Revista con la A

26 de septiembre de 2017
Número coordinado por:
Rosario Segura Graiño
53

Los estudios feministas, de las mujeres y de género en el estado español

María Luz Morales Godoy y Barcelona

Maria Luz Morales

Es Barcelona tal vez la ciudad de España con más proyección en el mundo. Se lo debe a cineastas como Woody Allen, Pedro Almodóvar o Manuel Huerga; también a estrellas de la literatura como Juan Marsé, Mercè Rodoreda, Manuel Vázquez Montalbán o Roberto Bolaño; pero, sobre todo, se lo debe a sí misma, a su encanto que, es posible, termine siendo el regalo que tanta gente desea, ese que, al final, se rompe de tanto ir de mano en mano. Por ejemplo, este año, según fuentes oficiales, un millón de turistas bajaron de los cruceros que hicieron escala en su puerto. ¡Un millón! Mal regulado, el turismo puede ser una gallina de oro asfixiada bajo las sandalias de tanta gente deseosa de caminar por la ciudad.

Aún así, nadie debería perderse un paseo por Barcelona y después de lo dicho, si es posible, fuera de temporada. Tal vez, mejor en otoño, esa estación amable que comienza ahora en este hemisferio, cuando los árboles enrojecen y la brisa llega más fresca desde el mar.

Y como lo que sugiero no es correr por Barcelona, sino pasearla, habrá que ir más de un día y para el primero les propongo dos cosas: hacerlo de la mano de una mujer especial: María Luz Morales Godoy; y recorrer uno solo de los barrios: el Gótico.

Por si no la conocen, María Luz Morales Godoy nació en 1889 en A Coruña. A Galicia la recordó en una novela Balcón al Atlántico porque se trasladó con su familia a Barcelona siendo muy niña. Allí llegará a ser “la dama de la prensa”, un apodo que chocaba con la necesidad, durante muchos años, de ocultar en las firmas de sus artículos su verdadero nombre tras seudónimos masculinos. Como periodista, los años 20 del siglo XX debieron ser apasionantes. Ella frecuentaba el Instituto de Cultura y Biblioteca Popular de la Mujer, fundado el marzo de 1909 por Francesca Bonnemaison, que fue el primer centro en Europa dedicado exclusivamente a la formación cultural y laboral de las mujeres (y sigue siendo un bello centro de cultura de mujeres ubicado en el barrio de Sant Pere). También estudió Filosofía y Letras y aprendió varios idiomas. Era una mujer lista, con ganas de seguir creciendo intelectualmente y una gran profesional. Quiso ser escritora y periodista y lo consiguió. Con 25 años, empezó haciendo “periodismo femenino” como responsable de El Hogar y la Moda, una revista de tirada nacional fundada en 1909 y que sobrevivió hasta 1987. Estando al frente de la publicación, en 1923, envió unos ensayos sobre Don Juan y sobre teatro de niños y niñas. Su calidad literaria le abrieron las puertas del rotativo barcelonés La Vanguardia (que entonces estaba ubicado en la calle Pelayo nº 28 donde les animo a ir porque el edificio, ocupado ahora por un hotel -¡cómo no!-, sigue siendo bello).

Viviera donde viviera en Barcelona María Luz Morales, puedo imaginar que tuvo tiempo para caminar la ciudad que entonces cruzaban carros y coches de punto y, aunque entre 1919 y 1923 estuvo marcada por el pistolerismo y mucha violencia, antes o después paseó entre calles y callejas del barrio Gótico que ocupa el centro de la ciudad.

