Revista con la A

25 de marzo de 2022
Número coordinado por:
Lucía Melgar, Bethsabé Huamán y Alicia Gil
80

Con la A cumple 10 años: reflexiones en torno a una década feminista

Las revistas y la vida

Bethsabé Huamán

He heredado el feminismo de mi mundo familiar, por ser hija de una madre que formó y forma parte del movimiento feminista peruano. Desde pequeña, he vivido la disparidad entre los aprendizajes de casa y los que veía o recibía de la escuela, de la familia extendida y de la sociedad en general

A lo largo de mi formación como académica y como feminista, pero sobre todo en la confluencia de ambas ambiciones por llegar a ser una feminista académica, las revistas han tenido un rol clave en mi trayectoria personal y profesional.

Yo he heredado el feminismo de mi mundo familiar, por ser hija de una madre que formó y forma parte del movimiento feminista peruano. Desde pequeña, he vivido la disparidad entre los aprendizajes de casa y los que veía o recibía de la escuela, de la familia extendida y de la sociedad en general. Era natural que las preguntas, la curiosidad, pero sobre todo la necesidad de justificar mis acciones y mi manera de pensar ante un mundo que la desestimaba, me llevarían tarde o temprano en busca de esos saberes que aprendidos intuitivamente requerían de una sólida base epistemológica.

Antes del mundo de la internet, o incluso en sus inicios, una tenía que ir en persona a buscar la información. Primero había que tomar el transporte público a donde quiera que se encontrara el local. Al llegar, había que buscar en los ficheros, luego llenar la ficha, dársela a la bibliotecaria, esperar pacientemente que encontrara y te trajera el material, revisarlo y luego devolverlo para empezar el proceso de nuevo. Así, de uno en uno. Al menos aquí en Lima, Perú, no existía ninguna biblioteca con estantería abierta. Esa maravilla de poder perderse entre filas y filas de estantes de libros, no la conocí, ni la vi, ni la pude disfrutar hasta el año 2005, cuando tuve acceso a la biblioteca Daniel Cosío Villegas de El Colegio de México y, posteriormente, en todas las bibliotecas a las que tuve acceso durante mis estudios en Estados Unidos.

En los años de finales de la secundaria, en la década del noventa, en la biblioteca familiar de casa donde teníamos una no desdeñable colección de libros, había varias revistas y libros feministas, pero no se trataba de una biblioteca especializada, ni mucho menos. Recuerdo revistas como Mujer-Fempress (fundada en 1981), Fem (fundada en 1976), Debate Feminista (fundada en 1990) y Viva (fundada en 1983), creada por la escritora Mariella Sala y publicada por el Fondo Editorial del Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán (fundado en 1979).

Así que, al decidirme por las letras, me hice asidua de los dos únicos lugares donde podía encontrar información especializada sobre las mujeres escritoras. Uno de ellos fue la Biblioteca del CMP Flora Tristán (fundada en 1983). Esa biblioteca me quedaba a cuarenta y cinco minutos o una hora de casa, pero sólo atendía (y atiende) en la tarde. El otro era el Centro de Documentación de la Mujer, Cendoc-Mujer (fundado en 1985), que me quedaba también a una distancia similar, en otro distrito. Eran las dos únicas fuentes especializadas, aunque a veces se podía encontrar algo sobre el tema en la biblioteca del Centro Cultural de España o la biblioteca Nacional. En realidad, era mucho más eficiente y había mucho más material en bibliotecas de otras mujeres académicas que habían andado las mismas búsquedas y que en ese proceso habían conseguido y atesoraban varias publicaciones. Por tanto, la amistad y los vínculos personales podían ser más efectivos en la búsqueda de información.

Muchas veces, eran revistas lo más fácil de conseguir. La circulación de los libros era más lenta, tomaba más tiempo, costaba más caro, por lo que las revistas eran la primera fuente. De hecho, fue en un pequeño boletín del Cendoc-Mujer donde leí sobre la teoría de género, no sé si por primera vez, pero sé que ese artículo llamó lo suficiente mi atención como para seguirle la huella al tema de ahí en adelante. Lo más difícil de todo era encontrar la base teórica sobre lo que yo quería estudiar, que en ese entonces era el tema del erotismo y por qué parte de la independencia de las mujeres escritoras y la construcción de una voz propia estaba asociada con una reivindicación sexual.

Mientras cursaba la carrera de literatura en San Marcos (UNMSM), aparecieron varias revistas literarias, la más importante para mí fue Dedo Crítico (fundada en 1995), que pasaría a codirigir años después. En una de las primeras presentaciones a las que asistí en el famoso auditorio de Letras (1A), un profesor dijo que en la universidad se aprendía en el patio, en las revistas y en las aulas, en ese orden de importancia, haciendo un recorrido por las virtudes y las ventajas que cada revista traía a su entorno: una comunidad en aprendizajes, una comunidad solidaria, colaborativa y constructiva de saberes, experiencias y amistades.

Las revistas me parecen órganos vitales de circulación del conocimiento y de la labor educativa que es medular para la transformación social

En efecto, ahora que hago el recuento de los años pasados, parece que cada etapa de mi vida ha estado marcada por alguna revista, incluso desde el colegio primario donde participé en La Pandilla del Campo de Marte (Colegio José Antonio Encinas), a la par que tuve mi primera experiencia de la línea de producción en gelatinógrafo. Luego, en la secundaria mi promoción sacó Sin-Vergüenza (anteriormente Colegio Cooperativo San Felipe). A estas primeras publicaciones tal vez el título de revistas les quede grande porque eran unas pocas páginas de entusiasmadas líneas infantiles. 

En los años venideros, he apoyado en distintos roles a varias revistas feministas como La Mestiza, XYX (Estudio para la Defensa de los Derechos de la Mujer – Demus), o de la diversidad sexual como el Boletín digital Transformando (Asociación Internacional de Lesbianas, Gays, Trans e Intersex – ILGA, y el Instituto Runa). Y desde su creación hasta el presente: Con la A.

Las revistas me parecen órganos vitales de circulación del conocimiento y, sobre todo, de la labor educativa que, muchas veces se olvida, es medular para la transformación social. Estoy convencida de que solo cambiando la forma de entender el mundo, difundiendo nuevos saberes, dando a la gente las herramientas para pensar diferente, se puede cambiar la manera de enfrentar y vivir el día a día, hacia formas más inclusivas y de respeto hacia las mujeres.

 

REFERENCIA CURRICULAR

Bethsabé Huamán Andía es crítica de cine y crítica literaria. Escritora, Feminista y pescetariana. Licenciada en Literatura, magister en Estudios de Género y Doctora en Literatura.

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