Educación, género y coronavirus
En el confinamiento por el COVID-19 el profesorado de todos los niveles educativos hemos tenido que adaptar las clases y la investigación para poder seguir trabajando con nuestro estudiantado. Un gran esfuerzo porque ha habido que improvisar, ha habido un problema de acceso a muchos recursos que se han tenido que suplir o que eran insuficientes o inexistentes en algunos casos
El confinamiento por el COVID-19 nos ha dado la oportunidad de reflexionar sobre muchas cosas y, también, hemos comprobado todas aquellas cosas que no funcionan. El profesorado de todos los niveles educativos hemos tenido que adaptar las clases y la investigación para poder seguir trabajando con nuestro estudiantado. Un gran esfuerzo porque ha habido que improvisar, ha habido un problema de acceso a muchos recursos que se han tenido que suplir o que eran insuficientes o inexistentes en algunos casos, y en muchos hogares se ha añadido el problema de tener que cuidar de los hijos e hijas o de personas mayores o dependientes.
El espacio privado y el público en este momento se han confundido. ¿En qué contexto se ha producido? El contexto es extensivo al resto de mujeres que, en España con datos de 2018 [1], debían trabajar 52 días más que los hombres para cobrar lo mismo. La conciliación familiar, de manera perversa, se identifica como un asunto femenino y, además, en muchos casos se produce porque los hombres cobran más que las mujeres y las familias deciden renunciar al sueldo más bajo. Con datos de 2017 [2], sólo el 7% de los hombres comparte el permiso maternal en España y el 81% de las mujeres solicita su concesión. La doble jornada laboral (trabajo y casa) o triple jornada laboral (trabajo, casa, personas dependientes) influye negativamente en la salud [3] de la mujer. Al estar invisibilizado el trabajo doméstico y optar las mujeres por la jornada reducida, en mayor proporción que los hombres, también cobran un 37’3% menos que los hombres en su jubilación. En los lobbys empresariales con más poder las mujeres apenas están representadas. Los resultados laborales y económicos, consecuencia de la pandemia, no van a encontrar a las mujeres en las mejores condiciones porque parten de las peores.
En el confinamiento tampoco debemos olvidar a las víctimas de violencia de género, recluidas 24 horas junto a sus maltratadores
En el confinamiento tampoco debemos olvidar a las víctimas de violencia de género, recluidas 24 horas junto a sus maltratadores. Ya se han producido muertes por violencia de género en el confinamiento. No hay que olvidar la violencia física, psicológica o ambas que otras mujeres estarán teniendo.
Respecto a la educación, recordemos que, según datos de 2017, la docencia en educación infantil está prácticamente feminizada, en primaria ha bajado en un 45% de hombres, apenas hay un hombre maestro por cada cinco mujeres maestras [4]. El esfuerzo de preparar clases virtuales, de mantener ahora la escuela, recae mayoritariamente en las mujeres.
Las mujeres también representan la mayoría del profesorado y de los cargos directivos en la enseñanza no universitaria [5]. Según el informe Igualdad en cifras MEFP 2019 [6] la mayor parte del profesorado en España son mujeres, con una variación desde el 96,7% en educación infantil hasta el 41,3% en las universidades; en la última década la presencia femenina en puestos de dirección de centros no universitarios ha aumentado 15 puntos porcentuales hasta alcanzar el 65%. Los resultados académicos de las chicas son mejores que los de los chicos en secundaria, bachillerato y módulos de FP, y obtienen también los mayores porcentajes de egresados tanto en estudios de grado como de master.
Los últimos informes, como el realizado en 2019 por la Xarxa Lluís Vives [7], también muestran que en la universidad a medida que aumenta el rango académico la presencia de las mujeres se reduce, y que frente al 45-48% de mujeres identificables en la parte inicial de la carrera académica, el número de catedráticas apenas superaba el 20% en 2017, además son las mujeres las que piden los permisos por maternidad (99%) y las reducciones de jornadas para atender a la familia (97%). Sin embargo, en algunas áreas de conocimiento implicadas en la formación inicial de maestros y maestras, la mayoría son mujeres. La precariedad también afecta más a las mujeres [8]. En las 50 universidades públicas, con datos de 2019, hay 9 rectoras [9]. Las estudiantes universitarias obtienen mejores notas que los hombres y egresan más en la Universidad, pero los puestos de poder en el mercado laboral los siguen ocupando mayoritariamente los hombres.
El personal sanitario que nos está cuidando en este momento es en un 70% femenino, y quien lo dirige un 70% masculino, y de las personas que están trabajando en tareas asistenciales diversas, (servicios o cuidado de otras personas) son mujeres un 70%, pero en algunos países el porcentaje salta al 90% [10].
La subdirectora de la UNESCO, Stefania Giannini [11] nos recuerda que el cierre de colegios va más allá de lo educativo, por ejemplo, el cierre de los comedores escolares para niños y niñas que los necesitan cada día. También que existe desigualdad marcada por el género porque más del 89% de alumnos y alumnas está sin escuela debido al COVID-19. Este porcentaje implica más que números, significa personas, 1.500 millones de niñas, niños y jóvenes que están inscritos en la escuela o en la universidad, incluidas casi 743 millones de niñas. El virus puede significar el final de su escolarización en muchos países y un aumento de su vulnerabilidad frente a la violencia.
El confinamiento ha visibilizado nuevamente la brecha marcada por la economía. No todas las familias tienen acceso a las TIC. No todas las familias tienen las mismas condiciones en sus hogares. No todas las niñas y niños afrontan el virus y el seguimiento educativo en equidad de condiciones.