El nombre de “Gótico” no se corresponde a la realidad. Está en el mismo espacio que la Barcino romana y tardoantigua habitada desde entonces, pero la verdad es que la fachada de su edificio emblemático, la Catedral de Barcelona, se hizo entre 1887 y 1912 y el resto del barrio puede denominarse neogótico o gótico transformado porque lo que hay son numerosas reconstrucciones más o menos fieles de los edificios preexistentes que, a principios del siglo XX, se derribaron o se trasladaron con la apertura de la Vía Layetana. Ese es el caso del antiguo palacio de la calle Mercaders, rescatado y trasladado a su actual emplazamiento en la plaza del Rei, ocupando el solar de un antiguo edificio de viviendas y cuya reconstrucción no se completó hasta 1943. Algunas excepciones notables son las Atarazanas (iniciadas en el siglo XIII) y la sala de contrataciones de la Lonja del Mar (siglo XIV). En fin, tengamos en cuenta que el barrio Gótico es hijo de la idealización del periodo gótico por parte de la burguesía catalana cuando, en la segunda mitad del siglo XIX, ésta protagonizó el movimiento de la renaixença, en el origen del moderno nacionalismo, que buscaba en la época de los reyes godos y en los restos patrimoniales que legaron “los orígenes de un pasado glorioso”, como señaló el historiador Agustín Cócola quien, en 2011, publicó El Barrio Gótico de Barcelona. Planificación del pasado e imagen de marca.

Y con todo, vale la pena.

Vale la pena caminar sin rumbo entre sus callejas, vale la pena sentarse en cualquier plaza a leer, a oír a los músicos callejeros o… a nada. Vale la pena curiosear en los comercios de la calle Avinyó donde, por cierto, dicen que estuvo el burdel que inspiró a Picasso el cuadro que cambió el arte del siglo XX: Las señoritas de Avignon. Vale la pena tomar algo en la plaza del Rei, remodelada sí, pero con el encanto intacto de sus palmeras y, si tienen tiempo, entrar en la casa Padellás que ahora es el Museo de Historia de Barcelona. Vale la pena llegar por la calle Ferrán a la plaza de San Jaume donde están las sedes de los gobiernos de la ciudad y de Cataluña y, con suerte cualquier día de fiesta, encontrar a uno o varios grupos de sardanas con su cobla (agrupación musical tradicional catalana) bailando y bailando, ofreciendo sus manos a quien se quiera unir.

Dudo mucho que María Luz no pasara por allí a menudo. Que no atravesara la plaza de lado a lado, que no fuera por la calle del Bisbe, entre el edificio del Palau de la Generalitat (ahí su fachada se reconstruyó en 1416) y la Casa dels Canonges; o que no se enterase de cuando inauguraron el Pont, un bello arco-puente con un balcón construido en 1928 pero cuya decoración se inspira en las formas del gótico flamígero.

Igual iba pensando en la última película que había visto porque en La Vanguardia escribió sobre cine, eso sí, firmando como Felipe Centeno, un personaje de Galdós. Lo hizo tan bien que la Paramount la contrató como asesora literaria.

Pero también utilizó su nombre. Por ejemplo, como colaboradora, a partir de 1926 y hasta el cierre del periódico en 1934, del madrileño El Sol y aunque sus temas favoritos versaron sobre el cine, la moda o el teatro, también escribió artículos sobre actualidad, como uno famoso en La Vanguardia del 25 de octubre de 1933 (antes de la primera vuelta de las segundas elecciones generales de la Segunda República Española para las Cortes y las primeras en que las mujeres ejercieron el derecho al voto en España) titulado ¿A quién votarán nuestras mujeres?, en el que se puede leer:

Nunca hasta ahora habían padecido las mujeres de nuestra tierra fiebre tan alta de sarampión político. Y el caso no es, ciertamente, para menos. Ahí es nada, venir, de la noche a la mañana, a convertirnos, de espectadoras aburridas y tibias, en actrices apasionadas. Y hasta en protagonistas. Porque nadie ignora ya que el censo electoral de este año -y sólo en Barcelona-Capital- ofrece, sobre los de otros tiempos, cerca de 56.000 votos «de torna» femenina. ¿Quién se los llevará? ¿Qué partidos van a repartírselos? Porque sabe que esos votos, inéditos aun, inclinarán la balanza a un lado o a otro. Doña Política, antaño tan ceñuda -a pesar de su nombre femenino- para con toda feminidad, empieza a hacernos guiños expresivos… En torno, respiramos la atmósfera nueva del halago, de la galantería, empleados en la conquista, no de la mujer, sino de la electora… Por suerte, la mujer nace acorazada contra todo género de galanterías. Y desconfía de los «conquistadores», por instinto.

