Revista con la A

25 de julio de 2018
Número coordinado por:
Violeta Doval Hernández
58

Mujeres de Túnez en primera línea de la revolución árabe

Potencial de la carta natal: El Nacimiento

En el artículo anterior os hablé del periodo pre-natal, la gestación o arquetipo de UNIDAD, donde criatura y madre mantienen una relación de dependencia y unidad absoluta que permite que el feto se desarrolle hasta su madurez como ser humano. Nacer supone romper ese vínculo de unidad para alcanzar la individualidad en un mundo diferente al intrauterino.

Durante unos cuantos meses no ha existido necesidad alguna, aunque no todos los úteros son iguales ni la capacidad de suministrar todo lo necesario a la criatura es posible, pero en un sentido genérico no ha existido hambre, frío, o soledad. Quizás por eso el instinto maternal y su propia biología protege al feto, incluso a través de lo que llamamos “antojos”, que permiten ingerir sustancias necesarias que pueden ser deficitarias en el organismo de la madre. He conocido varios casos de mujeres con deficiencia de calcio que incluso sentían apetencia por la cal de las paredes. También es necesario que el periodo de gestación transcurra con mensajes de paz y tranquilidad exentos de carencias, sufrimiento, incompresión o violencia.

Nacer es un momento traumático porque el vínculo de unidad se rompe y la criatura es expulsada de ese paraíso unitario para enfrentarse a otro mundo, desconocido y ajeno, donde las necesidades aparecen. Se tiene hambre, frío, dolor, ausencia, sentimientos nuevos y, por desconocidos, aterradores. El arquetipo que aquí se constela y que queda grabado en el inconsciente de la persona nacida es el de INICIACIÓN o COMIENZO. Cada vez que vamos a comenzar algo nuevo, sobre todo en los casos de un comienzo que represente una nueva forma de enfrentar la vida, o afrontemos una fase diferente de la misma, reviviremos la facilidad o  dificultad del nacimiento.

En la carta natal de una persona ese punto de iniciación lo marcará el Ascendente, el signo de Aries y el planeta Marte. En capítulos anteriores os hablé de Aries como un signo de primavera donde todo en la naturaleza nacía a la vida, símbolo de conquista del mundo con lucha y determinación. Marte, del que os hablaré en otro momento, es el planeta de Aries por lo que tiene significados parecidos y lo mismo ocurre con el Ascendente. De forma que los comienzos de la vida son no sólo de iniciación, también de lucha y de conquista, o al menos de la forma en que vamos a luchar por conquistar la vida que nos aguarda y el mundo que estamos destinados habitar.

Por otro lado, el Ascendente marca también el impacto que provoca en los demás nuestra llegada al mundo, siendo importante los planetas que se encuentren en conjunción con el Ascendente. Si Urano, el planeta de Acuario, se encuentra junto al Ascendente aportará al nacimiento su naturaleza, lo que nos permitirá suponer que algo raro, imprevisto, rápido y fuera de la normalidad ha podido suceder, mientras que si es Saturno condicionará el parto desde la lentitud y el esfuerzo.

Para la astrología son fundamentales las primeras 24 horas ya que el primer día de vida representa una síntesis de lo que será la vida futura en su conjunto, por eso durante el primer día de vida de la persona nacida no debe encontrarse sola, la compañía de familiares y personas amigas son el símbolo del contacto social en el futuro. 24 horas que también estudiamos cuando levantamos la carta de cada cumpleaños que llamamos Revolución Solar, recordando cada año el momento del nacimiento, aunque en este caso lo que veremos en síntesis será el año que transcurrirá hasta el próximo cumpleaños.

Cuando levantamos una carta natal necesitamos los datos del nacimiento, fecha, hora y lugar, es decir, el momento en el que se nace y el dónde. Es difícil equivocarse en el día pero es muy común no tener clara la hora del nacimiento y esta es importante para determinar el Ascendente. Es el médico o  médica que atiende el parto la que indica la hora de nacimiento y esta no suele ser exacta, razón por la que aconsejo que se haga una comprobación, si es posible, con los recuerdos de la madre o el padre, de no ser así tendremos que trabajar hacía atrás en el tiempo para comprobar acontecimientos pasados que deben haber funcionado en el tiempo que hayamos previsto.

Como ejemplo valga uno de los Ascendentes más conflictivos, el Ascendente Escorpio, signo de muerte, crisis, cambio y regeneración. Debido a eso suele marcar un nacimiento donde la muerte está presente justo cuando comienza la vida, ya sea porque se esté dando en el ambiente familiar, o porque la madre esté recordando la muerte de un hijo anterior, o porque ella y la criatura, debido a complicaciones, estén en peligro vital. Y esto marcará en la persona nacida, a lo largo de su vida, angustia, sensación de riesgo y probablemente miedo al cambio y a los comienzos que se vivirán con dramatismo y de forma extrema, aunque afortunadamente este signo tiene la promesa del renacimiento y regeneración en los cambios que la vida odrece. Por eso está presente en momentos cruciales de la vida de una mujer como son la primera regla o la menopausia. Evidentemente hay que tener en cuenta muchos más factores pero este ascendente, casi con toda seguridad, tendrá este significado además de otros muchos.

Como curiosidad recuerdo el Ascendente Géminis de una amiga (signo de comunicación), donde la madre estaba pendiente de que le pusieran el teléfono que había solicitado.

Es importante que en el momento del nacimiento estén presentes, en el caso de tenerlas, las dos figuras parentales (madre-padre; madre-madre). Antiguamente el padre era apartado de este momento trascendental, ahora se considera que la presencia de la pareja con quien se comparte la criatura, ayudando y acompañando a la madre en el parto, propicia la imagen de igualdad entre pares en un momento en el que van a recibir al hijo o hija que formará parte de  la familia.

