Revista con la A

25 de marzo de 2017
Número coordinado por:
Rosario Segura Graiño
50

Mujeres gitanas luchando por la igualdad

Medea

                          Anselm Feuerbach, Medea

 

¿?

 

ÉL: Eres mujer, eres esclava, eres vieja y estás sola. ¿Qué puedes tú, mujer?

ELLA. Tú lo veras.

 

¿Qué tengo que callar? ¿Qué no silenciaré? ¿Qué cantaré en mi treno?

¿Por qué en la noche me veo así en vilo asaltada por terrores y espectros, cazada a punta de lanza?

¿Ves a las muchachas, empurpuradas con su sangre? ¿Ves la fuente de brillo negro que brota de sus cuellos portadores de oro?

¿Siempre ha sido así?

¿Aún es así? ¿No cambiará? ¿Es esa la naturaleza de las cosas?

¿Qué quieren? ¿Me llevan con mi hijo como parte del botín?

¿Somos nosotras botín de los vencedores? ¿Es la guerra contra las mujeres? ¿Qué ley es ésta, amigo, o qué divino decreto?

¿Adónde me arrastras, desdichada de mí? ¿Acaso ya me embarcan lejos de mi patria? ¿Nos sortean, como ganado? ¿Y quién ha tocado a quién? ¿De quién me ha tocado ser paciente esclava?

¿Qué habéis decidido sobre mi vida?

¿A qué amo le ha tocado mi desdichada hija?

¿Y qué hay de la pequeña cría que me habéis arrebatado? ¿Dónde está? ¿Acaso la he parido para esclava de una tumba?

¿Con qué fatalidad mueres, hermana? ¿Con qué destino yaces? ¿A manos de qué hombre?

¿Por qué lloras, qué gritas?

¿Qué le falta para lamentarse a esta desgraciada que ha perdido su patria, sus hijos y su esposo?

¿No escuchas brotar voz de los brazos, manos, cabellos y la planta de los pies, no sientes que todas esas partes a un tiempo rugen lamentos que se alzan como el bramar de los carneros multiplicado en los ecos de las abruptas peñas?

¿Cómo llega el canto de gemidos a mi apacible habitación?

Es un coro repetitivo y monótono, música de fondo, canon que no se modifica desde hace miles de años, impermeable a los estilos musicales, tan machacón que forma parte del ruido terrestre. Al coro de las desgraciadas y sus criaturas se suman con pericia voces alejadas entre sí, y no obstante perfectamente entonadas. Cómo se acompasan, desde la soledad del cuchitril de un burdel de ventanas enrejadas, hasta la tienda de plástico en la extensión helada de las tiendas de plástico compartida con centenares de cantantes, desde el saloncomedor de la casa decente, o la inmensidad de sabanas donde las coristan cantan sin dejar de correr en huída. Es milagroso cómo se conciertan disonancias, diferentes timbres de voz, distintas lenguas, tiempos distintos y lejanos entre sí. Hasta las criaturas recién nacidas tienen el don de entrar a tiempo, tono y compás, nacientes ya con la sabiduría del dolor. Hay quien lleva el ritmo con respiraciones agitadas o estertores, y si bien las coristas mueren a boleo, la potencia del canto no se debilita, el coro es siempre bien nutrido. Percusión de pies en el fango, arrastrar de miembros, ecos de tacones que huyen en la noche, borborismos bajo la mordaza. Todo suma. Y sin embargo, apenas se oye, hay tanto ruído…

De vez en cuando, en el coro de voces anónimas, se eleva la voz pura, vibrante y trágica de solistas con nombre propio.

Mis heroínas: la valiente Antígona, la indestructible Medea.

Antígona hermosa, joven, enamorada, se enfrenta solita al tirano para enterrar a su hermano, cuyo cadáver Creonte ha ordenado abandonar al estrago de las fieras carroñeras. Con fiera voluntad, no cede al miedo que amarra a los demás y a su prudente hermana Ismene, voz de la mayoría:

ISMENE: Es preciso que consideremos, primero, que somos mujeres, no hechas para luchar contra los hombres, y, después, que nos mandan los que tienen más poder, de suerte que tenemos que obedecer en esto y en cosas aún más dolorosas que éstas.

ANTÍGONA. — Tú puedes poner pretextos. Yo me iré a levantar un túmulo al hermano muy querido.

Más de tres mil años ha que entonó Antígona sus arias, y el canto se repite todavía; aquí y allá mujeres cantan la misma estrofa: ¿dónde están nuestros muertos? ¿Cómo puede ser bueno despreocuparse de los que han muerto? ¿En qué hombre se ha engendrado esta idea? ¡Ay, ay!, la tierra te acogerá… como a un dolor amargo, hijo mío!

Pero además, Sófocles escribe la genial escena del enamorado de Antígona, Hemón, enfrentándose a su padre en un diálogo clarísimo contra el poder tirano. Y es conmovedor cómo describe la muerte de los dos jóvenes, más bella que la de Romeo y Julieta.

Y Medea. A ver, ¿Qué sabes de Medea? ¿Qué era tan mala que mató a sus hijos? ¿Qué más? ¿Por celos? ¿Qué más? ¿Qué era bruja, o algo así?

