Fatum y tiempo, breve reflexión personal
¿Cuándo apareció el tiempo? ¿Desde qué punto podemos poner el reloj en marcha? Nosotras y nosotros mismos hemos sido quienes hemos imaginado el tiempo
- Nadie recuerda nada antes de nacer. ¿Negro? ¿Vida? ¿Pensamientos? Nada. No éramos. Pero había algo que sí era y que sí corría: el tiempo. ¿Cuándo empezó el tiempo? Y sobre todo, ¿cuándo acabará?
- Entonces llega la vida y, si el asunto del tiempo ya era enrevesado de por sí, esto se enreda el doble. Supongamos que, al morir, el tiempo corre igual que antes de nacer: para siempre. NUNCA más podrás ser, NUNCA más podrás pensar, abrazar, tocar. Y si te dicen que en realidad vas a vivir una cantidad de tiempo no solo efímero, sino casi imperceptible respecto a la cantidad de tiempo en la que vas a estar muerta o en la que no has nacido, ¿realmente harías lo que haces? ¿Vivirías como vives? ¿Te dejarías llevar así por la sociedad, las modas y los cánones de belleza?
- Nos complicamos demasiado.
Naces, creces, tienes 3 años libres hasta que te toca estudiar una media de 15 años, cumples 18, eres madura, independiente y tus propias decisiones te afectan. Puedes trabajar o seguir estudiando.
Pongamos el caso de que eres una persona que compagina los estudios con el trabajo. Poco a poco te independizas de tu familia, te encargas de las facturas, te encierras estudiando, te estresas, las fiestas te sirven para evadirte de los estudios pero luego para estresarte aún más con ellos. Hay que buscar nuevo trabajo porque ya no mantienes bien tu vida, estrés, facturas y, para colmo, una oposición, el verano no llega y se fue hace ya tiempo. Acabas la carrera, trabajas unos años y empiezas a tener una edad en la que o tienes descendencia o ya va a ser demasiado tarde luego. Algo de estabilidad de pareja y económica y primer bebé. Adiós a la estabilidad y hola nueva forma de estrés, gritos, lloros, pañales, dinero en educación, adolescencia, el doble de comida y un par de crisis. Justo en el momento en el que tienes la hipoteca pagada, un hijo en la universidad y la pensión de jubilación, ya es muy tarde para disfrutar del momento.
Gastamos demasiado tiempo en ser sencillas marionetas de la sociedad.
Mi profesor de religión siempre decía que existen dos clases de personas: las personas normales y las personas corrientes: las personas normales son aquellas que tienen personalidad, ideas propias y aspiraciones; por el contrario las personas corrientes son las que se dedican a seguir a la masa.
Y si el 99% son personas corrientes, la masa sigue a la masa…
Efectivamente, no sólo nos consumimos rápidamente sino que no somos nada, no somos nadie. No somos nadie que no haya sido ya antes la persona de delante y que no vaya a ser la persona de detrás.
Otra persona más en el mundo.
Y sin embargo, te das cuenta de que eres un ser efímero, de que no eres nadie, y no haces nada por cambiarlo. Te vistes como todo el mundo, porque es la moda. Te enamoras, como todo el mundo, antes del físico que de la propia persona. Te peinas así porque alguien que te gusta ya se ha peinado así antes.
Y así con la música, con la decoración, las ideas, los planteamientos, todo, no eres nadie.
Renuncias a la mitad de las experiencias porque las vas aplazando y al final no lo haces. Por supuesto, todo acaba, y mueres.
Y el tiempo pasa y no pasa nada, corre en tu contra y no volverás a tener la oportunidad que tienes ahora. ¿En serio has dedicado todo el tiempo que has tenido hasta ahora a ser una persona más en el mundo? ¿A criticar a alguien que cuando mueras ya no te importará? ¿A renunciar a tus sentimientos?
Aprendamos de los animales y vivamos. Sigamos instintos, luchemos.
Aprovechemos el sentido humano e hinchémonos a estudiar y a impregnarnos de conocimiento. Seamos más. Hagamos caso omiso a la sociedad.
¿Y al fatum? ¡Qué le den al destino! Con los años una aprende que se tiene que hacer su propio camino. Tú eres el fatum.
Y para qué mentir, es mejor vivir 30 años intensos, exprimidos, vividos, a los 80 mismos años que han vivido el resto. Qué sí, con sus pros y sus contras, pero eso no es una vida real. El tiempo no vale tanto si no se usa bien. Nos comportamos como robots, como máquinas, nos evadimos del sentimiento animal, seguimos modas y hacemos todas y todos lo mismo. Demostremos al mundo que gritar a pleno pulmón en un acantilado es más beneficioso que ganar 2.000 euros.
Disfruta del roce humano, las caricias, los besos. Disfruta de los poemas, de los sentimientos. Disfruta de comer hasta hincharte y romper con los cánones de belleza modernos.
Porque a lo mejor mañana te atropellan y has hecho lo mismo que sin vivir: nada. No has sido nadie. No has sentido, vivido, amado. Le has dado más importancia a vestirte bien que a una mirada.
Y tal vez seamos locas y locos quienes vivamos habiendo hecho algo en el mundo.
Haz ahora lo que quieras porque a lo mejor no lo podrás hacer mañana. Sé libre. Eres libre.
Demuestra que la vida es un paseo, no que estás de paso. Bienvenida al camino de vuelta a Ítaca, estamos locos y locas de atar.
Carpe diem, qué más dará la cabeza si mañana estarás muerta. O sé el mismo que el de al lado, y el de al lado, y el otro también.
Disfruta como nunca de ser como siempre, mientras tanto, los locos y las locas disfrutaremos como siempre, de ser como nunca.
REFERENCIA CURRICULAR
Claudia Laorga de Villa tiene quince años. Entre 2003 y 2011 estudió en el Colegio San Agustín. En 2012 en el Colegio Internacional SEK y desde 2013 en el Colegio Patrocinio de San José. Escribe ensayos y poemas de libre interpretación, pero de mucha profundidad, críticos con la sociedad en cualquier ámbito. Se define como escritora lírica, amante de las metáforas y las moralejas, “por lo que mis historias son muy enrevesadas, minuciosas y muy, muy largas”, puntualiza.