Disminuir en lo posible el trauma de la separación supone que el contacto con la madre sea lo más rápido posible, ya que el o la bebé reconocerá su olor y el latido de su corazón como algo acogedor y conocido que le puede tranquilizar. De hecho las y los pediatras recomiendan, cuando el llanto es interminable, que se le acoja sobre el pecho de la madre y se le den palmaditas al ritmo del corazón materno.

Se ha nacido a un mundo nuevo pero aún queda mucho tiempo y cuidados para lograr una independencia real y efectiva. Es necesario reconstruir el apego ya que los y las bebés que tienen vínculos afectivos seguros se desarrollan física, emocional y cerebralmente mucho mejor, permitiendo el equilibrio emocional. También la madre se beneficia al dar de mamar, cuando ello es posible, pues provoca la fabricación de hormonas que la ayudarán a tener sentimientos maternales, de hecho algunas están presentes en el enamoramiento adulto, por lo que ayudan a la madre a establecer un vínculo seguro de amor con el hijo o hija que ayudará a que se desarrolle con muchas más capacidades… En el caso de que no sea posible el amamantamiento, es de mucha ayuda el contacto físico de la madre o del padre con el o la bebé durante el proceso de almentación.

Es necesario que mantengan un sentido de pertenencia, se les debe coger, hablar, acompañar y acariciar porque el tacto es importante para el desarrollo y proporciona placer, razón por la que son aconsejables los masajes. Al nacer los animales masajean y limpian con su lengua los restos de sangre, líquido amniótico y placenta porque estimulan con ello el funcionamiento de los órganos, sobre todo del intestino y la vejiga, así que en los humanos ocurre igual. Además todo lo que genera placer ayuda a que se desarrollen mejor las funciones superiores del cerebro.

El ascendente representa “cómo llegamos aquí”,  también el camino que facilita que desarrollemos nuestro Sol. Este se encuentra situado en el signo de nacimiento, de forma que cuando decimos que somos Tauro o Sagitario nos referimos a la posición del Sol en un signo determinado. Entre sus muchos significados representa la vitalidad, el tipo de héroe que podemos llegar a ser y, lo más importante, la consciencia de quienes somos realmente. No nacemos con esta consciencia, ni tenemos al nacer capacidad de racionalizar, somos seres inconscientes e instintivos que iremos poco a poco desarrollando nuestra consciencia de ser individuos diferenciados. Los tiempos que se necesitan para conseguirlo varían de unas personas a otras, hay bebés que muestran su carácter a edades muy tempranas, otros puedan tardar mucho tiempo. Recuerdo el caso de una alumna cuyo signo solar era Leo, un signo fuerte, independiente y seguro de sí mismo y de lo que quiere ser. Se mostraba sumisa e insegura con respecto a sí misma y el camino que debía seguir para desarrollar su futuro, lo que me indicó que debía buscar la causa de que aún no hubiera desarrollado esa consciencia. En su caso la figura del padre, también símbolo solar, era demasiado fuerte y dominante lo que retardó el que ella pudiese mostrar su verdadera identidad hasta mucho más tarde, cuando se independizó de su autoridad excesiva. La ayuda la recibió de su ascendente Acuario, la amistad y la astrología, símbolos de este signo, que la dieron el impulso necesario para lograrlo.

Vale la pena indagar sobre nuestro nacimiento y descubrir las pautas de conducta que marcan las formas que tenemos de empezar las cosas, ¿con un parto prematuro?, ¿a través de una cesárea?, o por el contrario ¿tuvieron que provocar el parto porque no queríamos nacer?

En capítulos posteriores os hablaré más sobre las figuras parentales y las imágenes y conductas que propician, ya que son un ejemplo determinante en el desarrollo del carácter. Soy madre y feminista, no creo que la maternidad sea la única opción ni dé más valor a una mujer por el hecho de ser madre, es simplemente una de sus posibilidades. Defiendo el derecho a decidir sobre cómo queremos desarrollar nuestra propia vida que estará llena de experiencias, más o menos enriquecedoras, y siempre de aprendizaje. Pero si lo hemos de hacer hagámoslo de la mejor manera posible. La maternidad y la paternidad no sólo nos cambia fisiológicamente, también emocionalmente, en un sentido distinto a como lo hacen otras relaciones y eso lo sabe muy bien la biología. Cuando comencemos el proceso de la maternidad y paternidad debemos defender la corresponsabilidad que tanto defiende el feminismo, siendo conscientes de que debemos afrontar la crianza con todo el amor posible, ya que nuestra conducta y capacidad determinará, en gran medida, la futura vida de nuestros hijos e hijas. Nos enseñarán no sólo sobre ellas o ellos mismos, también sobre nosotras mismas y los muchos misterios que rodean la vida, como el amor, no el único posible pero sí distinto a todos los demás. Por eso suelo acabar muchos de mis escritos diciendo: “Le doy gracias a mi madre y a mi padre por darme la vida y a mi hija por enseñarme una forma de amar que sin ella nunca hubiera conocido”.

 

REFERENCIA CURRICULAR

María Garrido Bens es astróloga, con una experiencia profesional de 45 años como docente y consultora en el campo de la Astrología tanto personal como mundial. Experta en Lenguaje Simbólico y Mitología aplicada a la Psicología. Profesora de Evolución Mental, Sanación y Meditación. En la actualidad ocupa el cargo de Tesorera de la Asociación con la A.

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