Revista con la A

25 de marzo de 2015
Número coordinado por:
Bethsabé Huamán Andía y Lucía Melgar
38

Feminismos en América Latina

Griselda y Nora

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Griselda Gambaro

«La mujer imprime algo diferente en la cultura… Y lo que la mujer imprime en la cultura es su diferencia de ver la vida y la muerte, de nacer a otra vida y a otra muerte, a otra libertad, a otra distribución del poder. Pasajeras de un tren que ya tiene largo recorrido, sólo por obstinación y conciencia, lo haremos transitar por otros paisajes. No sabemos del todo cómo será, aunque podemos intuirlo. Sabemos que en ese paisaje no encontraremos protección ni comodidades, pero reconoceremos las imágenes del agua y de la tierra, las imágenes y las palabras de un teatro que por fin será nuestro, no por apetencia de posesión sino por obra creativa y legitimidad de derecho».

Son palabras de Griselda Gambaro. Hace años, representé junto a otras cuatro actrices una serie de piezas breves de esta autora. Ella misma vino a ver nuestra puesta en escena, recuerdo bien aquella mujer con su nube rizada de cabellos blancos.

En el tiempo de la dictadura militar argentina, la situación del país, más el hecho de que el general Varela decretó la prohibición de su novela “Ganarse la muerte” por parecerle contraria a la institución familiar y al orden social, la habían obligado a exiliarse a Barcelona.

Cuando comenzó a escribir, en el teatro argentino había pocos personajes protagónicos femeninos, y la mirada sobre la mujer era peyorativa: coquetas, malvadas, caprichosas.

Ella misma fue muy atacada. Así lo explica:

«La mujer tiene que meterse sin pedir permiso. Cuando puede, tiene que hacer lo que quiere. Yo creo que no le pedí permiso a nadie. Por supuesto que en algunas críticas me trataron de «damita joven». Pero fueron cosas menores. También se dio una separación con los autores de mi generación cuando estrené El desatino. Nunca me quedó muy claro si era porque yo venía con un lenguaje diferente o porque era una mujer en un mundo de hombres. Siento que aparecí en el momento oportuno con la voz oportuna. Y se produjeron cosas. En principio, el escándalo. Los autores de mi generación me tuvieron mucha inquina hasta la dictadura militar. A partir de ahí se supo dónde estaba parado cada uno.»

casamunecaswebEn el teatro de Gambaro la presencia de las mujeres es fuerte y comprometida. Desde la precaridad de sus posibilidades, dicen no a a la obediencia debida, no a la dictadura, no a la mentira y al olvido históricos, preguntan qué está bien y qué está mal, qué pasa en el mundo con la justicia y la dignidad, qué lugar tenemos para los asesinos, para el perdón, la rebelión, la solidaridad y la risa. Pero no lo hace elevándose en abstracciones, sino concretando en la contradictoria realidad de las relaciones humanas. Con ternura y un incisivo sentido del humor.

No voy a repasar aquí su biografía ni su extensa obra dramatúrgica, narrativa, poética.

Me interesa llegar al punto en que, ya en este siglo, y con más de ochenta años, Griselda Gambaro fija su atención sobre la emblemática protagonista de una de las más grandes obras del teatro europeo: la Nora Helmer de «Casa de muñecas», de Ibsen.

A finales del siglo XIX, esta obra se convirtió en abanderada del feminismo. Nora deja su casa, su familia, sus hijos. Y no lo hace persiguiendo un romance apasionado, ni despechada por los celos, sino empujada por su conciencia y para conquistar su independencia como ser humano. Cuando el marido le recuerda “los deberes más sagrados” de una mujer, como esposa y como madre, la respuesta de Nora es: “Tengo otros deberes igualmente sagrados. He descubierto que las leyes son distintas a las que yo pensaba; pero me resulta imposible concebir que esas leyes -las leyes que rigen en una casa de muñecas- sean justas”

Hay que imaginar el duro golpe que debió significar para aquella sociedad el rotundo portazo con que Nora cierra la obra y se abre, sola, a la vida. Un escándalo.

A principios del siglo XXI Griselda Gambaro da otra vuelta a la tuerca y escribe «Querido Ibsen: soy Nora».

La obra se desarrolla cuando Ibsen está escribiendo «Casa de muñecas» y Gambaro obliga al autor a discutir con la propia Nora sus palabras y acciones. A pesar de este esquema, no es una obra sobre el teatro, sino sobre la libertad de conciencia.

El caso es que «Casa de muñecas» está escrita por un hombre, el marido de una mujer. Claro que el autor no podía superar la época en la que vivía, pero además él no hubiese podido escribir esta obra si las mujeres de aquella época no hubieran estado luchando contra las normas sociales que las subordinaban.

Hoy, las propuestas de Ibsen no son las que Nora necesita, ella quiere conquistar su propia historia. Ser ella misma sin que un hombre la escriba, enfrentándose a lo que inevitablemente está escrito sobre ella misma: «Desde mucho antes de que usted intentara hablar por mí, señor Henrik, desde un tiempo que usted no recuerda, yo me estaba escribiendo. Usted sólo me copió a su modo».

REFERENCIA CURRICULAR:

isarequenaCon el genio de Gambaro, Nora reclama la autoría de su propio personaje.Isabel Requena es actriz. Estudió Arte Dramático en el Conservatorio de Valencia y en la Universidad Internacional de Teatro, en Lugano, Suiza; en Le Circ Divers, en Lieja, Bélgica y durante su larga vida profesional se ha ido formando en Técnicas de Voz, Expresión Corporal, Interpretación, Técnica de Clown, Técnica Alexandre, etc. con las y los mejores profesionales: Rafa García, Maria José Peris, TEC de Cali, Colombia, Cristina Castrillo, Libre Teatro Libre (Argentina), J.P. Michel, Rafa Calatayud, J. Mac Callion, Michel López, Konrad Sziedrich, José Luis Cuerda,… En el ámbito de las Artes Escénicas ha “tocado” todos los palillos: ha hecho cine, televisión, ha sido actriz de doblaje, realizado cortometrajes, dirigido distintas obras y es autora de las obras “La última cena”, “Letra gorda”, “Llamar” y “Un sopar de compromía” (estas dos últimas como coautora). Isabel es, en definitiva, una mujer de teatro comprometida con la Cultura en general y con las Artes Escénicas en particular.

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