Revista con la A

26 de mayo de 2017
Número coordinado por:
Hortensia Hernández
51

Alzamos la voz con las mujeres de Chibuleo

Teatreras empoderadas: “Ser indígena significa ser digna”

Xolobal Ant’z: teatro de mujeres indígenas de Chiapas

En la prehistoria, el ser humano ya era consciente de la importancia de las relaciones sociales y, por tanto, de la comunicación. El origen del teatro, es decir el espectáculo desarrollado, en un espacio-tiempo determinado, por un grupo de personas, se remonta a la noche de los tiempos cuando los ritos -de caza, de “contacto con los dioses” (ritos religiosos),…- ponían en juego danzas, imitaciones de animales, sonidos musicales, interrelacionando movimiento con gestualidad, reforzando, así, la identidad de los grupos y su cohesión social. La función del teatro, por tanto, es socializadora, pues para que haya teatro tiene que haber intérpretes (que trasmitan con la palabra o con el gesto) y público, a lo que pueden añadirse más elementos que facilitarán la comunicación entre ambos: decorados, vestuario, escenografía, etc.

Los pueblos indígenas hacían teatro antes de la llegada de los conquistadores, siendo parte de su legado cultural que trasmitían de unas generaciones a otras a través de la tradición oral, para dejar memoria de los mitos y leyendas de cada pueblo y, cómo no, de su lengua, que apoyaban con sistemas de escritura no alfabéticos, y con escenificaciones que ritualizaban.

Con la llegada de los invasores españoles, en 1492, estas manifestaciones teatrales fueron censuradas e incluso prohibidas, quedando muchos de los relatos en el olvido, otros preservados a través del susurro mediante los que abuelas y abuelos trasmitían sus tradiciones a las generaciones más jóvenes, otros representados en la clandestinidad, a espaldas del invasor que los perseguía al suponer, con acierto, que la cultura invadida pudiera expresar sus profundos sentimientos acerca de lo que estaba ocurriendo en sus comunidades e incitaran a la desobediencia de las costumbres, reglas, y sistemas religiosos y culturales impuestos.

Así las cosas, el teatro indígena actual quiere darse a conocer superando la marginación a la que ha sido sometido por el sistema dominante, quiere hacer visibles sus objetivos consistentes en la búsqueda de las raíces de las diferentes comunidades, de la recuperación de su identidad originaria, de su cosmovisión, de la memoria ancestral de su cultura, de los derechos de los pueblos sometidos vulnerados por la cultura invasora.

En este contexto, las mujeres indígenas han creado sus propios grupos de teatro. Un teatro en el que se entremezclan arte y tradición con el trasfondo de la lucha política y social de las mujeres, llevando a escena la sabiduría ancestral de las grandes abuelas sobre la que las actoras, las teatreras, invitan a reflexionar al público, mostrando, en muchos de sus espectáculos, como señala Aluminé Cabrera, la vulnerabilidad que implica ser mujer, indígena y pobre, los miedos y las soledades, el maltrato padecido durante tantos años, la discriminación y la injusticia como destino ineludible (…) denunciando la opresión que empezó hace más de 500 años –y que todavía hoy padecen-. La conquista y la colonización cambian de rostro y de mañas pero siguen su itinerario de despojo, potenciadas, además, por el patriarcado que devora los cuerpos y la dignidad de nosotras, las mujeres.

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