Revista con la A

25 de julio de 2016
Número coordinado por:
Lucía Melgar
46

Mujeres y feminismo ante el regreso del autoritarismo

El alma sin ojo

María Dalmau Mercé

María Dalmau Mercé

Adrián y su mejor amigo Carlos iban a irse de excursión de final de curso. Se iban a Sevilla a un parque de atracciones. Habían estado toda la semana eufóricos por este viaje que les esperaba. Se alojaron en una casa donde hacía tiempo que no iba nadie. Tenían que ir allí porque el resto de los hostales estaban al completo. Llevaban hora y media de viaje en autobús y pararon a tomar alguna cosa en una gasolinera. Adrián y Carlos fueron los únicos que entraron para comer porque los demás ya llevaban y ellos se habían entretenido y no les había dado tiempo de cogerla.

-¿Carlos, vamos a medias?

-Vale, yo compro la comida y tú la bebida.

Cuando  Carlos fue a coger una botella de agua vio que la tapa de una de ellas estaba abierta. Entonces miró dentro de la botella y vio un número en su interior: el 192. Cogió otra y se fue olvidándose de eso. Fueron los dos a pagar. El cajero con un aspecto muy extraño de repente dijo: <<Tener cuidado con el 192>>, y de repente se fue corriendo hacia un campo lleno de ovejas. Cuando salieron apareció una mujer de una cierta edad sentada en un balancín. Ninguno la había visto antes.

-¿Estaba ella aquí cuando hemos entrado? -susurró Adrián a la oreja a Carlos

-No, yo no la había visto.

De repente la viejecita empezó a hablar…

-¿Hacia dónde vais?

-Vamos a Sevilla – contestó Carlos asustado.

-Ah! Sevilla… allí viví yo hace mucho tiempo, en aquellos tiempos vivía en una casa que estaba al lado de una muy vieja que decían que estaba maldecida. Yo nunca supe nada pero siempre hablaban de un mismo número. ¿Cuál era? Ah, sí, el 192…

La mujer paró de hablar con lo que le siguió que se le cerraron los ojos, la mano se le extendió y de ella cayó una llave. Carlos en aquel momento se dio cuenta de que era el mismo número que el de la botella. Enseguida se lo dijo a Adrián y los dos se fueron corriendo rápidamente horrorizados con el resto del grupo.

-¿Qué piensas que puede significar ese 192? -preguntó Adrián.

-No lo sé, pero me da miedo ir a Sevilla.

Cuando llegaron a la casa, repartieron las habitaciones. A Carlos y a Adrián les tocó la 192.

-Solo nos faltaba esto -dijo Carlos medio llorando.

Apareció un cartero con una carta donde se les daba la bienvenida, pero… ¿de quién podría ser la carta? Ellos con la esperanza de saber qué significaba tanto 192 lo investigaron. Buscaron de dónde podía salir ese número y encontraron por Internet una historia que contaba que hacía muchos años en esa misma casa había vivido una familia que tenía una maldición. Era la familia Mostoig la cual vivió en esa casa durante cuatro generaciones. Poseyendo la maldición que les puso la bruja con quien se habían peleado el día de la subasta de la casa. Como la casa se la quedó la familia Mostoig, la bruja envidiosa dijo que mientras estuvieran allí ningún hijo tendría todas las extremidades y tendrían una cola de caballo.

El primer hijo nació bien, tenía todas las extremidades, pero un día apareció muerto a la puerta de su casa con una cola de caballo al lado del cuerpo. Al segundo hijo le faltaba una mano. Los padres asustados querían irse, pero no les quedaba dinero suficiente para comprar otra casa. Desgraciadamente, continuaron viviendo allí. En la siguiente generación, al primer hijo le faltaba la oreja derecha. En la siguiente, a una le faltaba un ojo y al cabo de quince años desapareció y no se le volvió a ver nunca más. Utilizaron todos los medios posibles para encontrarla, pero nunca lo consiguieron. La última generación, ya con dinero, se fue de aquella maldecida casa.

Carlos cayó y tropezó con una especie de entrador hacia una cueva. Adrián y Carlos se dieron cuenta que bajo tierra había una cueva de verdad y entraron. Decidieron ir a por material de investigación. Al cabo de dos horas llegaron a una sala muy grande donde había muchos esqueletos. A uno le faltaba una mano, al otro una oreja… se dieron cuenta de que todos eran esqueletos de la familia Mostoig. De repente vieron pasar un tipo de persona, más bien como una sombra, que iba muy rápidamente. Era el cajero de la gasolinera. ¿Qué hacía allí? Nunca lo sabremos porque lo mató un alma que apareció de entre la oscuridad. Adrián la podía ver, era una mujer con un ojo.

-¿Es la hija que había desaparecido?  

-No creo, de eso hace muchos años -respondió Carlos con la voz rota.

-Pero… ¿y si es ella? ¿qué hace aquí?

-Puede ser que esté escondida.

-¿Pero de quién se esconde? -preguntó Adrián desconcertado.

Los dos corrieron hacia la salida muertos de miedo. El alma les siguió. Buscaba vengar la maldición y cerro la única salida que había. Se quedó quieta delante de ellos y a los dos les puso una cola de caballo.

El alma les conto que no podía salir de la cueva porque la bruja la tenía prisionera y si se escapaba la dejaría sin todas las extremidades. Ella ya había perdido un ojo por aquella bruja, no quería perder también las extremidades. Entonces, Adrián y Carlos le dijeron que si les dejaba salir, le ayudarían. Enseguida llamaron a los caza almas que acabaron con la bruja, después de resistirse lanzando muchos espíritus que tenía escondidos y que había hecho malos. La bruja era la viejecita de la gasolinera. ¿Cómo podía ser? Se quedaron desconcertados. Aunque, finalmente, el alma de la niña por fin pudo ser libre.

Cuando iban a salir de aquella oscura cueva vieron una caja donde podía entrar la llave que la viejecita les había dado. La abrieron y se sorprendieron porque en su interior había una cola de caballo que, cuando Adrián la cogió, se hizo polvo y desapareció con una suave brisa. Cuando murió la bruja, la maldición acabó y las colas de caballo de Adrián y Carlos desaparecieron.

De repente Adrián se despertó, todo lo había soñado, nada había sido cierto. Todo empezaba a comenzar. Era el último día de clase y al acabar todos se iban de excursión. Pero… de repente, vio un alma sin ojo pasar por delante de la ventana de su habitación.     

 

REFERENCIA CURRICULAR  

María Dalmau Mercé tiene 15 años y juega al fútbol desde los ocho. Actualmente forma parte del equipo femenino del Villarreal Club de Fútbol SAD. María acaba de finalizar la ESO con una nota media que le ha supuesto ser nominada a premio extraordinario, lo que viene siendo una constante dentro de sus estudios pues también obtuvo el premio extraordinario de Estudios Primarios, consiguiendo, así mismo, todos los cursos, el premio a los mejores expedientes académicos otorgado por el IES Francesc Ribalta, de Castellón, donde cursa sus estudios. El IES FR, este año 2016, convocó un certamen literario entre el alumnado. Las mejores obras fueron seleccionadas a través de una votación abierta en internet y la obra de María, El alma sin ojo, fue una de las elegidas para ser publicadas en un libro cuyo fin es la recaudación de fondos para una ONG, elegida por el alumnado del centro a través de una votación, obteniendo el mayor número de votos la Asociación Española contra el Cáncer. Además de todos estos logros, María también destaca por su personalidad discreta, modesta, tenaz, voluntariosa,… pero, sobre todo, por ser una excelente persona, lo que le viene de familia.

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