Revista con la A

25 de enero de 2019
Número coordinado por:
Alicia Gil
61

Lenguaje no sexista contra el sexismo, la desigualdad y la exclusión

La polaridad femenina y masculina (II)

Polaridad Masculina

De la misma forma que el aspecto femenino de la psique se representa por el símbolo de una figura femenina que parece encarnar a todas las mujeres, con sus virtudes y vicios, el aspecto masculino de la psique se representa por una figura masculina que parece encarnar a todos los hombres con opuestas cualidades. Antes de definirlo, con dificultad, os recuerdo que ninguno de estos símbolos pertenecen o pueden encarnarse en figuras humanas reales, son aspectos psíquicos que pertenecen al interior del ser humano, hombre o mujer, por más que las mujeres nos reconozcamos más en el ánima, polaridad femenina, con sus virtudes y defectos, y el hombre en el animus, polaridad masculina, con sus virtudes y defectos también, entre otras cosas porque los símbolos actúan personal y colectivamente, razón por lo que la sociedad acepta con semejantes atributos a las mujeres y a los hombres personales y genéricos, ya sea a través de las religiones, las políticas o las tradiciones que determinan conductas y creencias, a veces imponiendo estos roles como representación auténtica de la diferencia entre sexos pero ignorando que, sobre todo, son imágenes psíquicas, pertenecientes al inconsciente, que tratan de informar e influir en el desarrollo humano desde la complementariedad interna, no desde la oposición. De ahí el símbolo del matrimonio interior que ha llevado a tantos errores.

La polaridad femenina está definida en el zodíaco, explicado pormenorizadamente en artículos anteriores, a través de seis signos o energías zodiacales “femeninas” que expliqué como “tierra” (práctica, realista, formativa, sensual, corporal, etc…) y “agua” (sentimental, emotiva, subjetiva, comprometida, mágica, etc…). De la misma forma la polaridad masculina se define en los seis signos masculinos explicados como elementos “aire” (inteligente, comunicativo, curioso, independiente, social, objetivo, etc…) y “fuego” (vital, luchador, espontáneo, intuitivo, dramático, creativo, egocéntrico, etc…).

Los valores de estas seis energías zodiacales construyen una figura psíquica dotada de vitalidad, fuerza, atractivo físico, inteligencia, iniciativa, independencia, creatividad, intuición y capacidad de lucha, para poder influir en el mundo y lograr un puesto en él desde la autoridad que le confieren sus cualidades intelectuales y físicas.

Aunque, como ocurre con la figura femenina, puede presentar un lado oscuro convirtiendo su sociabilidad e independencia en el aislamiento y la negación de las relaciones; la capacidad de lucha en egoísmo, brutalidad y sadismo; el conocimiento, la inteligencia y su capacidad para la comunicación en manipulación y opiniones absurdas, tozudas, llenas de charlas vacías de significado; la excesiva vitalidad en histrionismo,  anulando la presencia de los demás, haciéndole aparecer ególatra y agobiante y la autoridad en dogmatismo y dictatorialidad.

En los mitos aparece como guerrero, mago, guía salvador; en los cuentos de hadas como príncipe que ha de salvar a la princesa de turno y a su reino y en las obras de teatro o en el cine como seductor, hombre de acción y estadista.

Evidentemente, ambos símbolos, masculino y femenino, están influidos y moldeados por las y los progenitores que tuvimos, ya fuera por presencia o por ausencia, así como la relación familiar que establecimos en base a sus cualidades, expectativas y experiencias que les caracterizaban, ya que estas figuras son el primer ejemplo que toda persona recibe de su significado. Ambas figuras psíquicas se interponen o colaboran en las relaciones humanas, dependiendo de lo conscientes que seamos de ellas. En una mujer el animus o polaridad masculina mostrará las cualidades con las que busca y se interesa en las parejas por las que se sienta atraída, de la misma forma que un hombre se sentirá atraído por parejas que posean las cualidades de su mujer interior. Lo importante de esto no es solamente la fascinación que provocan al reconocerlas en las o los demás, muestran también las cualidades masculinas y femeninas de nuestro propio interior, y por tanto de nuestra capacidad o incapacidad para el amor, la comprensión, el compromiso, la lucha, la autoridad, la creatividad, y todas las cualidades y defectos que poseen estas figuras internas, mostrando su oscuridad de forma más llamativa cuanto más desconocidas nos resulten. Suele producirse una gran frustración o incluso la sensación de haber sido víctima de un engaño cuando, si la relación avanza, se descubre que la otra persona se parece poco o nada a lo que se esperaba que fuera.

