Empresas con curvas, liderazgo sutil
La toma de riendas femenina, el liderazgo, la intención de comenzar, la firmeza de seguir, todo ello, filtra entre sus huecos el aire de las curvas. Las curvas, así entendidas, como una capacidad femenina de dirigir, de entender, de interpretar, de adaptar lo inadaptable
Porque la vida es redonda y está llena de curvas (*); caminos curvos, ideas curvas, bucles que sin parecer hacen avanzar por rodeos entre otras vidas, otros lugares, otras personas, otras perspectivas. Porque nosotras nos construimos en forma de poso circular capaz de recorrer con suavidad lo que ocurre antes y después de cuando escampa.
La toma de riendas femenina, el liderazgo, la intención de comenzar, la firmeza de seguir, todo ello, filtra entre sus huecos el aire de las curvas. Las curvas, así entendidas, como una capacidad femenina de dirigir, de entender, de interpretar, de adaptar lo inadaptable, integran desde la sensibilidad lo que parece que sobra, y lo hacen intuitivamente, arraigándose a un instinto cargado de certeza, el mismo instinto que Clarissa Pinkola explica, analiza, siente, piensa y nos regala llamándonos lobas en su densa y bella obra “Mujeres que corren con los lobos”.
Somos lobas en su lado más humano, o humanas en su lado más salvaje. Un instinto femenino, muy de dentro, que determina la toma de decisiones y la conducta desde una sabiduría natural e innata que nos aguarda en algún lugar de nuestro SER, de nuestras vidas, que emerge a veces dejándonos perplejas ante nuestra propia fuerza e intuición, que espera a ser identificada en sus múltiples formas y que no siempre es social ni personalmente aceptada y, seguramente, insuficientemente vivida.
Poner en marcha un negocio es un sello de liderazgo curvo.
Tomar la decisión de emprender puede suponer, más allá de una salida, una oportunidad de engendrar en el propio mundo, el de dentro hacia fuera, una actitud de cambio hacia un propósito vital, el de vivir de acuerdo a unos valores, el de dejar nacer esa parte de nosotras que habla de lo nuestro en clave de mejor.
La cita, “La auto eficacia emprendedora alude a la creencia de la persona en sus propias habilidades para llevar a cabo eficazmente las acciones y tareas específicas implicadas en la creación y desarrollo de una nueva empresa” (De Noble, Jung, & Ehrlich, 1999), despierta en mí el interés por analizar cuánto de autopercepción hay en los bajos índices de emprendimiento femenino, comparativamente con respecto al género masculino.
Trasladándonos de la inspiración al dato, acudimos hasta las conclusiones del GEM, el Global Enterpreneuship Monitor, el informe que desde 1999 investiga el fenómeno emprendedor y las variables que intervienen en su comportamiento. El GEM nos habla de las diferencias entre el emprendimiento masculino y femenino, desvelando una menor presencia de todas las mujeres en todas las fases del proceso emprendedor y un nivel de estudios superior al de sus homólogos varones, de entre aquellas que emprenden.
Siguiendo en el dato, el muro nos permite reconocer que haberlo hay lo, y que existe un camino por el que aún las mujeres no transitan. Adquirir altura interior despeja la mirada para permitirnos desvelar cuánto recorrido continúa a través de las barreras que nosotras mismas nos ponemos, a menudo de forma inconsciente. Empezar por tomar consciencia de nuestras áreas ciegas coloca la primera tabla del puente hacia otro sitio.
Hablo de una altura a la medida de la expresada por Pessoa: ”Yo soy del tamaño de lo que veo y no del tamaño de mi estatura”. Esa altura, que se alza no desde la cumbre sino desde la planicie, implica sentir y ejercer el liderazgo como la capacidad que cada ser humano tiene de ver más allá de cualquier parte, de lo visible, de lo evidente, más allá de la arquitectura cultural y social que condiciona la actitud y nuestra propia autoestima, más allá de la estructura de opiniones, creencias y experiencias, ajenas incluso, que diseñan inconscientemente nuestro autoconcepto que determina hasta dónde somos capaces de mirar, de soñar conscientemente, de crear.
No es posible llegar a donde no podemos creer.
El propio GEM alude a un dato revelador: porcentualmente, las mujeres perciben sus habilidades para poner en marcha un negocio y ser capaces de llevarlo a cabo en un 85%, mientras que los hombres perciben las mismas en un 89%. Sin ser un salto determinante, los números explican dos hechos: uno, que el emprendimiento femenino está vinculado a una buena valoración personal (lo cual no significa que no disponga de ella aquella mujer que no se plantee emprender); y dos, nuestra autopercepción positiva para emprender es inferior a la de los hombres.
