Adriana Bernal

Las personas y los proyectos culturales se parecen mucho. Ambos son entes. Seres sintientes que van siendo, así, en gerundio, parte de nosotras en el cotidiano

No me gustan las despedidas. Me cuestan. Sí, es un asunto de costos. Personales, culturales, sociales. Suelo utilizar la frase “Nos vemos”, casi como cábala. A veces, incluyo el “o nos escribimos, o llamamos, o algo”. Me gusta dejar las puertas y ventanas entreabiertas. El juego de la posible probabilidad; de la probable posibilidad.

Las personas y los proyectos culturales se parecen mucho. Ambos son entes. Seres sintientes que van siendo, así, en gerundio, parte de nosotras en el cotidiano. Personas y proyectos, son motor e impulso; pulsión y pasión; encuentro. Obviedad decir que los proyectos cobran vida en manos de las personas. Individualidades que construyen y deconstruyen colectivos.

Entonces la nostalgia. Dicen por ahí, que la nostalgia es extrañar lo que pudo haber sido. Creo, en lo personal, que ésta no es sino una constante de extrañamiento de los procesos que nos convocan y provocan ser mejores personas con nosotras mismas y con las demás.

La pandemia, la pos pandemia, la imposibilidad no sólo de recuperar lo que se fue sino esta aparente imposibilidad, disfrazada de incapacidad, de construirnos distintos como individuos y colectivo nos tiene en una eterna nostalgia. Perdimos. Todas, todos, perdimos. ¿Qué? Algo, nada, todo. Volvimos a términos pangéicos que no nombran, no describen, no construyen.

La parálisis de las crisis post.

Hoy, en este otro largo periodo post-pandemia nos encontramos paralizados, paralizadas, viviendo y conviviendo con la pérdida. He visto, vivido, parafraseando a Ginsberg, como los mejores proyectos de esta década van desvaneciéndose, despidiéndose, destruyéndose en el demoledor hoyo negro de la cotidianidad y la devoradora inconsciencia social.

Los sacrificados son los proyectos colectivos, aquellos que nutren y facilitan la transformación, los procesos de pensamiento y crítica del entramado social

 De pronto, una se mira tratando de sacar a flote, incluso pasando sobre sí misma, proyectos, ideas, colectivos, en pos de una vida mejor para las demás. De pronto, una se da cuenta que, por más individualidades, la realidad te supera. Y los sacrificados -para mí, una de las palabras más horrendas del español- son los proyectos colectivos, aquellos que nutren y facilitan la transformación, los procesos de pensamiento y crítica del entramado social.

No me gustan las despedidas. No me gustan los ¡hasta pronto! que son, de algún modo una despedida contrarreloj. Y, a veces, son inevitables. Nos queda la nostalgia. Esa compañera en su infinita diversidad nos acompaña, quizá, como promesa para otros tiempos. La nostalgia genera la esperanza del reencuentro, la búsqueda de un nuevo sendero, de otras cómplices.

Los ¡hasta pronto son complejos! y, desafortunadamente, la realidad social mundial, también lo es. Hagamos una pausa para recomponernos, repensarnos, reconstruirnos para poder, con nuevos bríos, tomar a la nostalgia de la mano y continuar.

REFERENCIA CURRICULAR

Adriana Bernal es Licenciada en Periodismo por el CEU-PART en México. Estudió el Diplomado en Creación Literaria en la SOGEM y el Diplomado en Género, Justicia y Cultura por la Universidad Iberoamericana. Sin embargo, es mucho más lo que ha estudiado fuera de las aulas. Ha ejercido el periodismo desde hace 20 años, especializándose en Entrevista, género por el que recibió en 2003 el Premio Nacional de Periodismo José Pagés Llergo. Por más de seis años mantuvo su página web www.entreversiones.net. Actualmente es directora general de eñ e-ditorial con ñ, cuya salida es exclusivamente digital. En 2018, publicó “Poeta que no entiende futbol”, un ejercicio literario en construcción constante, que pretende ser, a los años, una gran novela de futbol, consciente de que Villoro ha dicho que esto es imposible.

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