Revista con la A

25 de marzo de 2021
Número coordinado por:
Bethsabé Huamán y Danilo Assis Clímaco
74

Laberintos de la masculinidad

Mariscadoras, las sirenas trabajadoras

Se las puede ver en las orillas del mar, justo en la línea donde se unen y separan el agua y la tierra. No tienen cola de pez, ni largas cabelleras, ni muestran sus senos desnudos. No cantan para seducir a los marineros ni se pasan las horas peinándose sobre una roca, sino que se agachan y se levantan constantemente, con el agua hasta la cintura y un saco a su lado. Han hecho de las playas su lugar de trabajo y, desde siempre, han sido un puntal -poco reconocido- de la economía de Galicia. Son las mariscadoras.

Cualquier ruta que escojamos por las rías gallegas nos permitirá contemplar a estas mujeres faenando. Pero para entender su importancia debemos comprender algo de su historia y del entorno en que viven. La mayor parte de la extraordinaria riqueza biológica de las rías gallegas se debe a una conjunción de factores -temperatura, luminosidad, aportaciones de agua dulce, corrientes marinas, vientos o naturaleza de las rocas, entre otros- que producen un volumen de biomasa muy elevado y permiten el desarrollo de moluscos de diversas especies. Hasta el nacimiento de las agrupaciones de mariscadoras, hace poco tiempo, el derecho de explotación de moluscos fue de propiedad comunitaria de las y los vecinos ribereños, un derecho reconocido por la costumbre y la historia. Las mujeres, a las que tradicionalmente se les había negado la posibilidad de embarcarse para pescar, fueron las encargadas, sin embargo, de ocuparse del trabajo de marisqueo, una tarea que compaginaban con el cuidado del hogar, las actividades en tierra relacionadas con los barcos y la pesca (estiba y desestiba, venta o preparación de aparejos) y, en tiempos más recientes, los empleos en fábricas conserveras.

La presencia masiva de mujeres en el marisqueo ha tenido, desde siempre, unas características peculiares. Además de un conocimiento profundo del medio y de la técnica necesaria para la extracción, se ha ido creando históricamente una capacidad asociativa que ahora está dando sus frutos. Pero, sobre todo, destaca la destreza de estas mujeres para cuidar de los recursos, explotando la riqueza marítima de forma que nunca se esquilmase la riqueza de las costas y creando un hábito en el que la conservación y la necesidad de obtener ingresos para la familia no eran incompatibles.

Las mariscadoras distinguen perfectamente las huellas dejadas por cada especie y saben cómo recoger los diferentes moluscos. En cualquier caso es un trabajo duro. La recogida se realiza a pie, dentro del agua, a mano y con instrumental muy rudimentario. Mientras que los berberechos, por ejemplo, pueden ser recogidos en grandes cantidades con un aparejo que permita la captura masiva, las almejas han de extraerse selectivamente porque viven en capas más profundas. Además, no todas tienen el mismo valor y las mariscadoras distinguen perfectamente el orificio de una almeja rubia o una babosa, que tienen gran valor comercial, del de una bruxa que apenas se puede vender.

Durante siglos, la economía familiar dependía en buena parte de estas mujeres, pues las faenas de pesca eran imposibles durante una buena parte del invierno. La Ley de Explotación Marisquera de Galicia, de 1961, regulaba la titularidad de las playas en favor del Estado sobre las comunidades ribereñas tradicionales, pero concedía a las Cofradías el derecho a otorgar concesiones de explotación marisquera. No obstante, la tradición pesaba demasiado para que desapareciera el trabajo no regulado. En la actualidad, para mariscar es necesario un permiso especial que concede cada Cofradía, Es también ella quien define los planes de explotación -días máximos de faena, vedas, topes anuales de captura, etcétera- y quien se responsabiliza del cumplimiento de dicho plan.

Las mariscadoras del siglo XX tienen problemas específicos. El más visible es que, a pesar de tratarse de una actividad mayoritariamente femenina, aún se dé el caso de que su representación en las cofradías esté detentada a menudo por varones. Otro problema es más general: el control económico del producto de su trabajo depende cada vez más de los grandes compradores y exportadores de marisco, con lo que aquella naturaleza autónoma de su actividad se ha perdido casi por completo, sin que ello haya conllevado una mejora sustancial en sus condiciones laborales.

Sería conveniente que, cuando recorramos las rías gallegas y disfrutemos de sus espectaculares panorámicas, que a ciertas horas las incluyen a ellas, viéramos a las mariscadoras como algo más que una parte del paisaje, algo más que folclore autóctono. Son mujeres esforzadas, con una larga historia a sus espaldas y una sabiduría acumulada durante siglos, protagonistas de la epopeya de la supervivencia, sirenas de verdad.

 

REFERENCIA CURRICULAR

Montserrat Cano Guitarte es escritora. Además, ha sido Coordinadora del Comité de Escritoras del Club PEN de España; Jefa de Prensa de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles; Codirectora del Aula de Cine de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles; Colaboradora del Departamento de Comunicación de las Editoriales Espasa Calpe y Ediciones B y Profesora de Creación Literaria en distintas entidades públicas y privadas. En 2006, dirigió y organizó el I Congreso Internacional de Escritoras del Club PEN de España “La mujer, artífice y Tema literario”, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria. Ha realizado numerosas colaboraciones con la Secretaría de Igualdad de UGT Madrid y ha dictado conferencias sobre temas literarios y cinematográficos, siendo Jurado en certámenes literarios y de teatro. Asiduamente ha colaborado con la Dirección General de Cooperación y Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias. También fue responsable de la Candidatura ante la UNESCO para la inclusión en la Lista de Patrimonio Cultural Inmaterial del Silbo Gomero. Literariamente, es autora de numerosas publicaciones por las que ha sido premiada tanto en el ámbito nacional como internacional.

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