La ideología educativa neoliberal ha convertido el derecho a una educación de calidad para todos y todas en un negocio en el que el conocimiento es la mercancía
No debemos olvidar las consecuencias de los recortes en sanidad y en educación. La ideología educativa neoliberal, no solo no afronta su responsabilidad ante los recortes y privatizaciones, ha convertido el derecho a una educación de calidad para todos y todas, sin olvidar a nadie, en un negocio en el que el conocimiento es la mercancía. Como argumenta Enrique Diez (2018) [12]: “El concepto de calidad, invocado hasta la saciedad en todos los documentos oficiales, se ha reorientado hacia la “excelencia y distinción” conceptos asociados a selección, competitividad, rentabilidad; términos todos ellos importados del mundo empresarial y aplicados a la gestión de la educación superior.[…] La producción del conocimiento va perdiendo su dimensión social y de búsqueda del bien común para convertirse en un valor de cambio ligado a las exigencias del mercado. Se olvida, por tanto, su valor de uso ligado a problemas y necesidades sociales que no siempre son valorados por el mercado.” En este contexto hay mucho por transformar.
La coeducación es una asignatura pendiente o se lleva a cabo poniendo parches. Es el caso de los patios coeducativos implementados sin ninguna relación con el resto del currículum escolar, ¿pueden ser útiles cuando, después, los niños y niñas entran en clases donde el lenguaje es sexista, los contenidos que se imparten ignoran los logros de mujeres científicas, escritoras, artistas y de otras disciplinas, la cultura del cuidado queda fuera del currículum escolar y donde la educación física está segregada, entre otros aspectos curriculares? Claramente no.
Es imprescindible la formación en género del profesorado de todos los niveles educativos para que la igualdad efectiva, la lucha contra la violencia de género, la defensa de la diversidad sexual y la inclusión de la educación para la paz, se puedan implementar realmente en los currículums. En un contexto inclusivo y de desarrollo sostenible.
No se puede formar en lo que no se está formado o formada
Disponemos de una legislación que ha costado mucho esfuerzo y tiempo conseguir, pero sin la formación adecuada del profesorado, que también pasa en primer lugar por su sensibilización, se queda en papel mojado. No se puede formar en lo que no se está formado o formada.
Es necesario transformar la desigualdad marcada por todos estos aspectos, y muchos otros, porque la igualdad beneficiará al conjunto de la sociedad generando tejido social, solidaridad; no se deja a nadie atrás. Justo lo contrario de la educación neoliberal que fomenta el individualismo, el egoísmo, la competitividad, el mercantilismo atroz y lo que genera es vulnerabilidad porque la fuerza reside en la unión de la ciudadanía.
Y también es necesario el diálogo entre los diversos feminismos, ser capaces de trabajar por objetivos comunes, prioritarios, frente al repunte del neoliberalismo y de los neofascismos. El ejemplo más evidente, del que se nutre la ultraderecha, es el de Bolsonaro [13] en Brasil, lo primero que hizo fue manifestar que iba a combatir la educación freireana -recordemos que Freire es el pedagogo más importante del siglo XX que sigue inspirando toda la vanguardia educativa en el siglo XXI-, lo que él llama “sexualización” y “adoctrinamiento de la izquierda” y recuperar el elitismo de la educación superior [14].
En un contexto de pandemia global, la ultraderecha lanza bulos, distorsiona la realidad, difunde la ideología del odio, y utiliza la mentira, no es nuevo ya lo habían hecho antes de la pandemia cuando dijeron que la brecha salarial de género [15] era “mentira” y que tenía “tintes ideológicos” o cuando pidieron la derogación de la Ley contra la violencia de género [16].
Nuestro propósito es transformar las desigualdades porque como Paulo Freire nos recuerda: “la educación no va a cambiar el mundo, va a cambiar a las personas que van a cambiar el mundo”. Y para eso necesitamos una educación basada en el rigor científico. Necesitamos una transformación educativa en profundidad, ligada al compromiso cívico, a la responsabilidad social, a la ética, y no acciones sin sentido, basadas en ocurrencias, porque estas últimas, no nos engañemos, tiran piedras sobre nuestro propio tejado. Ojalá cuando esto acabe hayamos aprendido, no volvamos a caer en los mimos errores.
NOTAS
[1]https://www.lavanguardia.com/vida/20180927/452054013947/estudio-mujeres-intermon-sueldo.html
[2] https://www.elmundo.es/sociedad/2017/02/08/5899b513e5fdea7d178b45c7.html
[3] https://elpais.com/diario/2008/04/15/salud/1208210403_850215.html
[4] https://elpais.com/politica/2017/11/27/actualidad/1511763591_005291.html
[5] http://www.educacionyfp.gob.es/prensa/actualidad/2019/03/20190403-aulasigualdad.html
[6] http://www.educacionyfp.gob.es/prensa/actualidad/2019/03/20190403-aulasigualdad.html
[8] http://repositori.uji.es/xmlui/handle/10234/168184
[12] Diez, Enrique. (2018). Neoliberalismo educativo. Barcelona: Octaedro.
[13]https://elpais.com/internacional/2018/11/01/actualidad/1541112164_074588.html
REFERENCIA CURRICULAR
Consol Aguilar Ródenas es Catedrática de Escuela Universitaria del Departamento de Pedagogía, Didáctica de las CC. Sociales, la Lengua y la Literatura de la Universitat Jaume I. Directora del Grupo de Investigación “Didáctica de la Lengua y la Literatura y Pedagogía crítica”. Trabaja en formación inicial de maestras y maestros hace 36 años.