Isabel de Farnesio y la Granja de San Ildefonso
Este abanico fue de Isabel de Farnesio, lo coleccionó junto a muchos otros como uno de sus objetos favoritos.
Hace ahora 300 años, Isabel llegó como segunda esposa del rey Felipe V, el primero de la Casa de Borbón en España. A lo largo de su vida acompañó el reinado de cuatro reyes: su marido Felipe V, sus hijastros Luis I y Fernando VI y su hijo, Carlos III. Durante la minoría de edad de este último, Isabel de Farnesio ocupó la regencia.
El abanico formó parte de los objetos conmemorativos de la boda de una de sus hijas, Maria Teresa Rafaela, con el heredero de la corona francesa, Luis Fernando. Era una boda importante porque el rey de Francia ya había descartado a otra infanta y en esta ocasión Isabel de Farnesio quiso asegurar los términos del acuerdo. Esto de las bodas reales era trascendental en la política exterior del momento y a Isabel le preocupaba que sus hijas e hijos quedaran en la mejor posición posible. Su ambición, en este sentido, fue muy atacada por la opinión pública que le achacó mayor preocupación por el destino de sus descendientes que por el país en el que reinaba. Ella, que había nacido en Parma y era, además de reina, heredera de los Farnesio y los Medici, llegó a decir: “Los españoles no me quieren, pero también yo les aborrezco”.
A su teórica desmedida ambición por el futuro monárquico de sus hijos e hijas se unió el hecho de que, a su llegada, sustituyera en la corte la influencia de franceses por la de italianos y una parte de la opinión pública se puso en contra. Si preguntan sobre con qué argumentos, les diré que no fueron muy originales: decían que era una mujer que dominaba a un rey obsesionado por sus apetitos sexuales.
Pero de la mano de Isabel de Farnesio, en realidad, quería llevarles al palacio y los jardines de La Granja porque pasó allí muchos momentos de su vida y, particularmente, cuando falleció su esposo en 1746. Vivió allí desde entonces, con el breve paréntesis de la regencia de su hijo Carlos, hasta que murió en 1766.
El Palacio Real de La Granja de San Ildefonso está en un paraje cerca de Segovia, donde los aires son frescos y puros en pleno verano. Debe su nombre a una antigua granja de los monjes jerónimos del monasterio de El Parral. En 1560, Felipe II hizo de él Real Sitio y el rey Felipe V compró los terrenos para edificar el palacio, allá por 1721, con el objetivo de construir un espacio de descanso y, sobre todo, de caza. El futuro le llevaría a ser mucho más, porque el rey se retiró allí en 1724 y desde entonces los jardines y el palacio se engrandecieron. Isabel de Farnesio tuvo mucho que ver en ello, dando a todo el conjunto un aire versallesco con influencias italianas.
Les animo a dar un paseo entre sus fuentes de altos surtidores, esculturas de plomo pintado imitando bronce y los grandes árboles traídos de diferentes lugares del mundo: cedros, tilos, arces, castaños de indias y sequoias. Y luego, si quieren revivir la sensación de un mundo pasado, entren en los palacios y no olviden visitar La Colegiata, donde Felipe V reposa junto a Isabel de Farnesio, la Parmesana.
Pepa Franco Rebollar es consultora social; empresaria desde hace más de veinte años; experta en intervención social y políticas de género. Coordina proyectos de investigación, formación y apoyo a las organizaciones sociales, entidades y organismos de la Administración. Además de su profesión, de sus amistades y de su familia, le apasiona la Literatura y la Historia.