Concha Espina y Santander
Sorprendentemente, en la página web que el Ayuntamiento de Santander dedica a personajes ilustres, no figura la escritora Concha Espina (1869-1955) y sólo la cita cuando nombra su monumento en los bellos Jardines de Pereda. Pero ella, una de sus vecinas que nació a finales del siglo XIX, que tuvo ideas controvertidas en política -apoyó la dictadura de Primo de Rivera, se mostró ferviente germanófila durante la II Guerra Mundial y tomó partido por el frente nacional en la Guerra Civil- fue en verdad ilustre y, entre otras cosas, reflejó en sus escritos la situación de las mujeres que se vieron obligadas a contraer un matrimonio negociado, tal vez porque lo vivió en primera persona.
Y es que la situación de las mujeres, en el Santander de la época en que nació Concha Espina, no era diferente del resto de la península. Sin embargo, la ciudad sí tenía un carácter particular desde 1861 cuando la reina Isabel II decidió pasar unos días de verano en la playa de El Sardinero y, ésta, se había convertido en un centro de veraneo para las clases más pudientes, que comenzaron a construirse allí sus segundas residencias para disfrutar del clima amable de la época estival. Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia consolidaron la tradición y, en 1912, terminó de erigirse el palacio de la Magdalena, todo un emblema de la ciudad. Pero, como decía, Santander no se regía por normas y costumbres muy distintas y también las familias hidalgas y tradicionales, como la de Concha Espina, tenían una baja consideración sobre la educación de sus hijas. Ella, aunque estuvo escolarizada durante un tiempo y recibió clases privadas, lo que en realidad aprendió era lo “debido” para las mujeres en la época: cultura general, francés, música, bordado y labores del hogar. Digamos que, por suerte, sus inquietudes la llevaron más allá y, autodidacta, llegó a conseguir el Premio Fastenrath en la época en que este premio aún tenía prestigio y, además, era el único que concedía la Academia de la Lengua. Fue la primera vez que lo ganaba una mujer, y lo logró con La esfinge maragata, un hito en la vida literaria española.
Cantabria está llena de sorpresas y variedad. De la montaña al mar, de Picos de Europa a las playas de Isla, y la capital, Santander, es un reflejo en miniatura de esa diversidad. Les animo a pasear por la primera playa del Sardinero, por dónde la familia de Concha Espina seguro que también disfrutó del mar (la segunda era para el pueblo llano) y subir a los Jardines del Piquío desde donde tendrán una vista privilegiada. Pero no se pueden perder tampoco un paseo por el centro, la visita al Museo de Prehistoria y Arqueología (Cantabria es uno de los lugares donde más y mejor se ha investigado la Prehistoria ibérica), caminar por el Cabo Menor, o pasear por el entorno de la Catedral, buena parte reconstruido tras el incendio de 1941.
Muy cerca, en los Jardines de Pereda está, efectivamente, la imagen de Concha Espina. Es una fuente muy sencilla que la ciudad levantó en su honor y que inauguró el rey Alfonso XIII. La historia de la fuente tiene interés porque se erigió después de que el rey firmara el indulto de un reo de muerte, Juan Acher, llamado “El Poeta”, gracias a la solicitud de un grupo de intelectuales liderado por la escritora y constituido por otros como Ramón y Cajal, Armando Palacio Valdés o Jacinto Benavente.
Fue el mismo año en el que la nombraron Vicepresidenta de la Hispanic Society of America y que la República española la envió como embajadora a las celebraciones del IV Centenario de la fundación de Lima. Años gloriosos en que llegó a ser candidata al premio Nobel de Literatura en tres ocasiones (1926-1928) y en la primera lo perdió por un solo voto a favor de la italiana Grazia Deledda. Se quedó a las puertas como en las dos oportunidades en las que la Real Academia Española no la admitió en sus filas.
Antes, en uno de sus artículos para La Vanguardia, el 28 de noviembre de 1922, escribía: “… si prosperan algún día las aspiraciones de las sufragistas, la ciudadana del porvenir necesitará prescindir de colas y haldas y de todos aquellos arrequives que la impidan cumplir sus deberes y la priven de llevar a buen término sus andanzas.”
Y ella sabía de andanzas. Unida en un matrimonio que no buscó, con Ramón de la Serna, esa circunstancia le dio, sin embargo, la posibilidad de vivir en Chile (1893-1898) y conocer bien el continente americano. Se quedó vinculada a Latinoamérica – Gerardo Diego la denominaba “la indiana entre paisanos”- y se consideraba de ambas orillas.
A partir de 1909 se separó de hecho, dejó a Ramón en México y ella vivió en Madrid donde murió en mayo de 1955.
No dejen de visitar Cantabria, pasear por Santander y recordar frente a la imagen de su fuente a esta escritora precursora de logros actuales.
Sobre Concha Espina:
- Josefina de la Maza (1957). Vida de mi madre, Concha Espina. Editorial Marfil.
- Gerard Lavergne (1986). Vida y obra de Concha Espina. Fundación Universitaria Española.
- Artículos de C. Espina en la Hemeroteca de La Vanguardia: Concha Espina, novelista olvidada. Disponible en:
http://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20100519/54104785499/concha-espina-novelista-olvidada.html
Sobre Cantabria y Santander:
- Página oficial de Turismo de Santander: http://santanderspain.info/
- Página oficial de Turismo de Cantabria: http://www.cantabria.es/turismo
Pepa Franco Rebollar es consultora social; empresaria desde hace más de veinte años; experta en intervención social y políticas de género. Coordina proyectos de investigación, formación y apoyo a las organizaciones sociales, entidades y organismos de la Administración. Además de su profesión, de sus amistades y de su familia, le apasiona la Literatura y la Historia.