Revista con la A

25 de septiembre de 2019
Número coordinado por:
Violeta Doval
65

Mujeres mauritanas. Feministas en un país profundamente patriarcal

Rosario Segura Graiño, Chines (In memoriam)

Hace poco más de un mes, el 19 de agosto, se nos fue Chines. Murió tranquila. Mientras dormía su corazón decidió pararse… Muchas veces habíamos hablado sobre cómo nos gustaría morir y ambas coincidíamos en que la mejor forma era así, durmiendo, sin sufrir ni hacer sufrir a nuestros seres queridos… pero no tan pronto. El próximo 20 de diciembre habría cumplido setenta años, pero por su vitalidad y su estupendo físico aparentaba mucha menos edad. Qué difícil resulta caracterizar a una persona tan querida sin caer en los tópicos de los obituarios. He tenido que pedir a Teresa, su hija pequeña, que me ayudase, que me sirviera de espejo para contrastar si mi idea de Chines coincidía con su realidad… Coincidía. Su querida hija Teresa, ambas tan unidas, madre de sus dos nietas gemelas que eran la ilusión de Chines, tan iguales y tan diferentes, como le gustaba decir. Lo primero que hacía, cuando nos encontrábamos, era hablarme de sus avances y enseñarme las últimas fotografías de las niñas. También hablaba de su nieta y su nieto, pero al vivir en Suecia, junto a su madre, la hija mayor de Chines, tenía menos contacto… les echaba de menos, pero la lejanía, como el paso del tiempo, mitiga los sentimientos de dolor de la separación, de la pérdida…

¿Por qué la llamaban Chines? Me preguntó Agathe, otra amiga de Chines colaboradora de la revista: quizás, me explicó Teresa, “es que como el diminutivo de Rosario es Charo, de ahí derivó a Chines… debió de ser desde muy pequeña que la llamaron así.”

El padre de Chines era Ingeniero de Caminos y su madre ama de casa de una familia muy acomodada que se instaló en Madrid por razones de trabajo. Del matrimonio nacieron dos hijos y cuatro hijas, Chines ocupaba el cuarto lugar en esa familia numerosa. Madrileña de nacimiento, le gustaba la ciudad que a la vez detestaba, manteniendo esa ambivalencia de sentimientos que tenemos muchas de las personas que hemos nacido en Madrid, ciudad odiada y querida con la misma fuerza, por eso, en cuanto tenía oportunidad se escapaba a Comillas, un pueblo de Santander donde una gran amiga suya, Paz, tiene una casa rural, o viajaba a París, ciudad en la que había vivido con Teresa durante un año, entre 1992 y 1993, tras pedir una excedencia… Adoraba París.

Estudió Ciencias Políticas en la universidad Complutense e hizo oposiciones desarrollando su carrera de funcionaria en el Instituto de la Mujer, donde llegó a ocupar la jefatura del área de Estudios y Cooperación… Respecto a su paso por el Instituto, Rocío Rodríguez Prieto (actual directora del Instituto) y Soledad Murillo de la Vega (Secretaria de Estado de Igualdad) escribieron lo siguiente al enterarse de su fallecimiento: “…como otras compañeras y compañeros, fue responsable de las mejores épocas del Instituto de la Mujer, de sus mayores logros, lo consiguió a través de su trabajo en el área de Estudios y Cooperación, cuando el Instituto carecía de organismos similares en Comunidades Autónomas, cuando la singularidad era un reto permanente. Valorada por las asociaciones de mujeres, por las universidades, por los centros de estudios feministas de postgrado, sabían muy bien quién era: con una gran solvencia intelectual que convertía su criterio en fiable. Una facilidad para el agrado, que tanto hace falta en el día a día. Ante todo, una buena compañera que no se subía en los hombros de nadie. Quienes la conocimos, bien podríamos recordar muchos momentos cuando la culpa de no haberla visto más veces, nos conceda una tregua. Solo se jubiló como funcionaria, nunca como feminista…”  Muchas de las más reconocidas feministas en la actualidad, tanto españolas como latinoamericanas y europeas que estudiaron en España, fueron becarias de su departamento. Se acordaba de todas con nostalgia y cariño, pero no sé si se lo decía a todas ellas, aunque con muchas seguía relacionándose.