Las interferencias que ensucian el canto de Medea no pueden ser casuales. De la Medea triunfante que sube a los cielos en el carro del Sol con los cadáveres de sus hijos, una censura unánime sólo nos deja oir flecos de maldad, sumisión a los celos, lascivia. ¿Y cuál es la medida de la maldad? ¡Ea!, dilo. Esa fantasía masculina, en la que la feminidad insumisa aparece como encarnación de una maldad sin límites que traiciona hasta su propia maternidad, pecado sumo.

¿Por qué no leemos la Tragedia con detenimiento? Tampoco es casual que nos hayan hecho creer que leer tragedias griegas es aburrido.

Recomiendo la Medea de Eurípides. Magnífica. Encontrarás leyendo a Eurípides, entre otras cosas, una crítica decidida de la discriminación de las mujeres, y también de los inmigrantes extranjeros, y de cómo la sabiduría en la mujer es vista como algo peligroso. Tres mil y pico años después sigue en todo actual, claro.

¿Qué hay en la voz de Medea que se nos escamotea con ruídos? ¿Qué es lo que no debemos escuchar de su canto?

¿Tal vez que rompe los sellos que la jerarquía impone sobre el concepto de lo femenino y lo masculino y trasciende las diferencias de género? ¿Qué tiene sexo? ¿Qué elige su propia vida con firme valor? ¿Qué es siempre cómplice de su esposo y madre amantísima? ¿Qué de ninguna manera mata con los sentidos ofuscados por los celos, sometida a la pasión de quien no sabe vivir sin su hombre? ¿Qué sabe perfectamente lo que hace, tiene sus razones y asume desgarrarse de dolor? ¿Qué? ¿Qué es sabia y ejerce su poder?

¿Eso que siempre pasamos rozando con delicadeza, el tema del ejercicio del poder y la agresión en el imaginario femenil?

Cito a Musfeld (1997): «Yo sigo en mis discusiones la hipótesis, de que no sólo en la identidad femenina, sino también en las concepciones feministas sobre la mujer, el significado de la agresión sigue siendo ignorado y permanece excluido tanto de la discusión, como de las experiencias subjetivas y las imágenes sobre sí mismo.» (Psicoanálisis y estudios feministas y de género. Roxana Hidalgo Xirinachs)

Y ahora una pregunta personal: estas tragedias se desarollan en el marco estrechamente vinculado con las consecuencias de la guerra: las penalidades del cautiverio, la crueldad de los vencedores, la violación de los derechos del débil, la necesidad de una justicia igual para todos. Y esto sin hablar de la violencia ejercida especialmente sobre las mujeres.

Estas tragedias advierten que la sangre causa dolor y resignación, pero también dolor e ira acompañada de una terrible sed de venganza. Amo a las heroínas que, como la desdichada Hécuba, se atreven a vengarse. Pero eso es perpetuar el dolor.

Tras miles de años vertiendo sangre por sangre, y en la realidad actual de guerras, mi pregunta es esta:

Hermanas, ¿tenéis algún plan para detener el flujo de sangre sin acudir a la venganza (único lenguaje que entienden quienes propician las guerras), y sin perecer enterrada viva como mi también muy amada Antígona?

ANTÍGONA. — Mi persona no está hecha para compartir el odio, sino el amor.

CREONTE. — Vete, pues, a la tumba para amarlos, si tienes que amar, que, mientras yo viva, no mandará una mujer.

ANTÍGONA. — Con dolor me río de ti… si es que lo hago.

Sangre por sangre ha venido. Tampoco es cierto que un brazo fuerte aguante la lanza mejor que uno débil: la entereza reside en la naturaleza y en el valor.

¡Ya basta con los que están muertos!

Es necesario un pensamiento salvador. La naturaleza humana está en confusión… Vosotras, mujeres, venid ahora tomando por aliados a todos los muertos… levantad bien alto, como antorcha, el grito de este combate.

Y… ¿quizás. al ver estas cosas surja la compasión?

Texto de Medea, bilingüe (griego-castellano)

https://literaturauvmsep.files.wordpress.com/2014/05/euripides-medea-bilingue.pdf

Texto Antígona, bilingüe (griego-castellano)

https://es.scribd.com/document/290675187/Sofocles-Antigona-Bilingue-Con-Alamillo

Texto de Hécuba, bilingüe (griego-castellano)

file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Euripides%20-%20Hecuba%20(bilingue)%20(4).pdf

 

REFERENCIA CURRICULAR

Isabel Requena es actriz. Estudió Arte Dramático en el Conservatorio de Valencia y en la Universidad Internacional de Teatro, en Lugano, Suiza; en Le Circ Divers, en Lieja, Bélgica y durante su larga vida profesional se ha ido formando en Técnicas de Voz, Expresión Corporal, Interpretación, Técnica de Clown, Técnica Alexandre, etc. con las y los mejores profesionales: Rafa García, Maria José Peris, TEC de Cali, Colombia, Cristina Castrillo, Libre Teatro Libre (Argentina), J.P. Michel, Rafa Calatayud, J. Mac Callion, Michel López, Konrad Sziedrich, José Luis Cuerda,… En el ámbito de las Artes Escénicas ha “tocado” todos los palillos: ha hecho cine, televisión, ha sido actriz de doblaje, realizado cortometrajes, dirigido distintas obras y es autora de las obras “La última cena”, “Letra gorda”, “Llamar” y “Un sopar de compromía” (estas dos últimas como coautora). Isabel es, en definitiva, una mujer de teatro comprometida con la Cultura en general y con las Artes Escénicas en particular.

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