Revista con la A

25 de noviembre de 2018
Número coordinado por:
Lucía Melgar y Alicia Gil
60

Acoso, abusos sexuales y violación

La voz del violador

Lydiette Carrión

En los casos de violación que he cubierto, la mayor parte han terminado en feminicidio. Esa dupla de violencia misógina: violación y asesinato. No importa el estado en el que la mujer ha sido hallada, la violencia explícita cometida contra ella

Es increíble cómo resuena siempre más, más fuerte, más indeleble, la voz del violador. Sé que es un lugar común hacerlo notar. Pero no deja de ser impresionante.

En los casos de violación que he cubierto, la mayor parte han terminado en feminicidio. Esa dupla de violencia misógina: violación y asesinato. No importa el estado en el que la mujer ha sido hallada, la violencia explícita cometida contra ella. En el imaginario, en la prensa, la voz del violador, su confesión o discurso, será la preponderante, la “verdad”.

Así ocurre ahora con el caso del Juan Carlos “N”, el último escándalo de violencia feminicida en Ecatepec, Estado de México. Aquel hombre fue detenido, en compañía de su esposa, mientras transportaba restos humanos en una carriola y, actualmente, se le atribuyen 20 feminicidios en Ecatepec, Estado de México. Fueron hallados partes de cuerpos en el refrigerador, en otra casa, en cubetas con cemento. En un terreno baldío.

Pero lo ministeriales filtraron parte de una entrevista pericial que judiciales le hicieron a Juan Carlos y, de un plumazo, “resolvieron” en el imaginario de la opinión pública, un caso mucho más complejo y terrible.

La prensa, en su modalidad de caja de resonancia, difundiría el peritaje -aunque esto sea en realidad fuera de la ley-, con lo que México se estremecía frente a un monstruo solitario. Todo aquel que lo quisiera escucharía cuando Juan Carlos explicaba a los policías que “odiaba a las mujeres” porque había sido violado por una mujer cuando tenía 10 años. Que Juan Carlos estaba traumado, porque su madre lo obligaba a verla tener relaciones sexuales con otros hombres. Un loco, dirían los peritos. Su diagnóstico: se encuentra en estado psicótico. Y la mujer, su esposa y cómplice, es una retrasada mental.

Entonces las voces de las familias de las víctimas, por más fuerte que griten, quedan disminuidas. Como si alguien hubiera bajado el volumen. No importa que las madres de mujeres desaparecidas en la zona señalen que el discurso de Juan Carlos es coherente, que ellas lo conocen y no es en absoluto psicótico. Son las mismas mujeres que hicieron la investigación buscando a sus hijas, las que dieron con él. Pero el sonido de sus voces es tan bajo que no hay quien lo registre. No importa que repitan una y otra vez que la esposa tampoco tiene retraso mental. Tampoco que no hay correspondencia entre el supuesto trauma y el asesinato de niñas y mujeres jóvenes, y que él se está justificando. La prensa retomaría el trauma de él, su estado mental. 

Pareciera, a simple oídas, que la confesión de Juan Carlos forma parte de una sólida investigación criminal. Que, una vez que se detiene al asesino solitario, la gente podrá estar tranquila otra vez. Pero es todo lo contrario.

Después de la estridencia de las declaraciones de Juan Carlos, el volumen ha bajado tanto que ha quedado en mute cuando las familias de las víctimas señalan que Juan Carlos no es un asesino solitario y no ha actuado solo. Que en la zona hay bandas de trata de personas. Pero él narra su odio y trauma contra las mujeres, y entonces el volumen es ensordecedor: “odio a las mujeres; prefiero darle de comer su carne a mis perritos que verlas caminando”. De alguna manera, además, el sadismo de Juan Carlos es culpa de otra mujer: su madre.

En 2013, el feminicidio de una joven de 18 años, Darcy Losada, estremeció a la Ciudad de México. Darcy era una joven bonita y alegre, que trabajaba en una heladería. Omar Alejandro Dueñas, su exnovio pasó por ella el 24 de ese mes, supuestamente para pagar una deuda. Pero en vez de ello, la subió a su camioneta, se la llevó, y junto a un cómplice menor de edad, la violó, torturó y asesinó.

No importó que la madre de Darcy narrara a la prensa cómo su hija había terminado con Omar por miedo, por darse cuenta de que se trataba de un tipo violento, que ya la amenazaba

No importó que la madre de Darcy narrara a la prensa cómo su hija había terminado con Omar por miedo, por darse cuenta de que se trataba de un tipo violento, que ya la amenazaba. Que había robado en la heladería donde ella trabajaba y ahora Darcy debía dinero a sus empleadores. Ni cómo la propia Darcy le había confesado a su madre que sentía que Omar la iba a matar.

