Revista con la A

25 de diciembre de 2014
Número coordinado por:
Lucía Melgar
36

Desastres naturales y perspectiva de género

El papel de niñas y niños en los desastres

Flavia Tudela

Flavia Tudela

Los desastres dejan huella en la memoria de quienes los viven, y determinan hasta cierto punto la manera en la que nos enfrentamos a estas situaciones en el futuro

¿Qué pasó en el temblor, cómo se sintió y dónde estabas?

A pesar del tiempo que ha transcurrido, si pregunto a las personas de mi generación que vivieron en su infancia el sismo de 1985 en la Ciudad de México, muy probablemente obtendré respuestas que me permitan reconstruir lo que sintieron, lo que les dio miedo, y entender cómo este evento impactó a su familia. Los desastres dejan huella en la memoria de quienes los viven, y determinan hasta cierto punto la manera en la que nos enfrentamos a estas situaciones en el futuro.

¿Por qué desastres?

Los desastres son resultado del riesgo que se genera cuando una población vulnerable se ve expuesta a un fenómeno peligroso. La evaluación del riesgo desde la perspectiva de la prevención de desastres es relativamente reciente. Comenzó desde las ciencias naturales: se planteaban los fenómenos naturales y los desastres como sinónimos. Esta tendencia se mantuvo en algunas de las investigaciones que se hicieron como parte del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales, organizado por las Naciones Unidas durante la década de los noventa.

Sin embargo, llamarlos desastres naturales crea una sensación de indefensión que no es siempre cierta. Esta visión alimenta la creencia de que los desastres son parte del destino, castigos de dios, venganza de la naturaleza, o incluso resultados de mala suerte y la gente no puede, ni debe, hacer nada por evitarlos; inmoviliza a la población, la victimiza e impide su participación en la prevención. Ahora se acepta cada vez más que los desastres no son naturales [1]. Hay mucho que hacer para reducir los daños que ciertos fenómenos pueden causar.

¿Qué se puede hacer?

Para reducir el riesgo hay alternativas: reducir la amenaza, disminuir la vulnerabilidad, o ambas a la vez. Las acciones que se toman para evitar que suceda un fenómeno se consideran medidas de mitigación; para intervenir en la vulnerabilidad se deben adoptar medidas de prevención y adaptación. Otro término a considerar es la resiliencia, como la capacidad de responder, recuperarse y volver a la normalidad después de que un fenómeno altera la estabilidad de una comunidad o sistema. Este término es ahora el objetivo de la mayoría de las acciones encaminadas a promover el desarrollo sustentable.

El cambio climático ha puesto de manifiesto que, para nuestra supervivencia, es necesario modificar radicalmente nuestras formas de vivir. Los cambios en los patrones de consumo y el ahorro energético son las medidas domésticas más eficientes para colaborar en la mitigación del cambio climático, y combatir así los riesgos que este proceso conlleva. El Artículo 6 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, denominado Educación, Formación y Sensibilización del Público, destaca la importancia de promover la participación de las y los jóvenes en proyectos de adaptación, así como la promoción de proyectos de educación formal, no formal e informal sobre el tema.

¿Por qué los niños y niñas?

Las y los niños, como agentes de cambio, son un recurso que se ha explorado y aprovechado muy poco. Se reconocen como uno de los sectores más vulnerables de la población, en particular cuando se trata de situaciones de emergencia o desastre ya que, por lo general, las medidas que se utilizan para su protección dependen de las decisiones que tomen las personas adultas. No se les considera capaces de decidir por ellas y ellos mismos, en particular en lo que concierne a su protección. Sin embargo, ellos y ellas viven las emergencias y aprenden de ellas. Son experiencias que les dan mucho que contar.

Durante la infancia, los seres humanos tenemos una manera especial de explicar las cosas, relacionada con la incipiente capacidad de comprender conceptos lógicos-abstractos, que obliga a recurrir constantemente a la imaginación. El espacio que construyen las y los niños responde en ocasiones a esta capacidad de explicarse lo que pasa de manera distinta y, gracias a que la creatividad y la capacidad de asombro son muy activas en esta etapa de la vida, hay ocasiones en las que los vacíos se pueden completar con ideas muy originales que pueden ser, incluso, valoradas como soluciones a ciertos problemas.

Además, son el sector poblacional al que le costaría menos trabajo cambiar los modelos de consumo y adaptarse a los efectos adversos del cambio climático que son ya evidentes, pues los patrones de conducta peligrosos no están tan arraigados en ellas y ellos como en las personas adultas. Niñas y niños pueden ser excelentes promotores de cambio dentro de sus familias respecto de estas medidas, siempre y cuando comprendan el proceso.

¿Y dónde está el problema?

La vulnerabilidad tiene un componente subjetivo importante, por lo que no se puede dejar de lado la percepción infantil en el análisis de riesgo. Al reconocer sus experiencias, las y los niños pueden entender algunos errores y corregir conductas, lo cual debe considerarse como una gran fortaleza, pues les permite aprender a protegerse ellos mismos. Ésta es la mejor manera en la que niñas y niños pueden participar en la reducción de riesgos, pues mejora la capacidad de respuesta de toda la población afectada. Sin embargo, pocas veces se les invita a hacerlo; en México su participación está aún subvalorada.

La educación para la reducción de riesgos:

En los programas oficiales, existen contenidos interesantes y adecuados que buscan promover la participación infantil en la reducción de riesgos. Sin embargo, hay un camino largo aún para crear una verdadera cultura de prevención desde la escuela. El rol que se les otorgue durante los simulacros y las emergencias, la manera en la que se les involucre, la forma en la que participen los demás miembros de la comunidad en la planeación de las medidas de prevención, y la continuidad en la educación, o restablecimiento pronto de las actividades durante las emergencias son clave para orientar la respuesta positiva de niñas y niños. Debido al papel que juegan dentro de la sociedad, como comunicadores y reeducadores dentro de la familia, no incluirles en las medidas de adaptación implica desperdiciar una valiosa oportunidad.

 

NOTAS

[1] Maskrey, A. (2003) Los desastres no son naturales. Colombia: La Red. Disponible en: http://www.desenredando.org/public/libros/1993/ldnsn/LosDesastresNoSonNaturales-1.0.0.pdf

 

REFERENCIA CURRICULAR

Flavia Tudela es Licenciada en Geografía por la Universidad Nacional Autónoma de México. Su experiencia como docente la condujo a desarrollar los Talleres de Adaptación a las Inundaciones y el Cambio Climático dirigidos a las niñas y los niños inscritos en la educación primaria, en la Ciudad de Tlacotalpan, que se llevaron a cabo tras las severas inundaciones que afectaron esta zona en 2010. Actualmente se encuentra terminando sus estudios de Maestría en la Universidad de las Naciones Unidas, en Tokio, Japón, donde se especializa en la vinculación de la educación y las políticas públicas de prevención de desastres.

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