Se hizo feminista por convicción, y por necesidad… “No me quedaba otra”, decía con frecuencia, mostrando su incomprensión ante el rechazo al feminismo de tantas mujeres oprimidas y de muchos más hombres, sobre todo de aquellos que luchaban contra la vulneración de los Derechos Humanos, pero mantenían conductas machistas y patriarcales en sus relaciones con las mujeres sin mostrar el menor atisbo de remordimiento. También temía que las jóvenes feministas obviaran los aprendizajes de las mayores y cometieran los mismos errores…

Gran devoradora de libros, ya en la universidad, de manera clandestina porque la censura franquista impedía que los libros de ideología contraria se adquirieran de manera legal, llegaron a su manos textos de Simone de Beauvoir y de Adrienne Rich, entre otras muchas feministas que le permitieron poner palabras a su rebeldía contra los mandatos patriarcales, contra las imposiciones de la familia burguesa a la que pertenecía, contra la doctrina de la Iglesia católica, contra el franquismo, contra las injusticias, contra la testosterona que destilaban los partidos de izquierda con los que colaboraba, al compartír ideología, pero de los que nunca formó parte porque no soportaba el ninguneo que se hacía a las mujeres militantes… Su rebeldía, la convicción en sus creencias la llevaron a renunciar a la vida fácil de la que podía haber disfrutado debido a su procedencia burguesa, a la que nunca recurrió. Se casó, pero no pudo soportar la opresión del matrimonio y, fiel a sus convicciones, se divorció ocupándose de sus dos hijas, sin recibir ninguna ayuda del padre de éstas, cuando la más pequeña tenía solo seis años. Corría el año 1984 y tuvo que vérselas muy duras, sin dinero, sin casa y con dos criaturas a quienes quería dar la mejor educación, a quienes no quería que les faltara nada… por eso decidió hacer oposiciones a funcionaria del Estado, porque encontrar trabajo como politóloga, siendo mujer separada con dos hijas a su cargo, era poco menos que imposible.

Le tocó luchar muy duro para salir adelante sin renunciar a sus ideas, a sus principios, a sus valores… Esta coherencia le generó no pocos problemas y bastantes enemistades porque no se mostraba complaciente con nadie, llegando a dar una imagen, en ocasiones, bastante rígida, aunque por experiencia puedo afirmar que siempre estaba abierta al diálogo y cuando los argumentos eran convincentes no tenía ningún problema en rectificar.

Pero tras esa aparente rigidez se escondía una mujer profundamente solidaria, divertida y cariñosa, de risa abierta y franca… No le gustaban los besuqueos ni los achuchones, tolerándonoslo sólo a las amigas, no sin antes advertir: “Bueno, te dejo que me des un abrazo, pero ya sabes que no me gustan mucho”, aunque en el abrazo apretaba… Era una mujer frágil que preservaba su vulnerabilidad con la apariencia de dura, que se desquebrajaba ante una situación injusta, ante una muestra de cariño sincera… Era difícil verla llorar, pero frecuente que se le humedecieran los ojos ante el dolor ajeno y no dudaba en actuar en consecuencia. En los últimos años se hizo socia-activa de la ONG Grandes amigos, acompañando a las personas mayores que vivían solas, sacándolas a pasear, dándoles conversación… También colaboraba con un Banco de Alimentos…

A lo largo de su vida perteneció a muchas asociaciones, de las que se salía en cuanto observaba incoherencias o cuando el tufo de testosterona la asfixiaba. Fue Secretaria General de Europa Laica durante algunos años, y colaboró con asociaciones de la Memoria Histórica y otras muchas más… En con la A tuvimos la suerte de tenerla como Secretaria General y yo, además, como gran amiga.

