Revista con la A

25 de noviembre de 2022
Número coordinado por:
Laura Alonso
84

Mujeres por la paz en tiempos de guerras

La Glorieta de las Mujeres que Luchan: memorial y lugar de encuentro

Lucía Melgar

Lucía Melgar

El paso de dictadura a democracia, de la aceptación colonial al anticolonialismo ha llevado a tirar o retirar del espacio público figuras de Stalin, Hitler o Franco, o, en América Latina, la de Colón, visto ya no como osado navegante sino como precursor o iniciador de una sangrienta conquista

Derribar monumentos de próceres que se han vuelto obsoletos a través de las reinterpretaciones históricas es cada vez más frecuente. El paso de dictadura a democracia, de la aceptación colonial al anticolonialismo ha llevado a tirar o retirar del espacio público figuras de Stalin, Hitler o Franco, o, en América Latina, la de Colón, visto ya no como osado navegante sino como precursor o iniciador de una sangrienta conquista. Menos común es que esos espacios despojados de sus antiguos habitantes se conviertan en memoriales que poco tienen que ver con la historia derribada. Esto ha sucedido en la Ciudad de México donde, tras el retiro del monumento a Colón de la glorieta que llevaba su nombre, se ha instalado un hermoso memorial diseñado, construido y cuidado por mujeres. La ahora llamada “Glorieta de las Mujeres que Luchan” es un nuevo espacio simbólico en el Paseo de la Reforma, una de las principales avenidas de la capital mexicana, bordeada de edificios ultramodernos, monumentos a héroes de diversas épocas históricas y, en años recientes, de “anti-monumenta”, creadas e instaladas por colectivos ciudadanos que en ellos sintetizan exigencias de justicia.

La historia de la Glorieta de las Mujeres que Luchan no es un cambio más en el paisaje urbano. En este memorial-jardín cobra pleno sentido el “derecho a la ciudad”, el derecho de la ciudadanía a intervenir en las decisiones y acciones que afectan su entorno, el espacio público y el modo de vivirlo. Se actualiza también en él el derecho a la memoria, estrechamente ligado al derecho a la verdad y a la justicia. Por eso mismo, se ha convertido también en un sitio de disputa por el poder simbólico, entre autoridades insensibles a las causas de las mujeres y las colectivas y personas que hicieron suyo el pedestal y el jardín circundante y lo han transformado en un sitio de memoria y de “encuentro”.

¿De Colón a una figura “indígena”?

Las imágenes autorizadas por el poder, como sabemos, no son neutrales. Corresponden a interpretaciones de la historia, a apropiaciones ideológicas o a exaltaciones políticas, entre otras. En el caso de Colón, la estatua se erigió en el siglo XIX y perduró hasta 2020 en la misma avenida que el emperador Cuauhtémoc, los Héroes de la Reforma Liberal o la Ángela de la Independencia, cuya columna se inauguró en 1910, poco antes de la revolución. Dos días antes del 12 de octubre, conmemorado antes como “Día de la Raza” o “Dia del Encuentro de dos Mundos” y, desde 1992, como aniversario de la Conquista, el gobierno de la Ciudad de México retiró el monumento a Colón, rodeado de frailes evangelizadores, con el supuesto fin de remozarlo. Entonces aludieron también a una petición ciudadana para retirarlo. Sea cual fuere la razón inmediata, casi nadie creyó que Colón volvería a su sitio original.

Las imágenes autorizadas por el poder, como sabemos, no son neutrales

Como parte de un afán de “moldear conciencias” o, quizás, por súbita convicción “indigenista”, las autoridades capitalinas anunciaron unos meses después que la glorieta sería ocupada por una figura indígena. Cuál no sería la sorpresa de la ciudadanía al descubrir que la cabeza monumental propuesta se asemejaba más a la efigie de un extraterrestre (estilo E.T) que a cualquier figura autóctona. La repulsa fue tal que el gobierno capitalino tuvo que retirar su propuesta. ¿Qué poner entonces sin perder del todo la partida? Casualmente, a principios de 2021, se descubrió en el estado de Veracruz una figura de una mujer indígena gobernante, ideal, creyeron las autoridades, para remplazar al Almirante: reminiscente de la gloria prehispánica y símbolo de la potencia femenina en esta era de marchas feministas (estigmatizadas por el presidente mexicano y la propia gobernante capitalina). También en este caso surgieron voces de protesta porque la estatua parecía “sacada de la manga” y para algunos era una “falsificación”; otros la veían como alusión pétrea a las aspiraciones presidenciales de la jefa de gobierno.

Hasta ahora, la resignificación oficial ha quedado inconclusa. Contra la razón de Estado se ha impuesto la razón ciudadana, tanto más sorprendente (para las autoridades) en cuanto proviene de mujeres que han sido una y otra vez vapuleadas, ignoradas y hasta denostadas por el gobierno: madres de chicas asesinadas, de hijos e hijas desaparecidas, familiares de personas a quienes el Estado no supo proteger y a las que les ha negado justicia.

