Revista con la A

25 de noviembre de 2020
Número coordinado por:
Lucía Melgar y Alicia Gil
72

La pandemia de las violencias contra las mujeres

Violencia sexual en las mujeres adolescentes [1]

La población de adolescentes y preadolescentes es una de las que presenta mayor riesgo de sufrir violencia sexual. La misma sintonía aparece al reconocer que las diferencias entre géneros son altamente significativas, siendo las mujeres quienes presentan mayor tasa de abusos y agresiones.

Hay estudios que informan que en mujeres adolescentes este riesgo se triplica en comparación con los varones y que en algún momento de sus vidas una de cada seis mujeres ha vivido una violación o un intento de violación, de las cuales más de la mitad han sido antes de la edad de 18 años y un 22% antes de los 12 años.

Se estima, además, que solo se denuncian entre un 10 y un 15 por ciento estos ataques sexuales, y cuando el agresor es un conocido las adolescentes son menos propensas a denunciar.

Es más, las razones para no informar o desvelar se relacionan principalmente con factores ambientales, como por ejemplo la existencia de relación previa con el agresor, aunque también están presentes barreras psicológicas como la vergüenza, ansiedad o miedo.

La violencia puede ocurrir dentro de una relación de pareja, pero también ocurre fuera de estas relaciones, es decir, puede provenir de amigos, compañeros de clase, extraños y conocidos. En contra del estereotipo más generalizado de la figura del perpetrador, las agresiones más frecuentes implican a agresores conocidos por la víctima (familiares y personas próximas de su entorno directo), no a extraños.

En la adolescencia surgen circunstancias diferenciales que afectan a las manifestaciones de la violencia sexual. Por un lado, este es un momento en el que se consume de forma más frecuente alcohol u otras drogas y en estas situaciones el abuso aparece como algo menos confesable y más culpabilizador de la víctima.

Los nuevos dispositivos electrónicos y el uso de internet, como medios de comunicación masiva para el intercambio de comunicación, distribución de datos y establecimiento de nuevas relaciones interpersonales, han facilitado nuevas tipologías de abuso sexual que ocurren principalmente durante la etapa de la preadolescencia y adolescencia, y cuyas consecuencias son también muy lesivas.

Las consecuencias de esta violencia son altamente devastadoras para la salud mental de estas víctimas adolescentes, manteniéndose sus efectos negativos más allá de la vida adulta. La adolescente que denuncia o describe la violencia sexual (incluida la violación), ya sea o no con demora, requiere servicios de intervención rápida y especializada debido a la delicada naturaleza de los problemas emocionales relacionados con la revelación. De hecho, una adolescente vulnerable puede ser víctima de todo un despliegue de estrategias por parte del abusador que a menudo conducen a la actividad sexual coaccionada. Si no cuenta con el apoyo y servicios adecuados, el incidente puede afectar las relaciones íntimas futuras de la adolescente. Evitar que la víctima desvele los hechos a su familia, debido al temor y/o culpabilidad que siente, puede causar aislamiento, depresión, automutilación y/o tendencias suicidas.

Es importante en estas situaciones:

  • Transmitirle que otras niñas y adolescentes también han pasado por esa experiencia y que a partir de este momento ya no está sola.
  • Animarla a hablar de ello, dejándole claro que sentirse avergonzada, enojada, triste, diferente, sola, traicionada y con la sensación de no poder confiar en alguien otra vez son emociones esperadas y comunes en su situación.
  • Explicarle que ella no tiene la culpa de lo ocurrido y que confiamos en su testimonio.
  • Trabajar planteamientos erróneos como culpabilizarse por usar una ropa sexy, por aceptar una bebida que contenía algún tipo de droga, por considerar que coqueteaba demasiado, o por no querer hablar y desvelar el abuso por temor a la reacción de las autoridades al haber bebido alcohol, etc. El objetivo es hacerlo de forma que se sienta más segura y calmada para seguir con el proceso.
  • Pedirle permiso para solicitar ayuda profesional especializada.

 

NOTA:

[1] Protocolo contra la Violencia Sexual del Principado de Asturias. Elaborado por la Consejería de Presidencia y Participación Ciudadana Asistencia Técnica de Dª Yolanda Fontanil y Dª Ángeles Alcedo, septiembre de 2018.Pg 23-24

 

REFERENCIA CURRICULAR

Mercedes García Ruiz es Sexóloga. Doctora en Psicología. Educadora Social. Especialidad en Psicología Clínica. Máster -Experto en Drogodependencias y SIDA-. Formación en Arteterapia. Experta en Cooperación. Autora de programas de educación sexual con diversos colectivos: jóvenes, menores en protección, personas con discapacidad intelectual y diferentes asociaciones y ONGs. También ha colaborado en el diseño e implantación de programas de educación sexual en Nicaragua y en los campamentos de refugiados saharauis. Docente e investigadora sobre aspectos relacionados con la sexualidad, la educación sexual y la prevención del VIH. Autora de diversas publicaciones sobre esta temática.

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