También puede ocurrir que la atracción esté acompañada de un sentimiento de familiaridad que produzca la impresión de que la otra persona es alguien conocido, en esta o quizás en otra vida, cuando lo que está ocurriendo es que estamos reconociendo en la otra persona nuestra imagen interior. Llegar a conocerlas y hacerlas conscientes permitirá que sean guías que establezcan puentes hacia el desarrollo interno de nuestra verdadera naturaleza, haciendo posible que liberemos a las y los demás y a las parejas que elijamos de la responsabilidad de cumplir con nuestras expectativas.

De no ser así interferirán en las relaciones personales destruyéndolas porque nunca, ningún ser humano, podrá encarnarse en ninguna de ellas.

Los roles diferenciados impuestos a mujeres y hombres, desde conceptos que determinan que la mujer sea esposa y madre y cumpla con sus deberes conyugales y maternales como destino personal, alejándola de su capacidad para relacionarse socialmente, estudiar, llevar a cabo su vocación y carrera profesional consiguiendo su independencia económica, es tan grave como el que le exige a los hombres ser combativos, triunfadores, poderosos, con autoridad, sin mostrar debilidad emocional, (hemos oído muchas veces que los hombres no lloran), alejándoles de la ternura, el afecto la compasión, o el  cuidado de su prole o sus seres queridos.

Todo esto supone que la mujer debe cumplir con el arquetipo femenino y encontrar su integridad solo en pareja; de la misma forma que el hombre debe cumplir con el arquetipo masculino y solo se complete con una relación opuesta. Como dice Liz Greene: “Continuamente el ánima seduce al hombre, arrastrándolo al mundo oscuro del sentimiento y de la maraña emocional, que para su psicología natural es tan incómodo como la inmersión subacuática para un gato; y la mujer se ve continuamente atraída por el animus al aislamiento, la independencia y la realización de sí misma, que son la antítesis de su propensión instintiva a vivir la vida por mediación de relaciones personales”, pero sin estas figuras no habría crecimiento, ni gozo, ni comprensión, ni nada que autorizase a hablar de vida.

Siempre se ha dicho que hombres y mujeres estamos condenados a entendernos. Pero lo que no se ha dicho tanto es que no será posible mientras no seamos individuos íntegros, lo que supone aceptar y reconocer a estas figuras, con sus luces y sombras, en nuestro mundo interior, y rendirles el respeto y honor que ambas merecen, con independencia de que seamos hombre o mujer.

Ahora vivimos un momento social en el que las mujeres tratamos de avanzar hacia la igualdad que es el preludio de la integridad y se puede observar cómo, desde los medios de comunicación, la política e incluso la religión, se trata de frustrar nuestro avance, unas veces tratando de explicarnos cómo debe de ser el feminismo para que no moleste a la construcción social que tratamos de cambiar, otras recriminando que las mujeres queramos cada vez más porque ya hemos “conseguido” la igualdad, olvidando que seguimos cargando con el peso del hogar, en muchas ocasiones como lo hacían nuestras abuelas; que seguimos responsabilizándonos de los cuidados familiares; que seguimos sacrificando nuestra vocación y proyección social, y que en el ambiente laboral no solo tenemos que demostrar que valemos y trabajamos como pueda hacerlo un hombre sino que se nos paga menos… Paradójicamente, además, suelen aconsejarnos militar en un feminismo menos “radical” hombres que no sufren la desigualdad ni en el ambiente personal ni en el social. Esto, y muchas otras consideraciones que no puedo hacer por la brevedad que me exige el texto, indica que, al menos desde el punto de vista social, el arquetipo femenino está muy deteriorado y funciona con sus peores cualidades en la psique masculina, porque cuando no se respeta, se deshumaniza, se maltrata, se recrimina, se controla, se insulta a la mujer real, algo muy grave pasa con la mujer interior que impide al hombre y a la sociedad ser conscientes de su propia naturaleza y de las pautas que operan en las relaciones. Mientras, la mujer, en la esfera personal y social, está tratando de incorporar y hacer consciente las necesidades de su propio animus o polaridad masculina, conquistando, sin dejar de ser mujer, espacios de formación, conocimiento, autoridad e independencia otorgadas al hombre por el hombre, que desconfía de la capacidad de la mujer para actuar en ellos, en vez de salir a su encuentro y apreciar el esfuerzo que supone romper las cadenas que la han sometido durante siglos a espacios sociales más limitados, dependientes y restrictivos.

Aunque, para ser sincera, no tengo claro que después de conseguir la integridad necesitemos a nadie como pareja estable, al menos tal y como están las cosas aún…

 

 

REFERENCIA CURRICULAR

María Garrido Bens es astróloga, con una experiencia profesional de 45 años como docente y consultora en el campo de la Astrología tanto personal como mundial. Experta en Lenguaje Simbólico y Mitología aplicada a la Psicología. Profesora de Evolución Mental, Sanación y Meditación. En la actualidad ocupa el cargo de Tesorera de la Asociación con la A.

 

 

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