Revista con la A

25 de enero de 2020
Número coordinado por:
Lucía Melgar
67

Violencia Institucional en América Latina

¿Cómo luchamos las lesbianas jóvenes en México?

Sofía Jiménez

Las lesbianas en países como México conocemos el rechazo familiar, que se da en diferentes grados y formas: algunas son amenazadas con la expulsión del hogar, otras son llevadas a las “terapias de conversión” u otros esfuerzos para “corregir” su orientación sexual

Las lesbianas en países como México enfrentamos diversidad de problemas en nuestras vidas; varias que compartimos con nuestras compañeras bisexuales.

Muchas conocemos el rechazo familiar, que se da en diferentes grados y formas: algunas son amenazadas con la expulsión del hogar, otras son llevadas a las “terapias de conversión” u otros esfuerzos para “corregir” su orientación sexual -que pueden ser desde pláticas con algún.a psicólogx hasta “violaciones correctivas”, aislamientos y privación de alimentos, por ejemplo-, y sin duda un gran número experimenta violencia verbal y psicológica, como insultos, chantaje, desvalorizaciones y demás. Para muchas, se establece un tabú alrededor de nuestras vidas románticas y sexuales que contrasta con las preguntas frecuentes que recibíamos antes: “¿y el novio?”.

Las lesbianas somos sumamente asociadas a lo sexual para el placer de la mirada masculina, pero nuestra sexualidad “a puertas cerradas” no es tomada en serio

Fuera del hogar, hemos llegado a experimentar violencia verbal, física, y sexual. Nos acosan si vamos tomadas de la mano con nuestra pareja, si nos ven besándonos. Como somos fetichizadas, los hombres nos piden tríos, nos toman fotos, nos observan lascivamente; en los peores casos, nos agreden físicamente y abusan de nosotras. Notamos una aparente paradoja: las lesbianas somos sumamente asociadas a lo sexual para el placer de la mirada masculina, pero nuestra sexualidad “a puertas cerradas” no es tomada en serio. ¿Cuántas personas no nos han dicho que seguimos siendo “vírgenes” o que “nos falta algo”?

No podemos pasar de alto las formas “suaves” de discriminación que enfrentamos; el caso de la salud es especialmente significativo. ¿Cuántas sabemos cómo protegernos de enfermedades de transmisión sexual entre nosotras? ¿Cuántas vamos al.a ginecólogx para hacernos chequeos de rutina? ¿Cuántas consideramos los servicios médicos como espacios seguros para hablar de nuestra sexualidad? ¿A cuántas nos niegan estos servicios y educación necesarias bajo argumento de que “no los necesitamos”? Mucho personal de atención a la salud no está capacitado para recibirnos y esto culmina en negligencia médica. No sólo nos afecta en cuestiones directamente asociadas a la sexualidad; estudios como aquellos llevados a cabo por El Clóset de Sor Juana señalan que las lesbianas corremos mayores riesgos de desarrollar patologías ligadas a nuestros hábitos, que a su vez derivan de la discriminación múltiple que enfrentamos: ciertos tipos de cáncer, diabetes…

Estas son algunas de las problemáticas que solemos enfrentar las lesbianas en general, pero es importante señalar que no somos un grupo homogéneo. Las lesbianas nacemos y vivimos en cualquier contexto. Tenemos todo tipo de cuerpos, de ideas, de vivencias. Podemos ser indígenas, afro-descendientes, mestizas; tener algún tipo de discapacidad; ser trans; ser niñas, jóvenes, adultas, ancianas; ser femeninas, masculinas, andróginas; suscribir a alguna religión; suscribir a alguna corriente política; ser migrantes; ser de cualquier estrato socio-económico; ser de cualquier lugar. Todas estas características moldean nuestras vivencias y por ende nuestros retos y desventajas; hay que pensarnos con nuestras intersecciones para tener una idea más precisa de lo que nos atañe.

Y ahora, entonces, ¿cómo luchamos las lesbianas jóvenes en México? Hago aquí la precisión respecto a la juventud porque no me siento capaz, por mi experiencia y conocimiento, de hablar más allá de mi propio grupo etario respecto a esto.

Dentro del “movimiento LGBT+” estamos definitivamente incluidas en el nombre, pero no es ningún secreto que quienes lo protagonizan son los hombres gays cisgénero. Podemos reflexionar mucho acerca de a qué se debe -¿serán más numerosos que nosotras, como parecen señalarlo encuestas como la ENDOSIG? ¿se les facilita más nombrarse, construir sus identidades como tales? ¿sus redes de cooptación masculina les ayudan a mantener una posición de poder? ¿tienen más recursos personales como para dedicar más tiempo al activismo?- pero el hecho es que parece reproducirse cierta forma de patriarcado ahí.