Hubo el periodista que retomó la declaración de Omar Alejandro, quien aseguró que el joven, ya con una estela de delincuencia dejada a su paso, había perdido “la razón” al enterarse de que Darcy había estado embarazada de él y abortó. El texto expresó textualmente: “El asesino confeso de Darcy Losada Álvarez, de 20 años, Omar Alejandro Dueñas, apenas dos años mayor que ella, se la pasó mintiendo gran parte de su vida, pero posiblemente en lo único que no mintió fue en su deseo de ser padre, sobre todo cuando su novia le aseguró que estaba embarazada de él, con lo que bien pudo haber enderezado la vida”.

Darcy no había estado embarazada, ni terminó y comenzó a andar con alguien. Sólo estaba aterrada de él.

“Quizá en lo único que no mintió fue en el deseo de ser padre…”.

El 8 de mayo de 2012, Bianca, de 14 años, desapareció en el Fraccionamiento Los Héroes Tecámac. Salió de su casa para verse con su novio, pero nunca llegó.

Mientras se investigaba la desaparición, sus amigas rindieron declaración en el ministerio público: Bianca era una amiga afectuosa, habían hablado la tarde anterior y quedado de verse al día siguiente; se llevaba bien con su mamá, nunca habló de irse de casa, sabían que esa noche vería a su novio… Pero un amigo de Bianca, Francisco, declaró lo contrario: Bianca pensaba irse, era promiscua y problemática.

Bianca ha permanecido bajo la luz que su feminicida echó sobre ella. La voz de sus amigas y familia también fue enmudecida

Pasó un año para que la familia diera con los restos de Bianca en una fosa común. Pasó un año más para que aprehendieran a los violadores y asesinos, entre ellos, Francisco. Pero la voz de éste sigue retumbando. Sin importar que le pidió a Bianca varias veces que fuera su novia -ella siempre lo rechazó-, en la prensa quedaron grabadas las palabras de él: que andaba con dos, tres, que sostenía relaciones con otros más. Que se juntaba con miembros de bandas rivales, que ella era promiscua y problemática. Hasta la fecha, en el imaginario popular, Bianca ha permanecido bajo la luz que su feminicida echó sobre ella. La voz de sus amigas y familia también fue enmudecida.

A finales de junio de 2013, la Ciudad de México despertó con la noticia de que habían sido hallados los restos de una mujer en la famosa e histórica Unidad habitacional Tlatelolco. En diversas partes del fraccionamiento, alguien abandonó bolsas de basura: contenían piernas, brazos, una cabeza…

Poco después se dio a conocer que un joven de 19 años había sido captado por las cámaras de seguridad. Su nombre era Javier y vivía en el edificio Juárez. Pasó un año prófugo, finalmente, fue localizado bajo otro nombre en otra ciudad.

La prensa revelaría que la víctima, una adolescente de entonces 17 años, conoció a Javier vía internet, que habían platicado un poco y que él se ofreció a ayudarle a buscar trabajo.

Un año después, un reportero tendría acceso al expediente judicial y escribiría: “El viejo elevador se detiene en el piso 10 del edificio Juárez y ambos jóvenes ingresan con prisa al apartamento. Apenas hace unas horas, este 28 de junio de 2013 se han conocido personalmente, pero el deseo los ha sometido ya. Empiezan a acariciarse y besarse. Javier toma a Sandra de la mano y la conduce delicadamente a su habitación. Las ropas quedan esparcidas en el piso y se sumen en la intimidad sin mayor preámbulo”. Después, la narración diría que el joven se enojó con ella después del coito, porque se burló de él por ser un chico muy aplicado que había ganado una beca para estudiar en otro país.

De nuevo, el reportero dio por sentada la palabra del feminicida: ella accedió a tener relaciones aquel mismo día. Jamás se puso en entredicho su versión. Jamás se cuestionó si ella en realidad había accedido a subir al departamento sin otra expectativa que ver unos discos o libros, porque el joven que acababa de conocer le inspiraba confianza. El periodista y las autoridades jamás se cuestionaron si se trataba de una violación, si la violencia física había iniciado antes de lo que el asesino confeso declarara.

En México, debido a un sistema judicial muy deficiente, se da preponderancia a la confesión de un presunto culpable. Esto por supuesto que afecta la procuración de justicia en todas las escalas, pero también se ha convertido en un espacio nuevo de revictimización contra las mujeres que han sufrido violencia sexual e incluso feminicidio.

La voz del agresor se ha vuelto la última forma de agresión para una mujer que ya ha perdido incluso la vida.

 

REFERENCIA CURRICULAR

Lydiette Carrión es Periodista independiente, Licenciada en Ciencias de la Comunicación por  la UNAM y egresada de la Escuela de Escritores de la Sogem. Ha publicado reportajes en El Universal y Pie de Página y publicado en  medios nacionales, Newsweek en Español y Cosecha Roja, entre otros. Autora de La fosa de Agua (2018), y coautora de Los gobernadores (2018), Todas (2017), Entre las cenizas (2012) y  otros. En 2012 obtuvo el primer lugar del Premio Género y Justicia que otorga la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la categoría de reportaje escrito. Coautora del reportaje «Las carreteras de la muerte”, primer lugar en la categoría de multimedia del concurso Premio Rostros de la Discriminación Gilberto Rincón Gallardo 2016

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