramos de toda la vida y comenzamos a hablar de nosotras, de nuestras vidas, quitándonos la palabra y sorprendidas por las experiencias comunes. Años después, viajó a España para hacer los cursos de doctorado en la universidad autónoma de Barcelona y, como no podía ser de otro modo, en unas vacaciones vino a mi ciudad, a mi casa. Por entonces yo coordinaba un proyecto europeo en la universidad, una de cuyas acciones era la organización de un seminario internacional sobre violencia contra las mujeres cuyo programa no había diseñado aún y para el que no teníamos demasiados recursos. En lugar de descansar, se sentó al ordenador y armó un programa de tres días, invitando a las mejores expertas en el tema de distintas nacionalidades, que por amistad con Irma acudieron sin cobrar un céntimo. Un fantástico programa que convocó alrededor de cuatrocientas mujeres y del que salieron muchas conclusiones que, sin duda, influyeron en lo que sería la Ley de medidas integrales contra la violencia de género, de 2004, que estaba en proceso de elaboración. Esa es Irma, comprometida hasta el tuétano. Amiga de sus amigas, que siempre responden porque ella siempre está ahí. Irma, no es muy alta, pero cuando la conoces crece hasta el punto de parecer una giganta. Te voy a contar una anécdota: algunos años después, nos invitaron a un congreso internacional en Monterrey, “La mujer y el liderazgo en la educación superior”, organizado por la universidad autónoma de Nuevo León. Participamos un centenar de mujeres representando a distintas universidades de todos los continentes y durante un día entero se trabajó con intensidad en distintos grupos. Al día siguiente, en el pleno final, tras las conclusiones, acudió el rector de la universidad para clausurar el curso y no se le ocurrió otra cosa, al pobre, que centrar su discurso en señalar lo contento que estaba por las bellas mujeres que habían acudido a la convocatoria y que México siempre había estado al lado de las mujeres como demostraba la devoción hacia Nuestra Señora de Guadalupe que sentía el pueblo mexicano… Recuerdo a Irma a mi lado rebulléndose en el asiento y levantando la mano para tomar la palabra -las demás estábamos desconcertadas sin saber qué hacer-. Antes de concederle la palabra, el rector abandonó la sala, rodeado de su cohorte de caballeros bien trajeados y sus guardaespaldas. Irma se levantó, agigantándose como te comento, y tras criticar el discurso del rector que minusvaloraba el trabajo allí realizado, menospreciando a las presentes, exigió que regresara y pidiera perdón por sus palabras… El público aplaudimos… Se armó un gran revuelo, hubo carreras y finalmente apareció el susodicho sudando, subió al estrado y torpemente pidió disculpas, todo el público aplaudimos de nuevo a Irma, pero creo que se fue pensando que el aplauso iba dirigido hacia él… Esa es Irma, valiente, fuerte, corajuda, fiel a sus principios feministas, trabajadora incansable y concienzuda, que no se deja amedrentar por nada ni por nadie.

Entrevista realizada por Lucía Melgar

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