Dentro del “movimiento feminista” -que muchas veces nombramos en singular pero que en realidad es plural y deberíamos hablar de feminismos- parecen, esta vez, predominar las mujeres heterosexuales cisgénero. Nuevamente podemos considerar que esto se debe a factores poblacionales relativamente generales (no somos tantas lesbianas como de las demás orientaciones), pero al final del día muchos de los temas centrales de las luchas actuales son, al menos desde mi percepción, relativos al acceso al aborto libre, gratuito y seguro y también de acceso a una vida libre de violencia. Para las lesbianas con capacidad de gestar, la primera causa obviamente nos atañe, porque si tenemos un embarazo no deseado (por producto de violencia, quizá) poder decidir sobre nuestros cuerpos es vital. Pero diría que de manera general nos afecta menos el tema; yo por ejemplo jamás he tenido miedo de quedar embarazada.

Muchas mujeres experimentan la violencia por parte de sus familias: padres, tíos, abuelos, padrastros, primos, etc. Ahí no importa la orientación sexual que tengamos

El segundo tema que mueve mucho a las feministas actualmente es la lucha contra la violencia de género. Ésta puede tomar varias formas y perpetrarse por distintas personas. Muchas mujeres la experimentan por parte de sus familias: padres, tíos, abuelos, padrastros, primos, etc. Ahí no importa la orientación sexual que tengamos. Tampoco importa en los casos de violencia en espacios públicos o laborales; si acaso, ser lesbiana visible podría aumentar los riesgos. Pero también sabemos que parte importante de la violencia de género que experimentan las mujeres proviene de sus parejas o ex-parejas… hombres. Sí, puede haber violencia en las parejas de mujeres, pero la dinámica es otra; y sí puede haber lesbianas que tuvieron parejas hombres o inclusive aún los tienen, por diversas razones imaginables: que no se hayan reconocido como lesbianas al momento de estar con ellos, que estén “en el clóset” y tengan una relación heterosexual para mantener apariencias, etc. Pero nuevamente, al menos para la violencia de género que se da en las parejas, las lesbianas parecemos estar más a salvo, y por ende menos visibles en la discusión.

¿Qué hay cuando nos encontramos con otras lesbianas feministas? Tampoco estamos necesariamente unificadas por ser muy diversas. Ya mencionamos las características que nos atraviesan y que son susceptibles de reproducir sistemas de opresión. Pero últimamente redes sociales como Twitter han sacado a relucir una división política muy aguda de acuerdo a lo que pensamos respecto a personas trans. Podríamos pensar que es un tema aparte pero no lo es, pues hay muchas mujeres trans que son bisexuales o lesbianas y buscan relacionarse con mujeres cisgénero. Es un tema complejo porque nos lleva a cuestionarnos acerca del deseo, de la sexualidad y del género; pero al final del día, hay algunas que son muy hostiles ante las identidades trans, y se materializan en (¿mini?) movimientos como “Get the L Out” en Londres, que después son respondidos con “#LWithTheT”. En ese sentido, dependiendo si somos críticas o no de la transfobia, nos unimos con menor o mayor dificultad.

Al final del día, parece ser que estamos muy desarticuladas y “diluidas” en los diferentes movimientos que nos conciernen. Se evidencia la necesidad de crear más espacios de encuentro, de diálogo, de colaboración. Afortunadamente -para aquellas que tenemos acceso- nuestra generación cuenta con las redes sociales que nos permiten conectarnos como nunca antes. El internet nos ha permitido lidiar mejor con dificultades no sólo de tiempo y lugar (gracias a interacciones diferidas y a distancia), sino también la de reconocernos entre lesbianas, cosa que es particularmente importante para nosotras en una sociedad donde nuestras sexualidades son invisibilizadas. Podemos aprender mucho más acerca de los temas que nos afectan: ¿cuántas no nos enteramos de los diques dentales en internet y no en nuestras clases de educación sexual? ¿cuántas no entendimos mejor las implicaciones de la lesbofobia y aprendimos a confrontarla mejor gracias a publicaciones en Twitter? Hemos aprendido a usar estas plataformas para hacer comunidad (offline y online) y tener más herramientas de pelea. Pero sea a través de internet o sin él, una cosa es segura: seguiremos luchando.

 

REFERENCIA CURRICULAR

Sofía Jiménez Poiré es activista y consultora en temas de género y diversidad sexual radicando en Ciudad de México. Tras una licenciatura en ciencias de la educación y sociología, realizó una maestría en estudios de género en la Université Lumière Lyon II; su tesis consistió en un análisis de los discursos emitidos por la Iglesia Católica mexicana respecto a los derechos LGBT+. Actualmente colabora con sociedad civil, gobierno, y organizaciones internacionales.

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