Revista con la A

25 de enero de 2022
Número coordinado por:
Bethsabé Huamán y Lucía Melgar
79

Mujeres y cambios políticos

Susana Lerner Sigal: Pionera de la sociodemografía y feminista comprometida

Susana Lerner

Hablar de estudios de población hoy es hablar de un amplio campo de trabajo que va más allá de la demografía tradicional, estadísticas y modelos. En México y en América Latina esta disciplina se desarrolló a partir de los años 60-70.  En este proceso, Susana Lerner jugó un importante papel, siempre innovador. Su trabajo en El Colegio de México, por más de 45 años, se caracterizó por su profesionalismo y rigor académico, por su apertura a la innovación y su talento para crear grupos de trabajo y conseguir financiamiento para sus proyectos. Además, supo enfrentar los obstáculos que ponían a sus iniciativas directivos autoritarios o reacios a aceptar ideas nuevas o proyectos de una mujer brillante. Susana destacó también por su singular generosidad intelectual y su compromiso creciente con el feminismo a través de sus investigaciones y de intervenciones e iniciativas con las que buscó incidir en el debate y las políticas públicas desde la academia, con datos y argumentos, en particular acerca de la salud de las mujeres y los derechos sexuales y reproductivos.

Nacida en la Ciudad de México en 1940, hija de Noé Lerner y Luba Sigal, inmigrantes judíos originarios de Polonia y Lituania que llegaron al país antes de 1920, Susana estudió en escuelas judías y luego ingresó a la Universidad Nacional (UNAM) donde estudió sociología. Estar casada e ir formando una familia con tres hijas no le impidió terminar la licenciatura, empezar a dar clase, presentarse a la primera promoción de la entonces novedosa maestría en demografía en el Colegio de México, y trabajar en esta institución como investigadora y luego profesora-investigadora desde 1966. No fue fácil combinar y equilibrar familia y trabajo en un país donde todavía no se daba el ingreso masivo de las mujeres a la universidad, ni en una comunidad donde no era usual que las mujeres fueran profesionistas ni que, casadas, estudiaran y trabajaran. Sin embargo, con determinación, Susana logró el apoyo y comprensión de su marido, Sergio, y de su familia.

Si en los años 60 se iniciaron cambios importantes en las universidades y las ciencias sociales, en los 70, la política poblacional dio un giro significativo con la adopción del control de la natalidad, como política pública en México y otros países, y con el ascenso de la demanda de igualdad de las mujeres en el mundo, que se hizo más visible con la celebración en México del Año Internacional de la Mujer en 1975. Ésta fue también la década de los avances de la sociodemografía como disciplina y como fuente de información científica para las políticas públicas, y de la creación de redes de investigación regionales en América Latina y el Caribe.

En los años 60, Susana fue pionera en los estudios sobre la fecundidad en el ámbito rural; en los 70, en proponer un enfoque integral de las dinámicas de reproducción, más allá del mero control natal. Participó por décadas en el Consejo Nacional de Población, siempre con una mirada crítica ante las iniciativas conservadoras, más visibles a partir del año 2000. Fue pionera también en el campo de la sociodemografía en México y América Latina, a partir de los años 70-80, en la vinculación de otras disciplinas y campos con los estudios de la mujer, con su apoyo y participación en el Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer, fundado en México en 1983. Ha sido y sigue siendo una académica-activista comprometida con los derechos de las mujeres, en particular los derechos sexuales y reproductivos.

Aquí interesa desde luego valorar el trabajo de Susana, actividad que para ella ha sido fundamental y constante, en la que demuestra la energía de su pensamiento, su compromiso con la justicia social y con los derechos de las mujeres y que por sus aportes científicos le valió el Premio Nacional de Demografía en 2007. 

Los logros no son sólo formales, sin embargo. Por eso hay que dejar también constancia de la admiración de colegas, discípulas y discípulos de Susana hacia ella, no sólo por su actividad intelectual sino por su calidad de ser humano, su generosidad intelectual, por su disposición a apoyar a jóvenes que apenas empezaban su carrera, a delegar responsabilidades para integrar mejor a su equipo, a no concentrar decisiones ni imponer su criterio, a escuchar con respeto voces diversas, a tratar como iguales a quienes trabajaban con ella. A su deslumbrante inteligencia y a estas cualidades personales se debe su éxito en la creación de grupos de trabajo en América Latina (en CLACSO y PISPAL), en el propio Colegio de México, como, entre otros, el Programa de Salud Reproductiva y Sociedad, que en los años 90 promovió investigaciones e intercambios entre estudiantes y docentes de todo el país, nuevas publicaciones, etc. y dio aliento a jóvenes especialistas.