Hace falta integrar muchas realidades para poder crear un proyecto de cambio eficaz. Comenzábamos aludiendo a la capacidad curva como una capacidad integradora de distintas perspectivas: hacen falta muchas mujeres para aportar esta forma amplia de crear dirección y estrategia. Hace falta una forma de entender curva, llena de vaivenes, que retroalimente una realidad que nos desvela datos de emprendimiento femenino débil, con otra, la que cuenta la experiencia diaria de aquellas mujeres que lo intentamos, que lo vamos consiguiendo y que hacemos de nuestro proyecto algo ambicioso y digno: empresas rentables, entendiendo la rentabilidad como algo no sólo económico sino también vital; la búsqueda de un beneficio en cada paso, de un aprendizaje en cada experiencia, la única ruta posible para emprender: siempre empezar y siempre seguir.
Empresas con curvas, liderazgo sutil, respeto y orgullo de la sutileza como “forma de”.
Bajo esta perspectiva o sobre ella es como quiero explicar mi realidad, la de dos mujeres, un proyecto y una intención: escribir una línea que apuesta sobre una creencia firme. Trabajamos técnicamente sobre el potencial del que las personas disponemos y sobre el hecho de que es posible tomar conciencia sobre él y desarrollarlo. Liderazgo es en ese sentido algo amplio, entendido humildemente como una forma responsable de tomar las riendas de la vida, de la propia, de soltar para avanzar y de saber estar en una misma y en el mundo, reconciliadamente.
Y en esa línea, mirando ahora hacia fuera y desde la experiencia de haber estado integrada en el ecosistema emprendedor durante muchos años, he de decir que las políticas públicas de fomento del emprendimiento femenino me suenan más a discurso que a propósito coherente. Quizás haya que aceptarlas moderadamente, para acceder a un sistema mejorado que trate el emprendimiento favoreciendo el desarrollo del potencial y de la actitud, de la misma forma que se trata la importancia de adquirir conocimientos sobre planes de empresa y finanzas. Hay que tirar por tierra de una vez ese punto de partida que sitúa a las ideas de negocio originales como principal elemento de éxito, cuando lo que la observación y la experiencia enseñan es que algo que marca la diferencia en los emprendimientos viables es el lugar desde el que las personas afrontan interiormente el reto, el obstáculo y el cambio.
Cualquier proyecto que integre el desarrollo del potencial y el aprendizaje actitudinal con la adquisición de conocimientos técnicos será más alto y resistente que el que no, entendiendo esta altura en los términos longitudinales de Pessoa.
No se llega a lo que no se cree, no se es lo que no se percibe. Contaba Antonio Gala en una entrevista que la mente de la mujer es un lugar lleno de habitaciones con puertas que abren y cierran, que conectan, que permiten entrar y salir relacionando la vida, lo que pasa y lo que parece que no. Titula Lucía Etxebarría su libro “De todo lo visible y lo invisible”. Creo que todas sabemos a qué nos referimos cuando hablamos de acceder a nuestro propio universo de creatividad e intuición, vasto y poderoso.
Siempre que reivindico algo me pregunto qué pueden aportar mis manos, bajo mi propia responsabilidad, para que mi voz tenga compromiso, respeto y coherencia. Ese es el primer ejercicio de consciencia y honestidad que, como mujeres, siento que debemos hacer, construyendo una vez más desde la energía de la duda que abre tanto espacio. Cuestionar si en nuestro camino estamos reconociéndonos en todo nuestro esplendor y sabiendo reconocer a las y los demás, preguntarnos qué estamos dispuestas a abandonar para avanzar, o qué debemos cambiar para que lo que queramos mantener siga como siempre (*). Cómo seguir renovadamente y con frescura. Cómo conjugar en dos infinitivos: empezar cada día y seguir cada día.
“Cuando la vida nos regala cosas, queda por aprender el arte de reconocerlas, la maestría de cuidarlas, la creatividad para integrarlas y el agradecimiento de ofrecer a las y los demás todo cuanto nace de ellas. Así son los talentos y así los líderes”. Eso es mío.
“Si quieres cambiar, camina distinto”
NOTAS
(*) Inspirada en Antoni Gaudí “La línea recta es del hombre, La curva pertenece a Dios”
(*) Inspirada en El gatopardo, de Giuseppe Tomasi di Lampedusa: «Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.»
REFERENCIA CURRICULAR
Marta Brenta es socia cofundadora The Lighthouse. Coach co-activa acreditada por CTI, Coach de Equipos y Organizaciones por la Universidad Francisco de Vitoria, Abogada, doble Máster en RRHH y Asesoría de empresas. Hace doce años descubrió en el contexto profesional de una gran ONG una vocación: el trabajo con personas. Desde entonces, acompañar más de cinco mil proyectos de cambio y emprendimiento le ha permitido especializarse en transiciones vitales, aportándole más que el mejor de los diplomas. Empresaria vocacional con The Lighthouse Center, amante de la escritura, co-lidera un proyecto empresarial en el que dos mujeres, Maria Ángeles López Castejón y ella, recorren unidas e independientes un camino de aprendizaje.
@thelighyhouse_c