La polaridad femenina y masculina
De la misma manera que el punto geométrico encierra en sí mismo toda la geometría, o en la semilla se encuentra “potencialmente” toda la planta y la posibilidad de su desarrollo, en la mente humana se encuentra “toda la experiencia de la humanidad”. Experiencia que desde tiempos ancestrales ha dado lugar a los símbolos, expresión de los arquetipos básicos que los antiguos llamaron dioses y la astrología energías planetarias. Se encuentran por todas partes y en cualquier mente humana más o menos conscientemente, sin que importe si la persona es culta, analfabeta, joven, anciana, inteligente o estúpida. No solo se producen en nuestros sueños sino que nos acompañan en nuestra vida diaria con una gran multiplicidad de significados, movilizando en todos los casos, aunque no seamos conscientes de ello, nuestras emociones y dirigiendo nuestra conducta como expresión sintética de una realidad.
Entre todos ellos destacan dos figuras especialmente significativas, representación de los arquetipos femenino y masculino que pueblan todo tipo de cuentos, leyendas y mitos. Imágenes tan antiguas como la aparición del hombre y la mujer, universales porque muestran su poder en todo tiempo y lugar, individual y colectivamente, y reconocidas en muchas culturas a través de diferentes nombres. El pensamiento oriental las nombra como Yin y Yang, equivalentes al concepto Eros y Logos del pensamiento mitológico occidental. La alquimia reconoció sus atributos en la Luna y el Sol y desde la psicología analítica de Carl Gustav Jung se las conoce como ánima y ánimus. Para la astrología polaridad femenina y masculina, tratando de definir en todos los casos energías opuestas que se necesitan y complementan.
Como he explicado en anteriores artículos, son fuerzas de la naturaleza presentes desde la concepción del universo, ya sea en las teorías sobre su formación a través del Big Bang, o en el concepto físico de la electricidad y el magnetismo, o desde el punto de vista orgánico: espermatozoides y óvulo. Siempre fuerzas en las que una se encarga de la acción y la proyección de la energía en el espacio, y otra, desde una aparente pasividad, tiene como misión atraer y detener esta expansión para generar otro tipo de energía. En el caso de la experiencia humana, no se refieren a la mujer o al hombre sino a cualidades psicológicas y emocionales presentes en ambos, no siempre reconocidas y aceptadas y sobre las que cada persona tiene, generalmente, un desarrollo desigual. Es difícil explicarlas con el lenguaje ordinario porque, como ocurre con cualquier arquetipo, se apartan de cualquier definición exacta, actuando en cada persona en función de su cultura e ideología aunque se manifiestan siempre de manera similar. En palabras de la psicóloga y astróloga Liz Greene: “estas imágenes inconscientes siguen siendo conceptos abstractos, salvo para quien haya experimentado consciente y directamente su poder”. Añadiendo que todas las personas, hombres y mujeres, aunque no seamos conscientes de ello, estamos determinadas a vivenciar su influencia en cualquier relación, especialmente en las que establecemos con el sexo opuesto.
Como diría Jung, “no son meros nombres ni aún conceptos filosóficos. Son trozos de la vida misma”. Mediadores entre el mundo consciente e inconsciente en busca de un equilibrio psicológico.
Ambas poseen multiplicidad de rostros y conductas precisamente porque aúnan la historia humana. No han sido suficientemente estudiadas ni comprendidas porque el mundo psíquico ha importado muy poco, sobre todo al mundo moderno cuya atención y obsesión se centra en la ciencia y los adelantos tecnológicos, considerando a la astrología una superchería, a los mitos, cuentos que entretenían a los antiguos o a la psicología un conocimiento menor, tratada en sus albores, quizás todavía, con desdén y desconfianza. Sin ser conscientes de que, a pesar de los logros científicos, es el mundo emocional el que determina el éxito de toda civilización.
En artículos anteriores, he ido enunciando la naturaleza de los símbolos o energía zodiacales como femeninos o masculinos, ya que de los doce signos seis son femeninos y seis masculinos alternativamente. Todos están representados por animales, aludiendo a su naturaleza instintiva, salvo uno, Libra, representado por un objeto inanimado como es la Balanza, producto de la elaborada inteligencia técnica desarrollada por el ser humano. A partir de este signo van apareciendo acompañadas, o no, por animales -ya que de la parte animal no podemos desprendernos- figuras humanas. Conocerlos aclara bastante bien el significado de ambos arquetipos… pero voy a tratar de resumirlos para su mejor comprensión.
