Brujas, Duendes y Hadas cántabras
En Cantabria existen fechas que han sido propicias desde antiguo para los rituales y las leyendas. Así, por San Juan, en el solsticio de verano, la noche es mágica. Dice la tradición en sus diferentes variantes que los Caballucos del Diablo y las brujas carecen de poderes tras el ocaso y se apoderan de él los curanderos; las plantas como el trébol de cuatro hojas, la flor del saúco, las hojas del sauce, enebro o brezo entre otras curan y dan felicidad si se recogen en esa madrugada.
En torno a la Navidad (solsticio de invierno) se realizaban ceremonias rituales, vestigios de antiguos cultos celtas al árbol, el fuego y el agua. En esas fechas se adornaban los manantiales y balcones con flores y se bailaba y saltaba sobre el fuego.
Además, existe una mitología terrenal de adoración a Gaya, la Madre Tierra, a través de la divinización de los animales, árboles, montañas y aguas como espíritus elementales. Creencias, por otro lado, comunes a todos los pueblos que reciben la influencia celta. Lugares como el Pico Dobra, en el valle del Besaya, Peña Sagra, Peña Santa, Mozagro (montem sacrum = monte sagrado), Montehano (montem fanum = monte del santuario) indican que han sido considerados lugares sagrados desde la antigüedad más remota, cuando se divinizaban, así mismo, aguas de ríos y fuentes. En el Monte Cildá apareció un ara, dedicado a la diosa madre Mater Deva, conocida en el mundo céltico y personificada en el río Deva. En Otañes se encontró una pátera, llamada Pátera de Otañes, dedicada a la ninfa de una fuente con propiedades medicinales. Plinio el Viejo cita la existencia en Cantabria de unas fuentes intermitentes -las Fuentes Tamáricas– que tenían valor augurio y que correspondería a la actual Velilla del Río Carrión. Así mismo, la ofrenda a las aguas de stips, o monedas de bronce de escaso valor, así como de otras piezas de mayor cuantía, como denarios, áureos y sólidos, pone de manifiesto la presencia de algunas de estas piezas en La Hermida, Peña Cutral, Alceda y en el río Híjar.
Según la tradición popular, en Cantabria ha habido seres fabulosos de aspecto desigual que las gentes temían o adoraban y en torno a los cuales se forjaban historias y leyendas, pero cobran un valor especial las hadas, los duendes y las brujas, entre las que destacan:
LA ANJANA: Quizás la más conocida de entre los personajes de la abundante mitología de nuestra región, la Anjana es el hada buena de Cantabria. De pequeño tamaño (apenas mide seis cuartas) es de graciosa y extraordinaria belleza. Viste un rico manto chispeante de estrellas y se corona con lirios y rosas. Empuña una vara florida que brilla cada día de la semana con luz distinta. Vive en las fuentes y manantiales de donde sale para bendecir las aguas, los árboles y el ganado, ayudando a los pobres, a los que sufren y a los que se extravían en el bosque.
LAS MOZAS DE AGUA: Estos hermosos y pequeños seres habitan en los manantiales y en los remansos de los ríos y se caracterizan por lucir una estrella sobre la frente, caminar descalzas, vestir con capas de plata, y salir cada alborada a tender las madejas de oro que hilan por la noche. Cuentan las viejas leyendas que si algún mozo logra coger una hebra de las madejas, las Mozas tiran del hilo arrastrando al muchacho a sus palacios subterráneos, llenos de riquezas, para casarlo con la más guapa de todas.
LAS HECHICERAS DE VALDERREDIBLE: Estas hadas son muy bondadosas y hermosas, aunque en esencia son idénticas a las Anjanas del resto de Cantabria, son características de esta comarca de nuestra región. Se caracterizan por lucir largos cabellos negros que coronan con espigas de trigo y andar descalzas, sembrando la alegría y la riqueza en los hogares desamparados y en los corazones que sufren alguna pena. También frecuentan el silencio de las ruinas, el sosiego de los caminos apartados y la paz de las riberas de los arroyos.
LA VIEJUCA DE VISPIERES: Se trata de una anciana bruja inofensiva, encorvada y descolorida, que recorre los pradros las noches de luna llena, apoyándose en un cayado de oro con regatón de plata que siempre está limpio, aunque toque en pozas y barros. Viste una capa de color encarnado intenso y corizas de piel de comadreja. Eternamente solitaria, se hace invisible cuando algún curioso la sorprende en sus paseos nocturnos.
LAS BRUJAS: Todos los sábados las brujas de Cantabria, tras churrar en las cenizas del hogar y al grito de «¡Sin Dios y sin Santa María, por la chimenea arriba!» parten volando en escobas o transformadas en cárabos, rumbo a Cernégula, pueblo de Burgos donde celebran sus reuniones brujeriles alrededor de un espino, para, luego del bailoteo, chapuzarse en una charca de agua helada. Otras, más corretonas, amanecen en Sevilla, al pie de la Torre del Oro.
LAS BRUJAS DE ONGAYO: En una gruta cerca de Suances, junto a una bolera de oro soterrada, celebran el aquelarre estas señoras, o parten en humeante enjambre hacia Cernégula, cual explica el cantar: «De la cueva de Ongayo / salió una bruja / con la greña caída / y otra brujuca. / Al llegar a Cernégula / ¡válgame el Cielo! / un diablo cornudo / bailó con ellas. / Por el Redentor, / por Santa María, / con el rabo ardiendo / ¡cómo bailarían…!»