Revista con la A

25 de julio de 2022
Número coordinado por:
Amarela Varela y Lucía Melgar
82

Migración, exilio y desplazamiento forzado

Santas viajeras

Un error muy extendido cuando nos referimos a los primeros siglos del cristianismo es el que refieren a la escasa importancia de las mujeres en aquel ámbito. Otro, la creencia -aceptada popularmente sin más justificación que la costumbre- de que las mujeres de entonces no viajaban.

Es evidente que no viajaban ni tenían influencia la mayoría de las mujeres –al igual que hoy, viajes y poder dependen directamente de la capacidad económica- pero algunas, las que pertenecían a familias poderosas, fueron las impulsoras de la ruta religiosa que unía Hispania, Constantinopla, Tierra Santa y Egipto tanto o más que sus contemporáneos varones.

En algunos casos, como en el de Helena, madre del emperador Constantino a la que se atribuyó el descubrimiento del Santo Sepulcro y de la Vera Cruz, la leyenda y la realidad forman un entramado difícil de desmontar. En otros, como en los de Egeria, Silvia de Aquitania y Poemenia, el viaje de cada una de ellas ha sido atribuido a una u otra en diferentes épocas y por distintos expertos, de modo que quién estuvo en qué lugar en qué momento sigue ofreciendo serias dudas. Los itinerarios de otras mujeres, como las santas Paula, Marcela o Fabiola, todas ellas pertenecientes al círculo de Jerónimo de Estridón (San Jerónimo) en Belén son bien conocidos y no los repetiremos aquí.

En cualquier caso, lo que queda probado es que en los siglos IV y V existió una corriente femenina que visitó Oriente y que influyó poderosamente en la controversia entre Jerónimo y Rufino de Aquilea. Como ejemplo de esto, seguiremos muy someramente el itinerario geográfico y espiritual de dos grandes viajeras: Melania la Mayor Melania la Joven, madre y nieta, ambas santificadas.

Melania había nacido en algún lugar de Hispania, en torno a 325, y pertenecía a la gens Antonia. Casada a los catorce años con el prefecto Valerio Máximo Basilio, este y dos de los tres hijos habidos del matrimonio murieron cuando ella tenía veinte años. Se convirtió al cristianismo y partió hacia Alejandría junto con otras damas patricias para conocer la vida de los eremitas del desierto. Durante los tres años que permaneció allí, trabó amistad con Rufino de Aquileya y conoció a Dídimo el Ciego.

A la muerte del obispo Atanasio, ocurrida en 373, se desató en Alejandría una terrible persecución contra los arrianos, debido a lo cual muchos seguidores de esta fe fueron exiliados a Palestina. Melania los acompañó y los ayudó durante los cinco años que duró la persecución. Después, en compañía de Rufino, fundó en el Monte de los Olivos un monasterio para hombres y otro para mujeres.

En el año 399 regresó a Roma para visitar a su hijo Publícola y a su nuera Albina. Se dice que influyó decisivamente en la educación de su nieta Melania, quien la imitaría en su vocación ascética. Regresó a Jerusalén, donde falleción en 410.

Su labor fue elogiada por San Paulino de Nola y por San Jerónimo, si bien este último se desdijo de sus palabras y la atacó duramente después de que se pusiera de parte en Rufino en la controversia pro-origenista.

En cuanto a Melania la Joven, fue la heredera de una inmensa fortuna y se casó con Valerio Piniano. Tras perder prematuramente a sus dos hijos y después de verse obligados a trasladarse desde Roma a Sicilia a causa de la guerra, el matrimonio partió hacia Cartago, donde entablaron amistad con Agustín de Hipona (San Agustín) y fundaron sendos conventos masculino y femenino, siendo Melania abadesa de este último.

En el 417 llegó a Jerusalén, donde habría de permanecer más de veinte años. Fundó otro monasterio y, al contrario que su abuela, mantuvo excelentes relaciones con Jerónimo de Estridón durante los últimos años de la vida de este. Recorrió los eremitorios del desierto y de Alejandría y acompañó a la emperatriz Elia Eudocia, esposa de Teodosio II en la peregrinación que esta realizó a Tierra Santa en el 437. Melania la Joven murió en Belén en el año 439.

A pesar de que la mayoría de las mujeres que hemos citado aquí han sido elevadas a los altares, su obra, pensamiento y proyección ha sido cuidadosamente relegada, de modo que lo que ha quedado como ejemplo de la actividad de todas ellas ha sido apenas su relación más o menos estrecha con los considerados protagonistas de la historia de la Iglesia, siempre, por supuesto, varones. Sin embargo, poco a poco vamos sabiendo más de ellas y de la importancia que tuvieron en sus sociedades.

 

REFERENCIA CURRICULAR

Montserrat Cano Guitarte es escritora. Además, ha sido Coordinadora del Comité de Escritoras del Club PEN de España; Jefa de Prensa de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles; Codirectora del Aula de Cine de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles; Colaboradora del Departamento de Comunicación de las Editoriales Espasa Calpe y Ediciones B y Profesora de Creación Literaria en distintas entidades públicas y privadas. En 2006, dirigió y organizó el I Congreso Internacional de Escritoras del Club PEN de España “La mujer, artífice y Tema literario”, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria. Ha realizado numerosas colaboraciones con la Secretaría de Igualdad de UGT Madrid y ha dictado conferencias sobre temas literarios y cinematográficos, siendo Jurado en certámenes literarios y de teatro. Asiduamente ha colaborado con la Dirección General de Cooperación y Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias. También fue responsable de la Candidatura ante la UNESCO para la inclusión en la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial del Silbo Gomero. Literariamente, es autora de numerosas publicaciones por las que ha sido premiada tanto en el ámbito nacional como internacional.

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