Polaridad femenina:
Representada por una figura femenina, que difícilmente puede encarnarse en una mujer real de carne y hueso, posee todos los atributos de los elementos tierra y agua que definí en artículos anteriores con todos sus defectos y virtudes. Es sensual, sensorial, carnal, erótica y seductora, le pertenecen la imaginación, la fantasía, la creatividad y el mundo extrasensorial, esencialmente sensible y empática se interesa por las relaciones humanas y el complejo mundo de sus conflictos. Depositaria del amor en todas sus formas, es introspectiva, intimista, reflexiva, atractiva y magnética, poseyendo el don de la forma, la nutrición y el cuidado. Cuando en los albores de la humanidad, sin conocimiento de las implicaciones que suponía el sexo, observaban que las mujeres parían y por tanto tenían la capacidad para generar vida humana eran consideradas diosas, seres mágicos poseedores del don de la vida y su mantenimiento, guardianas de la leyes de la naturaleza y conocedoras de sus misterios, por lo que esta figura es considerada también guía e intermediaria entre el consciente y el inconsciente, lo terrenal y lo divino, a semejanza de la intermediación que ofrece una madre gestante entre el mundo interior del feto y el exterior de “ahí afuera” donde se encuentra el padre, la sociedad y lo celeste, por lo que la madre, en el nivel individual, influye en la forma en que este arquetipo femenino va a ser vivenciado. Como la tierra fecunda y nutriente, como el agua emotiva y comprometida, y como la naturaleza, en ocasiones cruel y despiadada, esta figura arquetípica reúne las cualidades de la maternidad unidas a la de la seducción erótica.
Todas las energías son ambivalentes ya que cada cualidad posee su contrapartida negativa. La sensibilidad se convierte en susceptibilidad y sensiblería, el erotismo en su aspecto más primitivo se traduce en pornografía convirtiendo la pasión en impotencia, la seducción puede atraer a través de peligrosas fantasías a la desconexión con la realidad, y el amor desaparece convertido en frialdad, desconsideración, tristeza y falta de esperanza y fe en la vida, destruyendo las relaciones.
La amante erótica se convierte así en la hechicera maligna y destructiva, y la madre nutriente, cuidadora, que protege, apoya y guía en el desarrollo del yo auténtico para conseguir una vida plena, se convierte en un ser posesivo, agobiante, que esclaviza e impide el contacto con la vida real, obstaculizando la toma de decisiones que puedan conducir al desarrollo de una vocación, una relación, o una forma de vivir más plena y auténtica, con argumentos pseudocientíficos carentes de justificación.
Esta figura irreal, mágica y poderosa, compendio de toda la experiencia humana, puede observarse en la fascinación que ejercen mujeres de éxito, ya sea por su belleza, su dulzura o incluso por su aspecto de inocencia virginal, como es el caso de Marilyn Monroe considerada solo como un cuerpo perfecto sin pizca de inteligencia, o Audrey Tautou, protagonista de la película Amelie, cuyo aspecto de dulzura ha conmovido tanto. A las que conocemos perfectamente retocadas, fotografiadas, para que lo que deben transmitir, ya sea belleza o inocencia, no destruyan su idealización.
En cualquier caso, incluso en su aspecto más benéfico, este complejo arquetipo suele proyectarse sobre mujeres reales, unas veces juzgándolas adornadas con todas las cualidades maléficas posibles, y otras buscando a la mujer perfecta, soñada, que ni existe ni puede existir, razón por la que, después, en la convivencia o la intimidad, se llega a la desilusión o el sentimiento de engaño, ya que esa mujer idealizada tiene arrugas, lorzas, legañas, se levanta cada mañana con el pelo encrespado, de mal humor, y unas veces se parece al ideal y otras es la imagen de la decepción más absoluta que conduce a la visión del aspecto más negativo del arquetipo.
Sin embargo, si se es consciente de que esta figura es una fuerza interior, con necesidades y expectativas emocionales, sigue siendo una guía que ayuda al desarrollo interno integrando los contenidos inconscientes a la vida real.
El feminismo lucha porque la integridad de la mujer real sea respetada y considerada en todos los aspectos de su vida.
Debido a la complejidad de las figuras que integran la polaridad femenina y masculina de la psique, y a la brevedad a que me veo obligada, en sucesivos artículos iré desgranando sus posibilidades y contratiempos.
REFERENCIA CURRICULAR
María Garrido Bens es astróloga, con una experiencia profesional de 45 años como docente y consultora en el campo de la Astrología tanto personal como mundial. Experta en Lenguaje Simbólico y Mitología aplicada a la Psicología. Profesora de Evolución Mental, Sanación y Meditación. En la actualidad ocupa el cargo de Tesorera de la Asociación con la A.