Revista con la A

25 de marzo de 2017
Número coordinado por:
Rosario Segura Graiño
50

Mujeres gitanas luchando por la igualdad

Alejandra Soler y el Barrio del Carmen en Valencia

La luz del Mediterráneo, esa que siempre necesitamos, la que ilumina los blancos, los azules y los verdes, hacia esa les llevo, hacia la brisa. Vámonos a Valencia. En marzo son las Fallas y ese podría también ser un buen pretexto para quien guste del ruido y el fuego; pero en este viaje hay, sobre todo, un homenaje. Es para Alejandra Soler quien murió en el mes de febrero de este año. Tenía 103 años. Maestra, activista, atleta, republicana, feminista. Todo eso era y más. Pero al oírla en alguna entrevista grabada es un gusto escuchar que, sobre todo, era curiosa. La curiosidad mató al gato, nos decían antes, pero no nos añadían que la curiosidad por lo que ocurre alrededor, por aprender, por investigar, también da vida. Y, hablando de gatos, ella nació en el Barrio del Carmen, en el centro de la ciudad, donde los gatos son parte de su identidad.

El Barrio del Carmen no es cualquier barrio. Creció entre la muralla musulmana del siglo XI y la cristiana del siglo XIV. En su larga historia ha sido de todo: huerta, arrabal y refugio musulmán, mancebía, asentamiento gremial, hogar de la aristocracia medieval, lugar de conventos, zona proletaria-marginal durante la Revolución industrial y, desde finales del siglo XX, en las calles estrechas, el vecindario que va a la compra por la mañana y charla en las esquinas convive con locales y restaurantes de ocio nocturno. Es esa mezcla compleja que ocasiona emigraciones de “la gente de siempre” a lugares más tranquilos.

Alejandra Soler nació en 1913 y, como ella decía, su padre estaba a siglos de lejanía de cualquier actitud machista y autoritaria. Y por eso pudo estudiar en la Institución de la Enseñanza para la Mujer e hizo el Bachillerato en el Instituto Lluís Vives, vinculándose a la Federación Universitaria Escolar (FUE), movimiento de estudiantes que luchaba por una enseñanza más moderna, y que participó en las revueltas de estudiantes contra la dictadura de Primo de Rivera. Luego fue la tercera mujer que se licenció en la Universidad de Valencia y, también, una de las primeras representantes de la historia del atletismo valenciano. Sus marcas constituyen los primeros registros de la historia de los récords femeninos. Quería ser investigadora pero la Guerra Civil le cortó las alas. Antes se había afiliado al Partido Comunista porque necesitó comprometerse ante la desigualdad social y tras el levantamiento de 1934 de los mineros asturianos y su posterior y brutal represión. La Guerra Civil dio un portazo a todo lo que esperaba de la vida, le trajo un matrimonio y una huida. Se casó con su compañero de partido, el periodista Arnaldo Azzati porque la situación se ponía fea, podían mandarnos a sitios diferentes, y sólo si entre nosotros había un vínculo legal podíamos esperar que se respetaran nuestros deseos de no separarnos. Pero les separaron.

La vida fue después complicada: ambos estuvieron en campos de refugiados en Francia, les reclamaron desde la URSS, a ella como maestra de los niños y niñas españoles, a él para montar Radio Moscú, fue una heroína en la batalla de Stalingrado en una guerra con el mismo enemigo, se despertó del sueño comunista al reconocer los crímenes de Stalin, pero nunca decayeron su ganas de luchar. En 1958 fue designada Jefa de la Cátedra de Lenguas Romances de la Escuela Superior de Diplomacia en Moscú, cargo que ocupó hasta 1971, cuando se jubiló. Tras 32 años de exilio volvió a Madrid, donde consiguió la célula de identidad tras una semana de interrogatorios en la comisaría de la Puerta del Sol. Luego retornó a Valencia, al barrio del Carmen, en el que había nacido.

Toda una vida para regresar al barrio.

Así que nos podemos dar un paseo en su nombre entre esas calles. Si el tiempo, cosa rara, no acompaña, también pueden visitar la casa museo del pintor José Benlliure donde, además de las obras de arte que se exponen, verán una casa burguesa coetánea de los tiempos de Alejandra Soler. O, también, en consonancia con su eterna juventud, pueden entrar en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) y disfrutar con alguna de las exposiciones temporales o con la colección de obras de Julio González e Ignacio Pinazo.

Pero como seguro que les acoge el tiempo soleado, les sugiero pasear y perderse entre las callejuelas, admirar las Puertas de Serranos y las Torres de Quart restos ambas de la muralla medieval, cruzar por debajo del Portal de la Valldigna, esa puerta del siglo XV que separaba la ciudad cristiana de la morería junto al cual se instaló la imprenta donde en 1474 se imprimió el primer libro escrito en valenciano: Les obres o trobes davall scrites les quals tracten de lahors de la sacratíssima Verge Maria (Trobes en Llaors de la Verge Maria). Si quieren un aperitivo vayan al Mercado de Mossen Sorell en el corazón del barrio, que ocupa  la misma ubicación del palacio gótico del mismo nombre destruido en un incendio. Y mentando al fuego, si van en Fallas no se pierdan la de la Comisión fallera de la calle Na Jordana. La ponen en la plaza del Portal Nou y ha ganado muchas veces el primer premio.

Seguro que Alejandra Soler estuvo en algún momento por allí cuando regresó y, gracias a sus amigas feministas y sindicalistas, fue reconocida por las instituciones: Hija Predilecta de la Ciutat de Valencia (2015) y concesión de la Alta Distinción de la Generalitat Valenciana (2016).

Alejandrá escribió sus memorias en La vida es un río caudaloso con peligrosos rápidos. Al final de todo… sigo siendo comunista, publicadas en 2005. En una entrevista decía: No me arrepiento de nada de lo que he hecho. Decir eso y vivir 103 años, no se puede pedir más.

Así que recuérdenla por el Barrio del Carmen valenciano, mirando las fachadas de las casas de construcción popular, tapeando en sus bares y disfrutando de la multiculturalidad que les va a rodear. Y si echan de menos la luz del mar, están cerca, a veinte minutos de coche o un poco más en transporte público, lleguen a la Malvarrosa y disfruten, ahora sí, de la brisa.

Para saber más:

– De Alejandra Soler:

– Del Barrio del Carmen:

 

REFERENCIA CURRICULAR

Pepa Franco Rebollar es consultora social; empresaria desde hace más de veinte años; experta en intervención social y políticas de género. Coordina proyectos de investigación, formación y apoyo a las organizaciones sociales, entidades y organismos de la Administración. Además de su profesión, de sus amistades y de su familia, le apasiona la Literatura y la Historia.

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