La conocía de vista, de haber coincidido en alguna reunión del Instituto de la Mujer, o algún otro foro feminista, pero nuestra amistad empezó a fraguarse en el año 1995, en un curso sobre feminismo organizado por el Instituto de la Mujer (que coordinaron, mano a mano, la vice-directora de entonces, Olga Quiñones, y ella, Rosario Segura, Chines) y la Universidad Menéndez Pelayo. El curso se realizó en el palacio de la Magdalena, en Santander, que acababa de ser rehabilitado. Éramos las dos únicas que llevábamos sombrero y eso hizo que nos fijásemos la una en la otra y que empezáramos a charlar y a encontrarnos, una vez acabadas las conferencias, junto con Mariqueta, Carmen Bañuelos y Pilar de Bustos… Todas “disfrutonas”, como le gustaba decir a Pilar que conocía bien Santander y gracias a ella comimos en estupendos restaurantes a buen precio y recorrimos parajes y rincones de esa estupenda ciudad. Chines era una gran cocinera y por ende una estupenda comensal. De estatura media, delgada, pelirroja, su belleza rompía los estereotipos, era muy atractiva y tenía un gancho especial para los hombres (tuvo algunos amores a lo largo de su vida que siempre acabaron por decepcionarla). Gracias a ese “gancho” uno de los prebostes del Palacio de la Magdalena (cuyo nombre no voy a citar) nos enseñó cada una de las dependencias del palacio rehabilitado, subimos a la parte alta y divisamos la bahía… Otro, que se nos unió con la finalidad de ligársela, nos llevaba a tomar copas… hasta que apareció su mujer… Nos moríamos de risa y fue a través de la risa por lo que comenzamos a ser amigas. Desde entonces, cada vez que iba a Madrid procurábamos quedar algún día para comer y ponernos al tanto de nuestras vidas. Nuestro lugar preferido era el restaurante del Círculo de Bellas Artes y, últimamente, La Terracería, un restaurante próximo a mi lugar de trabajo donde tengo que ir una vez al mes para las reuniones de coordinación de AMS, sin contar las reuniones periódicas que, con María Garrido, teníamos como Junta directiva de con la A, en la Casa de las Asociaciones de Rivas Vaciamadrid. Alguna vez ha venido a casa, a Castellón, y hemos hecho algún viaje juntas, no todos los que nos hubieran gustado porque las responsabilidades familiares y laborales no lo pusieron fácil, pero hablábamos frecuentemente por teléfono, mejor por el móvil porque era difícil pillarla en casa. No bebía (solo alguna cerveza de vez en cuando), ni fumaba, hacía gimnasia, caminaba, estaba abonada a los conciertos del Teatro Real, no se perdía una obra de teatro que suscitara su interés, estaba al tanto de la última película digna de verse estrenada en Madrid, leía la prensa diariamente y cualquier libro de interés que cayera en sus manos, impartía docencia en algunos cursos sobre igualdad en distintas universidades, representaba a con la A donde quiera que nos convocaran, escribía la sección de DD HH de la revista, asistía a las manifestaciones feministas, colaboraba con diferentes asociaciones y ONGs, se divertía con sus nietas, apoyaba a su hija Teresa, prestaba oídos a sus amigas… Y luchaba porque a través del feminismo este mundo se convirtiera en algo mejor, en más justo y habitable… Ese es su legado. Muchas amigas, exbecarias y conocidas de Chines así nos lo han hecho saber a través de innumerables correos electrónicos… Son tantas que no puedo citar a todas, pero aprovecho para agradecérselo en nombre de con la A, en nombre de su hija Teresa y, por supuesto, en mi propio nombre. Marisa Manchado, directora de orquesta y compositora, amiga de Chines y colaboradora de la revista, está organizando un concierto en su memoria del que os daremos cuenta en su momento y en el que también participará su hija Teresa y, por supuesto, el equipo que hacemos con la A… A ella le habría gustado saber que era tan querida… No sé si fue consciente de ello.

Muchas de las personas que lean esta semblanza quizás piensen que son muchas las mujeres que, como Chines, han tenido y tienen que luchar para salir adelante en sus vidas sin dejar de ser ellas mismas… Es cierto, por ello deseo que este recuerdo de Chines sirva para homenajear, a la vez, a todas aquellas mujeres que, gracias a su tenacidad, a su esfuerzo, a su coraje y a su valentía han conseguido y consiguen romper las cadenas del patriarcado, romper el techo de cristal sin dejar de ser coherentes con sus ideas, con sus valores, con sus principios feministas… Pero Chines era mi amiga, por lo que os ruego que entendáis que utilice este espacio para brindarle un especial recuerdo, mi reconocimiento, mi cariño y mi profundo agradecimiento por haber formado parte de mi vida… ¡Hasta siempre, Chines!

Alicia Gil Gómez

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