Antes, en 1931, había puesto en marcha otra iniciativa. Era muy amiga de María de Maeztu y admiradora de la Residencia Internacional de Señoritas que ésta había creado en Madrid y, animada por ella, fundó otra en Barcelona, en el Palacio de Pedralves, construido entre 1920 y 1924 (está en el distrito de Les Corts, habrá que ir otro día porque vale la pena) y durante la República gestionado por el Ayuntamiento. Todo brillaba en esos años.

Pero llegó la Guerra Civil. Así contaba Teresa Amiguet, en un artículo de 2015, ese momento en la vida de María Luz que, paradójicamente, fue el más alto en su carrera: “(…) el gobierno de la Generalitat decreta la incautación de algunos periódicos entre los que se encuentra La Vanguardia que queda bajo el control de un comité obrero CNT-UGT constituido el 19 de julio de 1936. El 8 de agosto, al quedarse sin dirección tras la huida de Agustí Calvet, Gaziel, el comité del diario decide nombrar directora a María Luz, única mujer de la redacción, con la misión de salvar el rotativo en pleno conflicto. Sus representantes van a su casa suplicándole que acepte el cargo. Advertida por sus amigos Carles Soldevila y Tomás Garcés de que era más peligroso decir no que aceptar el puesto, toma su determinación: ‘Accedo pero con una condición. Conozco perfectamente la técnica del periódico. Tendré cuidado de la marcha de la redacción… Pero si acepto es sólo con carácter provisional. En cuanto a la parte política, tiene que llevarla otro. Yo sólo haré periodismo’. Dama del periodismo hasta el fin, María Luz Morales se convertía ese día en la primera mujer en hacerse cargo del mando de una cabecera en España. A día de hoy una realidad aún inalcanzable. Durante algo más de seis meses se convierte en la primera y única mujer en dirigir La Vanguardia.”

Estuvo en el cargo sólo siete meses y más adelante, por supuesto, acabó en la cárcel. Fue en 1940 y en un convento, compartiendo celda con una maestra que había descolgado un crucifijo de la pared de un aula. El franquismo la inhabilitó como periodista pero ella siguió escribiendo libros, una historia del cine y publicaciones sobre la moda y la evolución del peinado; traduciendo obras como Peter Pan y adaptando clásicos a lecturas infantiles -en concreto con la editorial Araluce que se publicitaban como “obras maestras al alcance de los niños” donde se pueden encontrar aún la Odisea o la Iliada-; o participando en la creación de la Editorial Surco. Cuando volvieron a habilitarla como periodista, en los años 70, fue colaboradora del Diario de Barcelona hasta que murió en 1980. 

Se merece un homenaje. Como periodista, como sobreviviente, como profesional, como mujer que abrió caminos para otras. Así que para terminar la visita de su mano, bien desde la calle Ferrán, bien desde cualquier lugar del laberinto, lleguen a La Rambla, Les Rambles. Recórranlas como les pille, desde el puerto antiguo a la sombra de Cristóbal Colón hasta la plaza de Cataluña o viceversa. Detengan sus pasos en el mosaico de Miró que se ha convertido en símbolo de la barbarie tras el atentado de este año. Sé que la tranquilidad será complicada si lo encuentran lleno de turistas, así que, como viajeras y viajeros que son, intenten inhibirse o ir muy temprano o, tal vez, muy tarde. Pero en cualquier caso, vivan ese rato como si fuera el último.

Para saber más:

  • Página oficial de Turismo de Barcelona.
  • Agustín Cócola Gant. El Barrio Gótico de Barcelona. Planificación del pasado e imagen de marca. Ed. Madroño. 2011.
  • Mª Ángeles Cabré. María Luz Morales. Pionera del periodismo. Libros de Vanguardia. 2017.
  • Un video de la serie de TVE Mujeres para un siglo: María Luz Morales: la escritura

 

 

REFERENCIA CURRICULAR

Pepa Franco Rebollar es consultora social; empresaria desde hace más de veinte años; experta en intervención social y políticas de género. Coordina proyectos de investigación, formación y apoyo a las organizaciones sociales, entidades y organismos de la Administración. Además de su profesión, de sus amistades y de su familia, le apasiona la Literatura y la Historia.

 

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