Glorieta, jardín-memorial

Mientras se preparaba el traslado de “la Joven de Amajac” desde Veracruz, en septiembre de 2021 un grupo de colectivas feministas, convocadas por el grupo “Antimonumenta Nos Queremos Vivas”, plantó sobre el pedestal vacío una silueta femenina morada que lleva un banderín con la palabra “Justicia”.  En las vallas metálicas instaladas por las autoridades para “proteger” los monumentos de Reforma de las grafiteras que en diversas marchas feministas los habían intervenido, las colectivas pintaron el nuevo nombre de la glorieta y nombres de mujeres asesinadas y desaparecidas. Así inauguraron una nueva era en la historia del monumento.  En el jardín que rodea el pedestal instalaron una cruz rosa, símbolo de las víctimas de feminicidio. Algunas participantes declararon entonces este lugar como sitio de memoria y de reconocimiento a quienes han luchado y luchan por obtener justicia para sus hijas, por encontrar a sus desaparecidos/as, así como a víctimas de la violencia de Estado.

La querella por el monumento volvió a encenderse este mes de octubre. Ante la posibilidad de que las autoridades se empeñaran en instalar la figura indígena, diversas colectivas llamaron a una Jornada especial el día 8. Quienes acudimos al memorial pudimos contemplar con emoción el cuidadoso trabajo de estas mujeres y escuchar su reflexiones y reclamos sobre la violencia que enfrentan, la ausencia de justicia, y la importancia de este sitio como espacio de recogimiento, memoria y encuentro.

En torno a la figura morada, además de las vallas donde se enlistan nombres de periodistas asesinadas, jóvenes desaparecidas, madres buscadoras asesinadas mientras buscaban justicia, los senderos del jardín que embellece la glorieta se han convertido en una galería de recordatorios inscritos en sencillas placas metálicas. Ahí pueden leerse los nombres de las precursoras y participantes de la revolución, de las mujeres que cayeron bajo la violencia estatal en 1968 y 1971 (contra manifestaciones estudiantiles), de luchadoras de diversas causas que en el pasado buscaron transformar este país, o que, en tiempos recientes, cayeron bajo la ola de violencia criminal y estatal que azota México.

Las voces de indígenas y mestizas se alzaron para denunciar la negligencia criminal de las autoridades ante feminicidios, desapariciones y otras violencias

Algunas de las convocantes ahí reunidas dieron una conferencia de prensa que fue más bien una lección de fortaleza y constancia. Estaban ahí mujeres indígenas, inmigrantes precarias, con lienzos donde expresaban sus demandas y deseos: “Yo lucho por un planeta libre de violencia (acoso, hostigamiento, abuso) hacia las menores”, “por la seguridad de la mujer, para que no haya más secuestros y feminicidios”, “por el derecho de los pueblos indígenas y la seguridad de las mujeres”.  Otra, mayor, de apariencia frágil y voz firme, explicó que la “joven de Amajac” no las representa porque fue “una mujer de privilegios, nacida en cuna de oro”. Varias pidieron a la jefa de gobierno que no desmantele la “antimonumenta” pero, más que peticiones, las voces de indígenas y mestizas se alzaron para denunciar la negligencia criminal de las autoridades ante feminicidios, desapariciones y otras violencias. Algunas, como María Herrera, quien desde lleva 14 años buscando a sus hijos desaparecidos, siguen luchando por la verdad y la justicia. Otras, como Antelma Vargas, madre de Ingrid Escamilla, cruelmente asesinada y revictimizada por los medios en 2020, denunciaron la negativa de justicia del sistema judicial: a dos años del feminicidio, no había condena. Apenas a fines de octubre, un juez condenó a prisión al asesino de Ingrid. Una tras otra, sobrevivientes de feminicidio, madres de chicas violadas, asesinadas o desaparecidas insistieron en la importancia de este espacio para ellas. No es sólo un memorial donde recordar a sus hijas, es también un lugar de encuentro, donde se consuelan unas a otras, se apoyan, se dan ánimo y se fortalecen para seguir adelante.

Unos días después, las colectivas de la Antimonumenta anunciaron que habían llegado a un acuerdo para dialogar con el gobierno, con el aval de la Comisión de Derechos Humanos local. Luego, el 12 de octubre, pasó por la Glorieta una nutrida marcha contra la militarización, convocada por el Consejo Nacional Indígena y el EZLN, en la que, según el gobierno capitalino, participaron mujeres indígenas que reclamaban la glorieta para ellas. Esta reactualización del viejo juego del “divide y vencerás”, sin embargo, no ha logrado su cometido. La Glorieta de las Mujeres que Luchan resiste.

Este sitio de memoria encierra y devela el peso de la pérdida, el horror de la violencia feminicida y criminal. También nos recuerda la admirable tarea de miles de mujeres y personas que hacen un trabajo que correspondería al Estado -buscar a los desaparecidos- y que, paradójicamente, contra este Estado, han persistido en la búsqueda de verdad y justicia. Con su trabajo incansable, estas mujeres que luchan y rescatan la dignidad de una sociedad agobiada de dolor y miedo,  preservan una luz  de esperanza en medio de la tormenta.     

 

REFERENCIA CURRICULAR

Lucía Melgar es crítica cultural y coordinadora para América Latina de con la A.

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