Aunque podríamos remontarnos a sus aportaciones en los años más productivos de su carrera, su brillante y decidida actuación como académica-activista feminista, entre 2007 y 2016, sintetiza, me parece, mucho de lo que ha sido su trayectoria e ilustra su talento para actuar como puente entre la academia y la sociedad. Ante la posibilidad de lograr la despenalización del aborto en la Ciudad de México en 2007 y luego, en 2008-2015, ante la andanada de iniciativas conservadoras contra los derechos sexuales y reproductivos en México, Susana no se quedó callada.

En 2007 y 2008, Susana se acercó a legisladores locales y federales y a ministros de la Suprema Corte para enriquecer sus debates sobre las reformas que permitían la ILE, con información rigurosa sobre el impacto de la prohibición del aborto en México y el mundo; intentó convencerlos con argumentos científicos y humanos y los impactó con la fuerza de sus propias convicciones cuando pudo verlos en persona. En 2008, cuando la Corte organizó audiencias públicas para mejor sustentar sus discusiones acerca de la constitucionalidad de las reformas que despenalizaban el aborto, participó en éstas para defender los derechos de las mujeres. Ante los ministros, reafirmó y amplió lo que había expresado al recibir las Palmas Académicas francesas unos meses antes (2007): la urgencia de legislar a favor de la salud y la vida de las mujeres, de reconocer el aborto clandestino como un problema de justicia social y un asunto de salud pública. También señaló que el Estado debía responder desde la laicidad y no plegarse ante presiones confesionales.

Ese mismo año, ante el continuo ascenso de la ola conservadora que se manifestaba en reformas legales para «proteger la vida desde la concepción» y ataques a la diversidad de las familias, Susana organizó el Seminario Internacional «Familias en el siglo XXI: realidades diversas y políticas públicas», donde se presentaron estudios acerca de los cambios en las familias, la violencia de género, la diversidad sexogenérica y los derechos sexuales y reproductivos entre otros. No conforme con esto, me invitó a coordinar con ella un libro con artículos ampliados, derivados del seminario (2010).

El trabajo nunca ha sido una limitante para Susana, ni antes ni después de jubilarse. Así, para seguir aportando a la discusión pública desde la academia, ideó, junto con Agnès Guillaume, un libro hoy indispensable sobre el tema: “Realidades y falacias en torno al aborto: salud y derechos humanos”,  donde se analizan las ponencias a favor y en contra del aborto presentadas ante la Corte en 2008, se desmonta la lógica antiderechos, se desmenuzan los argumentos  progresistas, en el marco más amplio de los estudios sobre el aborto como asunto de salud pública y desde la perspectiva de género y derechos humanos.

Tuve la fortuna de colaborar en la última etapa de este libro y quiero compartir aquí mi admiración por la dinámica de pensamiento de Susana, la agudeza de sus observaciones, su insistencia en subrayar las desigualdades que afectan a mujeres indígenas y pobres y su enorme capacidad de trabajo. Exigente consigo misma y con los demás, Susana ha sido «una fuerza» incansable, una académica innovadora, luminosa y generosa, y es, me parece, un ejemplo de lo que se puede hacer desde el compromiso social y feminista.

Nota: Agradezco a Ivonne Szasz, Carolina Martínez, Josefina Recillas y Alejandro Canales las breves charlas que tuvimos para alimentar otro texto que aquí amplío. Lo escrito aquí es sólo responsabilidad mía.

 

REFERENCIA CURRICULAR

Lucía Melgar es Feminista, crítica cultural y profesora de literatura y estudios de género. Además, es Doctora en literatura hispanoamericana por la Universidad de Chicago (1996), con maestría en Historia por la misma Universidad (1988) y Licenciatura en Ciencias Sociales por el ITAM, México (1986). Es directora internacional (América Latina y Caribe) de la revista con la A.

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