Impacto de las asociaciones de científicas en las investigaciones de género.
Capitolina Díaz. El efecto que las asociaciones científicas puedan tener o no tener sobre las investigaciones de género es difícil de establecer y menos aún de medir
El efecto que las asociaciones científicas puedan tener o no tener sobre las investigaciones de género (tema que Con la A me ha pedido que aborde) es difícil de establecer y menos aún de medir. En principio, cabe pensar que hay una correlación entre la existencia de asociaciones científicas y más aún si estas son de mujeres y/o con perspectiva de género o feministas y las investigaciones con perspectiva de género. Pero, indudablemente, no hay una relación necesaria ni directa. En cualquier caso podríamos pensar que las asociaciones científicas generan un doble efecto positivo (como he dicho, no necesariamente) en las investigaciones de género. Por una parte un efecto tangible: la existencia de congresos y publicaciones (revistas, colecciones de libros, líneas editoriales, etc.). Y por otra parte, un efecto intangible: la existencia de asociaciones y la pertenencia a ellas conlleva la conciencia de no estar sola, favorece así el empoderamiento y genera redes específicas que amplifican y ayudan en las investigaciones y, a menudo, incluso las generan.
Comenzaremos por desvelar un poco el panorama de las asociaciones científicas y de género. Abordaremos, en primer lugar las asociaciones científicas convencionales. Entre estas, van creciendo de manera progresiva aquellas que han creado en su interior un capítulo de Género/Mujeres, por ejemplo, la Real Sociedad Española de Física o la Federación Española de Sociología o el Aula Eileen Gray dentro del Colegio Oficial de Arquitectos (sic) de Córdoba. Este capítulo o grupo (suponemos que impulsado por las científicas feministas) suele, por lo general, organizar una sesisón específica de la disciplina con perspectiva de género en los congresos ordinarios, y alguna de ellas tiene fuerza suficiente como para organizar congresos específicos. En el período intercongresos suelen tener otras actividades, como mínimo, para el mantenimiento de la red de mujeres dedicadas al campo científico correspondiente y para sostener su visualización en el androcéntrico mundo científico.
La mera existencia de las asociaciones genera autoreconocimiento y, a partir de éste, se plantea el reconocimiento externo y se convierten en grupos de presión
En segundo lugar, están las asociaciones científicas especificas de mujeres. Estas pueden ser de dos tipos. Aquellas específicas de una disciplina, por ejemplo, la Asociación Española de Investigación de Historia de las Mujeres (AEHIM) o La Mujer Construye (Asociación de Mujeres Arquitectas) o genéricas, como la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT) o la Asociación Universitaria de Estudios de las Mujeres (AUDEM). En paralelo a estas asociaciones científicas, hay otras como la Red de Unidades de Igualdad de Genero para la Excelencia Universitaria (RUIGEU) que tienen una función de apoyo y desarrollo de las mujeres en la academia y fuerza de presión sobre las autoridades universitarias.
Valdría la pena describir la actividad de alguna asociación de cada tipo para inferir, a partir de los detalles, el efecto que la vida asociativa tiene sobre las investigaciones de género. Vamos a limitarnos, en este punto, a asociaciones españolas. Después revisaremos someramente el entramado internacional de asociaciones científicas de mujeres y algunos de sus efectos directos en los estudios de género.
Como ejemplo de asociación científica específica describiremos brevemente a AEHIM, la asociación de la investigación de la historia de las mujeres, por ser una de las asociaciones científicas de mujeres más antiguas (1991) y más consolidadas en nuestro país. Su objetivo es potenciar los estudios de historia de las mujeres y establecer redes entre quienes los realizan. Desde su creación hasta ahora, ha llevado a cabo 18 coloquios/congresos internacionales. Estos encuentros son el espacio apropiado para que las investigadoras (y, eventualmente, algún investigador) presenten sus investigaciones sobre historia de las mujeres y para que jóvenes, y no tan jóvenes, se animen a investigar sabiendo que hay un espacio en el que sus trabajos pueden ser escuchados, debatidos, tenidos en consideración. Es casi inncesario señalar que los encuentros científicos son el lugar por excelencia para el establecimiento de redes. Los trabajos seleccionados de esos congresos se convierten en publicaciones que alcanzan gran difusión y gozan de un notable prestigio. La asociación realiza seminarios internacionales sobre historia y feminismo (va por el séptimo) con carácter monográfico sobre aspectos relevantes de la práctica historiográfica. AEHIM ha creado también dos modalidades de premios: a la mejor tesis doctoral de historia con perspectiva de género y a la mejor investigación, llevan 8 y 7 ediciones respectivamente. AEHIM pertenece a la FICIHM (Federación Internacional de Centros de Investigación en Historia de las Mujeres), lo que permite a las investigadoras españolas conectarse y establecer redes internacionales.
Como ejemplo de asociación general, veremos AMIT, la asociación de las mujeres científicas y tecnólogas. Nació en 2002 y agrupa a mujeres de variadas disciplinas. Su objetivo es ser foro de discusión y red de apoyo de todas las investigadoras y universitarias que buscan la plena participación de las mujeres en la investigación, la ciencia y la tecnología. Realiza una asamblea anual focalizada en algún aspecto descollante de la ciencia o la tecnología. Promueve investigaciones sobre la situación de las mujeres en la ciencia, sirve de red entre investigadoras y actúa como grupo de presión ante las instancias políticas. Se alía o incorpora a otras redes y asociaciaciones de mujeres del mundo del cultura y de la ciencia. Publica mensualmente en las redes sociales el perfil de una científica asociada. Al ser generalista, su efecto inmediato sobre los estudios de género no es tan evidente como el de AEHIM ya sus socias se dedican al trabajo científico en las diversas disciplinas, no específicamente sobre mujeres, pero sirve de red conectora, de soporte y de medio de empoderamiento a sus cerca de 700 socias.
Convendría acabar haciéndonos una idea de al menos cuantas organizaciones de mujeres en ciencias existen hoy en día. Una ojeada a la Wikipeida nos habla de 40 asociaciones (y le faltan muchas, sobre todo europeas y latinoamericanas). Buena parte de ellas son lo que podríamos llamar grandes asociaciones que engloban a otras muchas. Por ejemplo la Plataforma Europea de Mujeres Científicas (EPWS), que agrupa a mas de 100 asociaciones, o redes europeas de mujeres científicas, lo que supone más de 12.000 asociadas.
Siendo socióloga no me puedo resistir a señalar una asociación de sociólogas con un efecto directo en los estudios de género: Sociologists for Women in Sociology, creada en 1969 que publica, desde 1987, la revista de gran interés y prestigio Gender&Society.
No podemos olvidar que la mera existencia de las asociaciones genera autoreconocimiento y, a partir de éste, se plantea el reconocimiento externo y se convierten por sí mismas en grupos de presión.
REFERENCIA CURRICULAR
Capitolina Díaz es Licenciada en Sociologia por la Universidad Complutense, doctora por la Universidad de Londres. Profesora desde 1992 de la Universidad de Oviedo y, en la actualidad, catedrática de sociología en la Universidad de Valencia. Interesada en la Sociología del Género y en Género y Ciencia. En estos campos tiene mas de 100 publicaciones y ha desempeñado cargos políticos en los mismos.